El president de la Generalitat en funciones, Artur Mas, se aparta del cargo. Su sustituto será el alcalde de Girona y dirigente de Convergència Democràtica, Carles Puigdemont, que se someterá este mismo domingo, el último día legalmente posible, a la sesión de investidura del Parlament. La política catalana, tan dada a las incertidumbres y cambios de última hora, ha consumado este sábado un movimiento sorprendente y de enorme calado que da vida a la legislatura catalana en el último suspiro. La decisión de Artur Mas de apartarse de la presidencia de la Generalitat, la ha adoptado después de constatar durante estas largas semanas que el proceso político que inició Catalunya en 2012 con la manifestación del 11 de septiembre y la convocatoria de elecciones anticipadas quedaba hecho añicos por el veto de la CUP a su investidura.

De hecho, Mas ha sido siempre firmemente contrario a la celebración de elecciones aunque, a su estilo, ha apurado su candidatura hasta el último momento por razones sobre todo políticas y de respeto a los 62 diputados que tiene Junts pel Sí en el Parlament y a sus 1,63 millones de votantes en las elecciones del 27S. En estos tres meses largos, Mas ha vivido situaciones de un enorme desgaste político por la determinación de la CUP incluso a romperse antes que a dar cumplimiento democrático al mandato de los electores soberanistas expresado en las urnas el pasado mes de septiembre. A cada propuesta suya o de los negociadores de JxSí surgía un nuevo impedimento. La última puerta de su investidura se cerró en Sabadell en aquella polémica asamblea de los antisistema saldada con una votación inexplicable: 1.515-1.515. Y así iban pasando los días.

No fue hasta bien entrado el jueves que el president en funciones abrió una pequeña puerta a explorar vías alternativas a su investidura siempre, en todo caso, que su renuncia asegurara tres cosas: total autonomía para proponer a su sustituto –aunque es el Parlament quién lo elige–; estabilidad de JxSí en el Parlament para desarrollar, entre otras cosas, la hoja de ruta soberanista; y renuncia de los diputados de la CUP más críticos durante estos meses.

Mas siempre se reservó la solución definitiva al jeroglífico
Durante la intensa jornada del viernes, algunas personas tuvieron conocimiento de este hipotético escenario, aunque Mas compartió muy pocos detalles y siempre se reservó la solución definitiva al jeroglífico. Así hasta el sábado en que Mas salió de casa con la decisión tomada y se dirigió al Palau de la Generalitat, donde la ejecutó en un sinfín de reuniones que culminaron con su comparecencia en una conferencia de prensa en la misma sede de la presidencia de la Generalitat.

La decisión de Mas no sólo remueve el tablero de la política catalana de una manera sustantiva. Le sitúa por méritos propios en una posición de generosidad política y de liderazgo social sin parangón en la Catalunya actual. Sólo hará falta esperar el transcurrir de los próximos meses para que se pueda ver con mayor claridad la trascendencia y el significado del movimiento de Mas en una triple dimensión: proceso, gobierno y partido. Los que se precipitaron –de hecho llevan años haciéndolo– diciendo, cantando y dictando el responso del president en funciones y actuando con miopía y sectarismo respecto a la persona de Mas, desde la derecha y la izquierda española y desde algunos medios de comunicación, tendrán que reescribir el final de la legislatura y también el suyo. Es posible que eso no sea hoy mismo, ya que su orgullo se lo acabará impidiendo. Pero lo que no saben es que ellos, con su mezquindad, también le han ayudado a encontrar la solución al rompecabezas.