Porque todavía no se percibe su importancia; por la forma en la que se ha producido; por cómo se ha anunciado. Y, digámoslo claro, por los obstáculos que todo el mundo supone que habrá para aplicarla, el acuerdo por la ley de amnistía ha tenido poca celebración. No han salido a celebrarlo ni los propios represaliados a quienes este acuerdo libera de injustas e incómodas situaciones. Supongo que tal y como la procesión iba por dentro mientras sufrían la represión, ahora han optado por la misma dinámica. También han sido muy contenidos los que valoran el acuerdo porque sobre todo ven la virtud de alargar el gobierno del PSOE en Madrid. Es normal, hace solo cuatro días no querían oír ni hablar de la amnistía. Hacen de la necesidad de virtud. Por su parte, el independentismo ha hecho como hace demasiadas veces, ha interpuesto primero los intereses de partido a los de país —al menos a la hora de celebrarlo, ya que consta que Junts y Esquerra sí unieron esfuerzos durante la negociación— unos insistiendo en que la primera versión ya era lo bastante robusta —¡pero si al día siguiente de decir esto un diputado tuyo se fue al exilio!—, otros subrayando su éxito, algo que en este caso parece más razonable. Y una minoría diciendo que es rendirse. Entre unos y otros, cuesta mucho dejarse llevar por la euforia. Pero hay motivos, al menos, para la alegría. Por lo que representa para los represaliados, que han resistido con gran patriotismo su situación, y por lo que significa políticamente.

Había que cobrar por adelantado y no ha sido exactamente así: el catalán en Europa está pendiente, la amnistía no ha sido previa a la investidura, pero se ha cumplido y ahora comienza un nuevo capítulo, los presupuestos

Este acuerdo por la ley de amnistía es un gran éxito de país. Y me parece muy saludable subrayar que lo ha logrado la política. Al menos la política; cierto que ha habido más gente defendiendo la amnistía y trabajando en ella. Pero sobre todo la política. Se ha logrado este éxito porque Esquerra y Junts, Junts y Esquerra han trabajado coordinadamente en la gestión de las enmiendas. Su trabajo juntos durante la segunda negociación de la amnistía no ha permitido triangular al PSOE como en la primera. La ley de amnistía, ese acuerdo entre Catalunya y el Estado, refuerza el sentido político del Uno de octubre. Una amnistía es algo extraordinario. Salvo las amnistías fiscales, que son otra cosa, la última en España data de 1977. Que se utilice este recurso para acabar con las represalias civiles, políticas y económicas derivadas del proceso de independencia de Catalunya le da al Uno de octubre de 2017 una gran potencia política y le reserva un lugar destacado en la historia. Por último, el acuerdo vuelve a situar en plano de igualdad al independentismo con el resto de fuerzas políticas, tanto de Catalunya como del Estado. No es sencillo circular por la agenda ordinaria del día a día teniendo presos, exiliados, represaliados, etc.

Son motivos para la esperanza: se ha hecho buena política, ERC y Junts han cooperado pensando en un bien superior al electoral, fija el Uno de octubre como lo que es: una gran hazaña política, y vuelve a poner el independentismo en plano de igualdad. Pero también existen motivos para la prudencia. Empezando por el calendario que, contando con que Vox y PP pondrán tantas trabas como puedan y más, irá del Congreso al Senado y del Senado al Congreso, agotando plazos hasta, al parecer, finales de mayo. También hace falta prudencia sobre la reacción de la judicatura y la aplicación de la ley. Queda claro que una vez publicada en el BOE, la ley es de aplicación inmediata. Y que si un juez decide no aplicarla estará prevaricando. ¿Será suficiente esto en España? También hace falta prudencia pensando en la agenda de la legislatura. En este caso, prudencia a la hora de no lanzar las campanas al vuelo, puesto que el compromiso del independentismo no es solo la amnistía, sino amnistía y autodeterminación. Junts ha mostrado una nueva forma de funcionar que parece que el PSOE empieza a entender, haciendo de la necesidad virtud y sobre todo viendo los escándalos que le están saliendo. Pero las palancas se van acabando: mesa del Congreso, investidura, presupuestos. Había que cobrar por adelantado y no ha sido exactamente así: el catalán en Europa está pendiente, la amnistía no ha sido previa a la investidura, pero se ha cumplido y ahora comienza un nuevo capítulo, los presupuestos. Veremos lo que propone el independentismo. Pedir según qué a cambio de unos presupuestos podría parecer desproporcionado. Pero puede ser la última vez en que el autor del Manual de resistencia te necesite de verdad para resistir y tú dijiste amnistía y autodeterminación.