Tenemos nuevo president y en pocas horas habrá nuevo Govern, pero los viejos retos se mantienen. Incluso la Covid-19, que parece haber entrado en Catalunya en fase de control después de meses de sustos y falta de medios para hacerle frente, ya se ve como un desafío casi domesticado por obra y gracia de la investigación y del proceso de vacunación masiva. En un contexto de más inestabilidad social y económica, de cansancio y desánimo, empieza una nueva legislatura.

He comentado en otros textos que el president Pere Aragonès sale mucho más airoso en las réplicas que en los discursos escritos, preparados y leídos con aplicación, a veces excesiva. Aunque las réplicas pueden no ser del todo improvisadas, el nuevo president gana cuando sale al atril sin papeles en la mano y devuelve, con un revés de rigor, sin pisar la línea, las argumentaciones de la oposición o la fanfarronada. El conjunto de los que se sienten desaprovechados, desubicados, de los que se ofrecen hasta el ridículo a sentarse en el banquillo de los suplentes, o de los que han perdido tantos escaños que ya son solamente los restos de una pesadilla, son tratados, parlamentariamente, con respeto, a pesar del poco que hayan utilizado ellos en su turno. Y el respeto, precisamente, puede ser clave en la legislatura que preside Laura Borràs y en el Govern que inicia Pere Aragonès.

Los cien días tendrían que permitir también sacar la razón a quien duda del respeto del nuevo ejecutivo al 1-O, y evaluar si la falta de sectarismo y la unidad de propuesta y resistencia a la represión guían un gobierno que anuncian de gestión

Respeto hacia la ciudadanía, que con su voto ha hecho posible esta mayoría parlamentaria de ERC, Junts per Catalunya y CUP-Guanyem. Y respeto por los fines amplios y que se declaran compartidos, y por los objetivos a conseguir, con el tiempo y las formas de flexibilidad previstos. Los manuales dicen, sin embargo, que los fines se expresan siempre con las palabras declarativas esperadas y plebiscitadas en democracia (progreso, igualdad, bienestar) y que los objetivos necesitan un horizonte temporal declarado y verificabilidad sobre su posibilidad de logro y transparencia. De hecho, los objetivos, para que se hagan realidad e incidan en la sociedad, necesitan, además, que se empleen los instrumentos más adecuados, y los cánones recomiendan para cada objetivo, de forma prioritaria, un determinado instrumento. Así, en tiempo de desahucios salvajes, crisis y deuda, la banca pública es un instrumento fundamental para aliviar la situación de indefensión de las personas y de la micro, pequeña y mediana empresa, defendiendo también el empleo de la gente que trabaja en ellas. El fraude organizado sobre la falta de respeto a la normativa europea en relación a los plazos de pago de las grandes empresas lo denunciaron en el Parlamento Europeo los eurodiputados Puigdemont, Ponsatí y Comín, y aquí lo explica con mucha claridad Octuvre.cat.

Por eso creo también que los ahora tan mal vistos "cien días de gracia" no son un ritual sin sentido, del que se puede prescindir, aunque se hayan alargado las negociaciones previas a la formación del ejecutivo. No se improvisan, aunque son muy necesarias, las medidas pactadas, ni con la CUP-G ni con Junts. Y cien días no son tantos cuando se desafía al Ibex y a los intereses monárquicos y establecidos del PP y PSOE. La tregua forma parte de los procedimientos más formales de la democracia, opine lo que opine Salvador Illa.

Los cien días tendrían que permitir también sacar (o dar, en el caso más desafortunado) la razón a quien duda del respeto del nuevo ejecutivo al 1-O, y evaluar si la falta de sectarismo y la unidad de propuesta y resistencia a la represión guían un gobierno que anuncian de gestión (que es, por sí misma, en el estado español, imposible). Una unidad de los primeros días de octubre del 2017 que se tiene que revivir. Como reconoce el president Puigdemont, en una carta a la militancia de Junts, "la unidad es una prioridad tan difícil de alcanzar ahora mismo como, por otra parte, irrenunciable". Y la fórmula que da para empezar a restaurar la unidad es, en primer lugar, el respeto como fundamento de confianza que acaba por forjar la lealtad.

Hacer frente a la crisis ecológica, social y económica, doblegar definitivamente la pandemia, aumentar el bienestar y reducir desigualdades con más solidaridad, cultura y feminismo. Hacer República e independencia... Estos son los retos, y será necesaria toda la pericia para defender las promesas y hacer frente a las amenazas de los que no darán ni cien días de tregua.

Y habrá que hacer del respeto, del fomento de la lealtad y de la confianza las prioridades ineludibles de cada día.