En recuerdo de Muriel Casals

Un saludo repetido estas fechas, con el deseo de buenas fiestas, es la que recuperamos los "sospechosos habituales" con el binomio "salud y República". Sin embargo, por como se decantan los hechos, por los acontecimientos recientes y los que se esperan, no está de más —por el mucho que cueste— unir con la amabilidad imprescindible los dos conceptos tradicionales. Una amabilidad que tiene sentidopor ella misma, pero que mejora la calidad de la salud cuando está presente, y hace mucho más atractiva la voluntad de hacer la República.

Con respecto a la salud, un artículo reciente en The BMJ (British Medical Journal), (BMJ 2019;367:l6099) se lamentaba de que en los últimos años se había cometido un grave error. Se había hablado sobre todo del coste del sistema público sin darse cuenta de que el dinero no es lo más importante. Reconocían los autores que cuando un sistema se financia con impuestos se tiene que hacer valer cada moneda que se gasta, pero la prioridad, el objetivo central, tiene que ser la mejor atención posible y la más profesional que se traduzca, al mismo tiempo, en más salud y en más bienestar.

Klaber y Bailey, autores del artículo, recogían varias opiniones de prestigio y citaban, entre otros, el estudio del 2018 de Julia Unwin en el cual defiende que las políticas públicas se tienen que centrar mucho más en la calidad de las relaciones interpersonales. Al hacerlo, Unwin llega a describir la amabilidad como "perturbadora" porque cambia las relaciones entre personas, instituciones y organizaciones. De hecho, cree necesario ser bilingüe en el campo "racional" y el "relacional", procurando además su equilibrio. Para conseguirlo hace falta alejarse del foco dominante en la relación calidad-precio, los objetivos prefijados, las fronteras organizativas y profesionales y los datos cuantitativos y optar por un enfoque que ponga el acento en las relaciones, las conexiones, el reto y la confianza. En los dos años que duró la investigación de Unwin, las actividades y datos recogidas le confirmaban que la bondad es un tema que preocupa, no solamente a los que trabajan en las comunidades, sino también para los que tienen poder y autoridad. Y es, además, un tema urgente. Si las inversiones en tecnología e inteligencia artificial transforman el mundo a gran velocidad, es imprescindible que la inteligencia emocional no se quede atrás, ocupando un lugar central en el núcleo duro de la asistencia sanitaria. Y más allá de las ciencias de la salud, también en las ciencias sociales.

De hecho, Unwin, licenciada en Historia por la Universidad de Liverpool, hizo un posgrado en Política y Planificación Social a la London School of Economics. No sé si Muriel Casals, profesora de Economía y muy anglófila antes de ocupar la presidencia de Òmnium, la llegó a conocer, pero seguro que reconocía el gran impacto de sus ideas en las políticas sociales en el Reino Unido y el gran poder transformador de la amabilidad y la sonrisa en la manera de hacer política.

De forma similar, otra mujer a tener presente, Gioconda Belli, escribe que la solidaridad es la ternura de los pueblos. Y esta ternura no tiene fronteras. Puede ser empatía profunda, si lo quereis llamar así, hacia los de fuera, los que vienen en pateras o están encerrados en los CIE, o en centros de acogida según la edad. Pero es la misma mirada de afecto que no se puede escatimar cuando se mira hacia dentro. Hacia las personas más débiles, las que serán o han sido desahuciadas, las discapacitadas, las encarceladas, las perseguidas, las que son objeto de la violencia machista y las que sufren todas las violencias. Porque, dentro o fuera, todos somos las mismas personas. Y solamente existe la raza humana.

Por eso hay que reivindicar la amabilidad que no es debilidad, que no se detiene donde empieza la protesta, o se inicia la desobediencia civil pacífica, y no se tambalea cuando se quema un contenedor. Como escribe de Muriel Casals el actual presidente de Catalunya Quim Torra Pla que la sucedió de forma interina a la presidencia de Òmnium en el 2015, "la dama de terciopelo del procés era capaz de lanzar un directo de izquierda político en el estómago del contrario con una sonrisa (...). Desarmaba el mal humor y los ataques unionistas con una cordialidad exquisita e impasible". Y en otro momento del libro Muriel Casals i la revolució dels somriures, nos dice su autor que quizás era fácil ver en Muriel a una mujer de algodón, pero enseguida aclara: "Fácil, pero completamente equivocado". Y todavía nos habla de su firme animadversión contra fariseos y confabuladores, contra los frívolos y los incendiarios.

No queremos repetir hoy con el poeta que "también la ira contra la injusticia pone la voz ronca. Y por desdicha nosotros que queríamos preparar el camino para la amabilidad, no pudimos ser amables". Por eso, en el 2020 que ahora empieza, no dejaremos que nos roben la amabilidad que es imprescindible para la salud y la argamasa de la República.