Nota previa para lectores poco duchos en las técnicas audiovisuales: el croma se utiliza en fotografía y en audiovisual para incrustar fondos o personajes. Permite sustituir una zona de color primario por unas imágenes diferentes y ayuda a conseguir escenas difíciles de encontrar en la vida real. Se describe como la técnica ideal para "historias que transcurren en lugares lejanos o en universos imaginarios y para las que incorporan elementos o personajes fantásticos".

Cuando vi por primera vez el abrazo entre Pedro Sánchez Pérez-Castejón (Madrid, 1972) y Pablo Manuel Iglesias Turrión (Madrid, 1978) pensé que, con las técnicas de las que se dispone, podían haber conseguido una mejor realización que aumentara el interés de la ficción. Todo podía depender del fondo que se pusiera, y los había más acertados que otros. Por ejemplo, en 2016, el hemiciclo del Congreso en plena sesión parlamentaria fue un fondo inmejorable para el beso entre Xavier Domènech y Pablo Iglesias. En cambio, a pesar de que la firma previa de los acuerdos ―y por lo tanto el abrazo― se produjo en el comedor de gala del Congreso, todo parecía demasiado improvisado, y a la vez postizo y previsible. El texto del preacuerdo de legislatura para cuatro años era demasiado convencional, y el fondo, ordinario y ramplón.

Los 10 puntos que intentan estructurar el texto recuerdan a las antiguas declaraciones de "fines" y "objetivos" de la política económica en las cuales todos los partidos, sean del signo que sean, tienen que estar, básicamente, de acuerdo. Solamente cuando se entra en detalles se adivina un perfil propio. Sin embargo, el martes pasado, la calidad de genérico fue predominante. Porque sí. Porque se trataba de ir sumando cosas obvias y no demasiado comprometidas, al margen de la trayectoria política (incluso reciente) de cada parte. Una suma de lugares comunes para conquistar el centro. Y un ejemplo es que, en los viejos manuales, podemos encontrar que la distinción entre ser más "de derechas" o "de izquierdas" depende muchas veces de cuál de los objetivos va primero. Si el punto del "pleno empleo" (ahora, empleo no precario) lo leemos antes del de crecimiento y estabilidad, la orientación es de izquierdas. Al contrario, conservadora. Pero en la propuesta del martes encontramos, empatados en la foto finish, crecimiento y creación de empleo. Un empate que podríamos decir "equidistante" si no fuera por promesas hechas con demasiada frivolidad de garantizar trabajo digno, estable y de calidad en tiempo de desigualdad rampante basada en la desposesión y la explotación.

Pedro y Pablo, que se quieren como hombres de Estado y se niegan a ver la obviedad: que este que quieren gobernar es, hoy por hoy, en la realidad no reconocida, un estado plurinacional

Pero podríamos poner otro fondo más estimulante con la ayuda del croma: la firme oposición de la portavoz del PSOE en el 2012, Soraya Rodríguez, a la reforma laboral, explicando a la piadosa Fátima Báñez que con su propuesta estaba facilitando y abaratando el despido, favoreciendo las regulaciones de ocupación en el sector público y suprimiendo el control sindical y judicial en los ERE. La reforma se acabó aprobando con los votos de la mayoría absoluta del PP y los añadidos de la CiU de Josep Antoni Duran i Lleida que creía así blindar por Unió las políticas activas de empleo. Y aunque la portavoz del PSOE parecía bastante se sincera, ¿dónde podemos encontrar ahora la contundencia del PSOE del 2012? No demasiado lejos, pienso, de donde reside uno de los diputados de CiU que votó también la reforma laboral. Hablo de Josep Sánchez Llibre que desde noviembre del 2018 es presidente del Foment del Treball y vicepresidente de la CEOE.

Me salto unos cuantos puntos de aluvión sobre el estado del bienestar y destaco la protección explícita de la sanidad pública y, dentro del impulso a la educación, la mención específica a las escuelas infantiles de cero a tres años, y el derecho a la muerte digna, esperando que, esta vez sí, los nuevos derechos de ciudadanía se hagan realidad... Me detengo, sin embargo, en el punto 9, donde se dice que el "Gobierno de España tendrá como prioridad garantizar la convivencia en Catalunya y la normalización de la vida política. Con esta finalidad, se fomentará el diálogo en Catalunya, buscando fórmulas de acuerdo y encuentro, siempre dentro de la Constitución...".

Y es en este punto que el croma explota, y los técnicos en audiovisual se declaran incompetentes. Ni tan sólo proyectando el 3 de 9 sense folre, por partida doble, de las dos colles de Valls por Santa Úrsula pueden arreglar nada. Porque el abrazo de Pedro y Pablo resbala y se deshace sobre el croma de las "convivencias" inventadas y desubicadas en el espacio sideral de la no política. Y los responsables son dos barones de Madrid, entrados en los cuarenta, que dicen tonterías. Pedro y Pablo, que se quieren como hombres de Estado y se niegan a ver la obviedad: que este que quieren gobernar es, hoy por hoy, en la realidad no reconocida, un estado plurinacional. Y que la plurinacionalidad exige igualdad, respeto y ni una gota de paternalismo. Y todavía más: sin reconocimiento de la plurinacionalidad, ni la democracia es posible.