Maneras de hacer y ser hay tantas como de dialogar y negociar. Estos días podemos explorar ejemplos muy actuales vinculados a formas diferentes de entender la política, y algunos recuerdos de insurgencias vividas durante la transición del 76 ayudan a entender que quizás no hay 'nueva' y 'vieja' política, sino sólo 'política buena y honesta'... o politiquería.

Por ejemplo, en una entrevista publicada en Europa Press, el coportavoz de la nueva dirección estatal de Podemos, Pablo Fernández, demostraba la rapidez con la que puede envejecer la política nacida, dicen, el 15-M del 2011, y que ahora necesita muletas y andadores para no ir a ningún sitio. Este Pablo animaba a ERC y Junts a acudir en septiembre a la mesa de diálogo sobre Catalunya y buscar un acuerdo "en el marco de la Constitución". Y repetía un mantra que ya empieza a hacerse cansino. Decía que después del "punto de inflexión" que han supuesto los indultos, "es hora de construir puentes y no de levantar muros". De hecho, Podemos ha pasado de intentar asaltar los cielos a sumarse a la cacofonía de alabanza de los puentes que más convienen al PSOE, y no sé si se da cuenta el coportavoz Fernández de que su partido progresa, pero lo hace como los cangrejos. Él, personalmente, si nos fiamos de la entrevista, nunca ha conseguido ningún aprobado ni en originalidad ni en política.

Por su parte, y también en Europa Press, la consellera de Presidència, Laura Vilagrà, recomendaba ir a la mesa de diálogo con mucho más entusiasmo, y se quejaba de que Junts debilitaba la posición del Govern por sus reticencias a la negociación. "No es una actitud adecuada", recriminaba a Junts, pero tampoco la consellera sale airosa a la hora de poner ejemplos: "Es como si estás a punto de jugar un partido, estás todavía en el autobús y ya dices que perderás"… (el peligro de los símiles deportivos es evidente: tampoco la veo a ella ni al president Aragonès entrando en la sala de negociaciones con bombo y bubucelas).

La que fue alcaldesa de Santpedor entre 2003 y 2015, y ha tenido responsabilidades territoriales en el Bages como miembro de Esquerra Republicana de Catalunya, quiere que una negociación a dos años que obliga a aceptar los límites de la Constitución monárquica que remachó la Transición entusiasme a alguien. Como Oriol Junqueras, en Santiago, el día de la Patria Galega, que parecía creer en las propiedades mágicas de tener un culo di ferro. Esto de las propiedades ferrosas del final de la espalda se popularizó con Enrico Berlinguer, secretario general del PCI y conocido con este sobrenombre, culo di ferro, porque nunca, decían, se había levantado de una reunión: quien fuera uno de los progenitores del eurocomunismo creía que llegar a acuerdos era una de las cualidades fundamentales de los políticos y que solamente hablando y negociando se puede ganar...

¿El qué se puede ganar?

Los mineros, cuando se sentaban y algún representante de la patronal les preguntaba si estaban cómodos, decían que no. Cuando les ofrecían agua, repetían la negativa. Y cuando llegaba la hora de comer, se negaban a compartir mesa

No vale la pena ahora reprochar lo que provocó el eurocomunismo ni el triste final del PCI, pero la exalcaldesa de Santpedor habría podido aprender mucho de lo que eran prácticas habituales en la negociación del convenio de los mineros de Súria, a 12 kilómetros escasos de su pueblo. Al final de los años setenta, con los Pactos de la Moncloa, sus sindicatos se habían rendido a la primera transición, y como economista de los mineros pude ser testigo de su actitud: cuando se sentaban y algún representante de la patronal les preguntaba si estaban cómodos, decían que no. Cuando les ofrecían agua, repetían la negativa. Y cuando llegaba la hora de comer, se negaban a compartir mesa. Y me advertían: "Darles un sí a cualquier cosa es empezar a ceder".

Durante toda la discusión del convenio defendían cada punto como si les fuera la vida, y con respecto al austericidio económico que significaba que su sindicato hubiera firmado limitaciones al crecimiento de los sueldos (muy por debajo de la inflación real), buscaban todos los artilugios para hacer "crecer" la masa salarial que tenía que servir de base. Una vez debatido, todo lo que se había conseguido en la negociación, y con total transparencia, se llevaba a las asambleas de trabajadores. Tanto ellos como la patronal eran bien conscientes de que siempre quedaba una herramienta más, fundamental, para mejorar el pacto: los piquetes informativos en la bocamina, las votaciones en asamblea. Como había escrito Francesc Layret, también para los mineros de Súria, la huelga era un instrumento para trabajar en mejores condiciones.

"Darles un sí a cualquier cosa es empezar a ceder", advertían los mineros de Súria

Creo que a Ramon Grosfoguel le habría gustado conocer este modo de hacer y ser de los de Súria en la entrevista —que se tiene que escuchar más de una vez— que le ha hecho Albano Dante para Octuvre.cat. Porque su vídeo es, por méritos propios, protagonista de este ferragosto en el que no solamente toca aguantar calor extremo, sino desposesiones, insanias y alienaciones extremas de todo tipo. Y aunque quizás nunca ningún convenio ni ninguna huelga podrá ser el impulsor de un "acontecimiento" como se explica en el vídeo, la actitud de los mineros de Súria de los años setenta es imprescindible. Pero es que ellos sabían (como el profesor Ramon Grosfoguel y como nosotros) que con compañeros organizados, preparados, decididos y alzados en la bocamina, no hay nada imposible.

Y ahora, vean en el vídeo el porqué de todo: