El señor Eme punto Rajoy, hace 17 años, recogió firmas por todo el Estado español en contra del Estatuto de Catalunya, aquel que lleva el nombre de Miravet (como Núria y Sau lo habían llevado antes). Bajo el lema Todos tenemos derecho a opinar presentó cuatro millones de firmas en el Congreso pidiendo que la aprobación del nuevo estatuto catalán fuera votado por todos los españoles en referéndum. Sí, el PP quería un referéndum.

Eso de financiar autobuses para que los manifestantes vayan gratis a concentraciones de dudosa legitimidad, en el Ebro también ya nos lo conocemos. A principios del siglo XXI el PP de Aznar financiaba el desplazamiento (bocadillo incluido) a aquellos ciudadanos que exigían el trasvase. Aquel Plan Hidrológico Nacional acabó naufragando después de años de lucha y resistencia social, aunque el río y el Delta todavía hoy estén en peligro.

En su día, el defenestrado Pablo Casado no quiso ser menos y en 2021 recogió firmas contra el indulto a los políticos independentistas, aunque la estrategia no le había salido muy bien a su predecesor. Dos años antes, además, se habían manifestado de la manita del PP, VOX y Ciudadanos para echar a Pedro Sánchez de la Moncloa, debido a su acercamiento a los catalanes. Sí, aquella asquerosa foto de la plaza Colón que tuvo alguna que otra previa y réplica, incluido el actual ministro de cultura, Miquel Iceta, haciéndose selfies.

Este continuo día de la marmota anticatalán hace años que dura —siglos, de hecho— y ahora tiene una reválida en manos de Feijóo, que se atrinchera en la calle contra la amnistía para tapar el fracaso anunciado de su próxima investidura fake. Lo de ayer fue más un mitin por si viene una repetición electoral que otra cosa. Aznar, Rajoy, Casado y Feijóo. Los cuatro jinetes del apocalipsis pepera han ido haciendo embestidas contra nuestro país, Catalunya, sin vergüenza ni caretas y apuntalados en cada momento por diferentes compañeros de marca blanca, como los afortunadamente en liquidación Rivera y Arrimadas o los todavía peligrosamente protagonistas Abascal y su grupo de fachas.

El Estado está preocupado porque la amnistía podría suponer acabar con lo régimen del 78. Pues, precisamente

Los herederos del franquismo siguen usando cierta terminología nostálgica (tildar de golpistas a los independentistas) para mirar de situarnos en una tesitura cómoda para ellos y proclive al Código Penal. Ya se desgañitaba hace poco otro Sant Cristo gros del PP, Esperanza Aguirre, cuando decía que conceder la amnistía sería acabar con el régimen del 78. Pues, precisamente señora, precisamente. Que a usted la amnistía de 1977 no le escoció nada porque perdonaba los crímenes de guerra de su franquismo.

No obstante, las siglas no son las únicas que aspiran a asentar cátedra. El Estado, como maquinaria, no distingue partidos cuando se trata de defender su frágil unidad. Solo hay que ver cómo se han vuelto a hacer amigos de conveniencia Felipe González y Alfonso Guerra, que desde el antiguo PSOE ni se hablaban y ahora van juntos de gira contra Catalunya. Pocas cosas unen tanto como el ego y un enemigo común. Nada nuevo: que aquel que, burlándose, dijo que el Estatuto se lo habían cepillado, ahora critica a su oponente política por cómo y cuándo se peina. El mismo machismo de siempre, que cuando ve a mujeres en el poder —en el gobierno o en el fútbol— las (infra)valora más por la imagen que por las neuronas.

Cuando tienes que subvencionar los miembros de una revuelta es que quizás muy revolucionaria no debe ser y cuando pasan las décadas y sigues recogiendo firmas para nada (las 876 cajas del 2006 contra el Estatuto siguen acumulando polvo en un almacén del Congreso) quizás es que atizar el odio y aferrarte al poder es la única premisa de tu miserable ideología. Un estado en descomposición que se sostiene, en gran medida, por aquellas naciones a las cuales no respeta y que sistemáticamente votamos lo contrario que el opresor.

Sea como sea y a pesar de todos los esfuerzos de la España profunda y rancia, aquel trasvase propuesto en septiembre de 2000 no se hizo. Aquella sentencia de 2010 que recortaba el Estatuto generó todo el proceso de independencia que todavía colea. Los de la foto de Colón algunos ya están en la papelera de la historia y, a pesar de las firmas y los aspavientos, aquellos indultos llegaron. Yo, si fuera uno de los convocantes de la protesta de ayer contra la amnistía, no estaría tranquilo. No tanto porque se pueda confiar en Sánchez y el PSOE (que ya sabemos que no) como porque la aritmética y los precedentes avanzan hacia otro lugar. Quizás hacia una transición que, esta vez sí y 40 años más tarde, sea real y haga fuego —y país— nuevo.