Esta es una pequeña vindicación de Jordi Cuixart y la expresión de un agradecimiento profundo por estar cuando se tenía que estar, ya fuese ante la Conselleria de Economia o en las hileras de público del Parlamento en los momentos más difíciles. Gracias, Jordi Cuixart,  por pensar ahora en lo mejor para esta parte importantísima que construye independencia y se llama Òmnium.

Gracias porque nunca he dudado de que lo volveríamos a hacer si tú se lo decías a Marchena, y también por haber sabido aprovechar, con Marcel Mauri, la rabia de aquel juez que, cada vez que preguntaba a acusados y testigos si eran de Òmnium Cultural la iba convirtiendo la organización en la más fuerte de Catalunya. Casi 200.000 socias y socios por la cultura. Gracias por no querer dar lecciones de nada, sino proponer ajustar la óptica para que no se pierdan visiones periféricas de un mismo horizonte y ver con más nitidez.

Gracias por no detener tu vida personal (aquí entran por fuerza Txell Bonet y tu hijo, engendrado por un preso que no quería ser indultado). Gracias por saber que ahora quieres ser uno más de una asociación que "tiene por objeto el fomento, el desarrollo y la defensa de la lengua y de la cultura catalanas en todos los ámbitos de la ciencia, las artes, las letras, el pensamiento y los medios de comunicación, en todos los sectores de la sociedad –con una atención especial a la juventud— y también ante las instituciones, organismos y entidades públicas o privadas cuando sea preciso", por la plena recuperación colectiva de la identidad de la nación catalana. Lo dicen los estatutos que en el 2011 firmó como presidenta Muriel Casals. Y tú seguiste su huella y su sonrisa siendo un pequeño empresario del Vallès que entendía como pocos el valor de argamasa revolucionaria de la cultura para construir una sociedad más culta, más libre y en igualdad.

No sé si tienen razón los que afirman que un abrazo con Miquel Iceta y echar una mano a Ada Colau en una bronca de fiesta mayor te han decidido a dar este paso al lado. Yo no me lo quiero creer. Conoces bastante bien nuestras y sus debilidades, y el impulso afectuoso que te mueve y que a veces puede recordar la incontinencia del cariño.

Pero entiendo la fuerza de los abrazos y yo sí que te abrazo, Jordi Cuixart, y te apoyo, segura como estoy de que lo que has decidido no lo has hecho pensando en tu comodidad —eso de lo que tanto se habla ahora de "zona de confort"—, sino en las necesidades de la nueva etapa que tiene que seguir Òmnium. Una nueva etapa contigo y con Marcel Mauri como afiliados de honor, porque la resistencia tiene que crecer mucho más, y sabemos contigo que la insumisión pacifica es el camino, y hemos aprendido con tanta y tanta gente valiosa que la cultura es una herramienta poderosa.

Nadie como tú podía convertir las rejas de una celda en un altavoz de luchas compartidas por la autodeterminación y los derechos humanos

Nadie como tú podía convertir las rejas de una celda en un altavoz de luchas compartidas por la autodeterminación y los derechos humanos en una movilización permanente no violenta. Porque la generación de los que ya están y los que tienen que venir puedan vivir en un país más justo y más libre, lo tenemos que volver a hacer. Además, te honra la propuesta de sucesión que haces si los socios la aceptan: el filósofo Xavier Antich necesita pocas presentaciones, porque es miembro de la Junta Nacional de Òmnium Cultural desde diciembre del 2017 e impulsor de la Escola de Formació Guillem Agulló, entre otras responsabilidades.

Siempre pienso que la propuesta de la persona que nos tiene que suceder en un cargo dice tanto de la persona que se escoge como de uno mismo. Y la opción que se presenta es difícilmente mejorable. En lugar de insistir, pues, como hacen los pelmazos, en las diferencias entre Cuixart i Antich (si quieren, podemos encontrar muchas) prefiero ver los puntos de seguimiento, de puente y de contacto. Ver las luchas compartidas entre el uno y el otro. Y una de las fundamentales, si no voy equivocada, es el combate al sectarismo, que ni ayuda en nada ni hace grande a la cultura. Ni a la independencia.

Contigo he entendido mejor que "cuando la injusticia es la ley, la desobediencia es un derecho". Y que siempre queda la posibilidad de obedecer a la propia conciencia y no caer en la resignación ni en la frustración, ni como persona ni como pueblo.

Por eso, y porque siendo de los imprescindibles, haces como si no lo fueses, muchas gracias, Jordi Cuixart.