Si la lista de la ANC tiene un futuro negro, la Aliança Catalana de Sílvia Orriols tiene recorrido. No solo porque así lo recogen tozudamente los onerosos trackings de los partidos —que son los que de verdad se gastan el dinero—, sino porque a la Aliança de Orriols —partido decididamente islamofóbico— la favorece una corriente de fondo europea. Mundial. Hoy, Aliança Catalana entraría en el Parlament aunque no tiene ninguna infraestructura de país, mientras que para la lista que impulsa la ANC, con decenas de miles de adheridos y secciones locales en gran parte del país, pintan bastos. La ANC, por el contrario, no tiene espacio, porque el espacio que plantea languidece y ya está cubierto y cautivo desde hace tiempo por una opción versátil con un liderazgo mesiánico que combina las maniobras estratégicas con la gesticulación mayestática.

La cohesión y el futuro del país son frágiles para una nación sin estado que ha multiplicado exponencialmente su demografía por las sucesivas y masivas olas migratorias

En caso de que sea como sucedió en Ripoll —o hasta cierto punto, en Manresa—, el principal damnificado por la concurrencia de la Aliança de Orriols sería el partido de Puigdemont. También en el caso de la ANC, si finalmente articula una lista. Más claro, el agua. Y si bien no exclusivamente erosionaría Junts, sí en buena parte. También eso explica los flirteos juntaires con el discurso que vincula criminalidad a inmigración. Es un movimiento sobre todo a la defensiva y, obviamente, a merced del viento. Otra cosa es esconder la cabeza debajo el ala y no entender el impacto que tiene haber pasado de 6 a 8 millones en dos décadas. Y el reto mayúsculo que comporta. En todos los ámbitos: sociales, educativos o estrictamente de país. Nada que no planteara un humanista como Josep Benet. La cohesión y el futuro del país son frágiles para una nación sin estado que ha multiplicado exponencialmente su demografía por las sucesivas y masivas olas migratorias.

La Aliança de Orriols no es Vox. Y no solo por el eje nacional. Básicamente, es un proyecto que incide en la vertiente identitaria, explota electoralmente la inmigración (como Albiol en Badalona) como cebo electoral y una de tantas facciones indepes que capitaliza y atiza la frustración post 2017. Si siendo tan débil estructuralmente tiene claras expectativas electorales, es por su discurso contra la inmigración —sobre todo de signo islámico, en consonancia con la realidad ripollense— y no porque enarbolen esteladas como atrezo. Y es justamente eso, el discurso contra la inmigración, lo que les puede dar réditos electorales. Es cierto que tampoco ofrece nada más que pueda seducir al electorado potencial. Pero no es menos cierto que lo que vende —antiinmigración— tiene, desdichadamente, una enorme capacidad de seducción.