Se puede leer en el Museo Memorial del Holocausto de los Estados Unidos un poema que no es sino la versión resumida de las muchas que se conocen. Aunque no se mencionan ni los comunistas, ni los obreros, ni los estudiantes, ni los homosexuales, ni los gitanos, ni los independistas, ni los de Podemos que también desagradan a las bancadas ultraconservadoras por sus rastas (vale la pena recuperar la foto con la cara que puso Mariano Rajoy la primera vez que lo vio).

La historia hace sus propias adaptaciones, incluso de los poemas, y obliga a mirar como se acercan los dientes afilados a la yugular de todas las personas que desafían, desobedecen, se hacen valer, o son simplemente ellas mismas, en su coherente dignidad. Lo que en un primer momento parecía que "quedaba muy lejos" en la versión escapista de Errejón, ahora ya no lo es tanto, porque Ñ no es un Estado para indiferentes ni equidistantes, y los que pretenden serlo, o bien se engañan mientras van tirando, o engañan al personal. En la única cosa que no estoy de acuerdo con el amigo Josep Costa, politólogo y abogado (y represaliado) que hablaba ayer https://elmon.cat/opinio/crispetes-320374/ del mismo tema, es que, a mi parecer, el espectáculo más bien seca la garganta, no permite ni tragarse un grano de trigo y es tan triste y amenazador, que no, en lugar de palomitas hacen falta reflexión y acciones bien hechas.

Ñ no es un Estado para indiferentes ni equidistantes, y los que pretenden serlo, o bien se engañan mientras van tirando, o engañan al personal.

Tuiteaba el señor Pablo Iglesias de la señora Batet que si no es capaz de defender el Parlamento de San Jerónimo de las intromisiones ilegítimas de otros órganos del Estado "lo único que le queda por hacer es apartarse, y dimitir." Seguía el editorial de la revista digital Ctxt.es "Meritxell Batet debe dimitir", pero el ex vicepresidente tercero o cuarto sabía que se estaba haciendo trampas en el solitario porque la formación de la que es fundador ha dejado solo a Alberto Rodríguez. Iglesias sabe, tan bien como sabemos todos, que sin un frente sólido que defienda a la última víctima, los verdugos se regalan el paladar con pequeñas gourmenderies de "equidistantes" o de los que se desviven para acatar —no la ley— sino el derecho del enemigo de las más altas judicaturas. Aprendices de súbdito aplicados bajo una Constitución de pacotilla. Por eso a Batet ni le pasa por la cabeza comportarse como una heroína... o como una persona justa. Meritxell Batet es una presidenta de diseño, y no tiene madera para defender el parlamento de intromisiones no democráticas ( por más alejadas que sean de la ley las razones). Si lo hiciera, correría el riesgo de ir incluso a la prisión. Y si no, que le pregunten a la presidenta de la undécima legislatura, Carme Forcadell. Cuando en los parlamentos la solidaridad de grupo es solo la unanimidad obligada del brazo de madera —sin lugar para la propia conciencia; cuando se va a hacer de "malote" porque da votos, o a engañar con discursos recosidos de sesión en sesión; cuando en los parlamentos (y en los ejecutivos) se incumplen, día sí, día también, las promesas electorales o la palabra dada a los que te han hecho presidente, todo está en orden. Y de repente sale alguien, de improviso, que da oxígeno a las ultraderechas y quiere hacer cumplir los deseos de los amos del corral. Son este amos y sus mayordomos, los que deciden quién juega y quién no, quién interviene y quién no, y quién les sirve de coartada "democrática" —otro mal menor— sin ponerlos rojos.

Ahora ha visto tarjeta roja —del todo inmerecida— el diputado Alberto Rodríguez, y ni los suyos lo defienden como haría falta. A Meritxell Batet ya no le venía de nuevo el besamanos a Marchena, el auténtico Sauron y señor de los poderes (aunque esté por delegación). Tenía práctica, junto con el que fue presidente del Senado, Manuel Cruz, dejaron sin escaño de diputado a Oriol Junqueras, Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull y de senador a Raül Romeva, antes de haber sido juzgados y condenados.

Incluso la retirada del acta de diputado del presidente Quim Torra y Plan|Plano, sugiere nuevas lecturas a la versión de Whasington del poema de Martin Niemöller

"Primero vinieron a por los socialistas,

y yo no dije nada, porque yo no era socialista.

Después vinieron a por los sindicalistas,

y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.

Después vinieron a por los judíos,

y yo no dije nada, porque yo no era judío.

Después vinieron a por mí,

y no quedó nadie para hablar por mí "

 

Si no somos nosotros.... ¿quién queda para hablar ahora?