Si prospera el recurso de impugnación ante el Tribunal Constitucional que ha presentado el Gobierno de Mariano Rajoy, la Conselleria d'Afers Exteriors, Relacions Institucionals i Transparència tendrá que desprenderse de "Asuntos Exteriores" en su denominación oficial. Y no se trata de una cuestión baladí, ya que como en muchas otras ocasiones se está hablando más del fuero que del huevo. Es cierto que, hasta la fecha, la política exterior que realizaba la Generalitat en el marco de las competencias que le atribuye el Estatut estaba representada en el organigrama de la Administración catalana por un "secretari d'Afers Exteriors i de la Unió Europea", el rango inmediatamente inferior al de conseller. Pero el Estatut ni fija ni preestablece cuál ha de ser la denominación de las conselleries, lo que se deja, lógicamente, al criterio político de cada momento. Otra cosa distinta es, en todo caso, cuáles son sus competencias y en este sentido podría ser impugnable que se atribuyera las que no le son propias, por corresponder al Estado.

Lo mismo sucedería, llegado el caso, si se designara a un vicepresidente d'Afers Exteriors. Si actúa en el marco de las competencias que le son propias, ¿cuál sería el problema? Pero bueno, todo el mundo sabe que, en última instancia, lo que preocupa no es lo que haga dicha conselleria, sino lo que puede llegar a hacer, con una denominación en la que se reconoce a sí misma autonomía en política exterior. Raül Romeva, el titular del departamento, ha señalado que la Generalitat seguirá haciendo política exterior, se ponga como se ponga el Gobierno del Estado. Siempre ha sido esta una cuestión peliaguda con los diferentes gobiernos españoles, que sólo han transigido a duras penas cuando no han tenido más remedio. O sea, cuando los votos nacionalistas o independentistas les han sido imprescindibles para mantener su sitio en la Moncloa.

Pero bueno, como que básicamente estamos hablando de política, y eso, en España, en los últimos tiempos es competencia del Tribunal Constitucional, habrá que estar atentos al fuero más que al huevo. Porque, aunque sea cierto que el nombre no hace a la cosa, también habrá que demostrar lo contrario, ¿no?