"¡No nos hemos dejado intimidar por aquellos que nos han encarcelado, no nos dejaremos intimidar por aquellos a los que les da pereza defender la libertad de nuestro país por todas partes!"
Oriol Junqueras
16 de julio de 2022 en Sant Sadurní d'Anoia

Arnaldo Otegi y Oriol Junqueras fueron a la vigésimaquinta Acampada Jove del Jovent Republicà. Ahora, en Sant Sadurní de Anoia después de unos años en Montblanc. Decían algunos de los veteranos militantes republicanos del pueblo, como el incombustible Joan Bricollé, que no se había visto en el pueblo nada parecido. Más allá de los miles de jóvenes que asistieron a los conciertos de Buhos y la Pegatina, entre muchos otros, y de la expectación generada entre los vecinos y los comerciantes, hay la visita del mismo presidente Aragonès y de consellers como Joan Ignasi Elena (Interior) o Tània Verge (Igualtat). También visitaron la Acampada Raül Romeva o el omnipresente Isaac Peraire, que tantas Acampadas Joves ha celebrado y que hoy es el secretario de la Agència Catalana de Residus, así como Pau Morales o Marta Vilalta, ahora diputados.

En el mitin en que se fundía el cemento también había la alcaldesa de Sant Cugat del Vallès, Mireia Ingla; siempre con una sonrisa. O el de Sant Quintí de Mediona, Pol Pagès. Torrelavit, Manel Raventós. De Gelida, Lluïsa Llop. Y tantos otros, como Pere Vernet, futuro alcalde de Sant Sadurní d'Anoia si no lo frustra un acuerdo entre socialistas y Junts, maniobra que ya intentaron hace tres años.

Otegi a menudo explica que se tiene que aprender del pasado y que una de las lecciones de vida de la izquierda abertzale es que el axioma cuanto peor mejor era un error

Centenares de personas aceptaron estoicamente la invitación a asistir al acto político que se hacía delante de el Ayuntamiento, a las cinco de la tarde, en pleno sol y en una plaza cerrada. No corría el aire y, aun así, centenares siguieron un mitin que tenía como grandes protagonistas a Junqueras y Otegi. Dos colosos, secundados por la concejala de Cultura sadurninense, Marta Castellví, y la portavoz del Jovent Republicà, Kènia Domènech. Todo ello acompañado de la actuación musical de Fina Pintado, que en solitario y guitarra acústica en el hombro se exhibió con una voz tan potente como cautivadora, savia nueva en tierras del cantautor Pep Picas.

No era el único acontecimiento político del fin de semana. Que Otegi estuviera con Junqueras y en la Acampada del Jovent Republicà y no en otra jarana explica muchísimas cosas. El referente vasco de Junqueras no puede ser hoy otro que EH Bildu, dado que el PNV asistió con indiferencia y un punto de desdén a todo lo que representó el 1 de Octubre. Pero el de Otegi podía haber sido la CUP, con los cuales Sortu mantiene una excelente relación. O también la retórica del no surrender que tantos años fue signo distintivo de los sectores más combativos de la izquierda abertzale y, en particular, de Jarrai, las juventudes del bloque KAS que proclamaba en cada pared "Borroka da bidea" (la lucha es el único camino). Es chocante que cuando eso pasaba, la mayoría de cabezas visibles juntaires festejaban otro tipo de alianzas y firmaban la ley para ilegalizar partidos ideada por Aznar. No tengamos memoria de pez.

Junqueras podía escoger poco. Pero Otegi, sobre el papel, lo podía hacer a tres bandas y optó por una con toda claridad y compromiso. No se puede en absoluto decir que Otegi haya jugado a la indefinición.

Otegi a menudo explica que se tiene que aprender del pasado y que una de las lecciones de vida de la izquierda abertzale es que el axioma cuanto peor mejor era un error. Y tampoco se puede decir que la izquierda abertzale se quedara en la retórica. No era parole, no era gesticulación. Era una aterradora dinámica que también tenía nefastos costes humanos para los mismos militantes abertzales.

Volviendo a Junqueras y a su mensaje. Es obvio que tenía unos evidentes destinatarios, pero, de rebote, también lo tendrían que escuchar las propias filas, a menudo acomplejadas por el ruido ambiental y por una retórica tan impostada como inquisitorial.