Uno de los cardenales que más me ha gustado poder escuchar en persona es a Carlo Maria Martini, el Martini Rosso. Elegante, culto, pulcro, inteligente. Una especie de padre Batllori, el mallorquín enciclopédico y erudito, también miembro de la Compañía de Jesús. Él dijo que "estaba seguro" de que Benedicto XVI nos reservaba sorpresas en relación con los estereotipos que se le habían aplicado un poco superficialmente. Bingo. El papa Benedicto XVI fue el protagonista de un pontificado con "sorpresas", como también vaticinaba el sacerdote y periodista Jesús Infiesta en un libro que cuando escogieron a Ratzinger tituló, precisamente, Benedicto XVI, las sorpresas de un pontificado (San Pablo). Nadie previó, por ejemplo, que sería el papa que renunciaría a ser papa, el rasgo que más lo ha singularizado.

Heinz-Joachim Fischer, en Benedicto XVI, un retrato (Herder), observaba que en sus años más batalladores, Ratzinger estimulaba la réplica con sus colegas académicos, y si se ponía inflexible (insobornable, dice él), era por "alergia" a todas las burradas que se difundían en la Iglesia y en el mundo. Era un desenmascarador de necedades. A pesar de ser autor de numerosísimos libros y artículos, fue un papa que lo que siempre había querido era revisar y profundizar lo que se había escrito antes. Era más de analizar lo que ya había que inventor de grandes conceptos noveles. No pretendía ser un papa creativo, sino un papa divulgador. Escribió tres encíclicas: Deus caritas est (2005), sobre el amor ascendente —eros— que busca a Dios, y el amor descendente —ágape—, que transmite a los otros este amor recibido; Spe salvi (2007), sobre la esperanza; y Caritas in veritate (2009).

Benedicto XVI era el papa equilibrado, simétrico, de prudencia y orden sin inmovilismos

Ratzinger era muy vehemente cuando atacaba la vida cómoda y el poder, y como austero teólogo bávaro, era enemigo de los excesos y del prestigio, que veía como tentaciones a evitar. Era el papa equilibrado, simétrico, de prudencia y orden sin inmovilismos. Él y otro cardenal de los Estados Unidos eran los únicos cardenales que en el cónclave donde fueron escogidos no habían sido creados por Juan Pablo II. Benedicto XVI recuperó una praxis anterior a 1971 que consistía en presidir solo las canonizaciones, y no las beatificaciones, que dejaba en manos de los cardenales. Así, se evitó muchos desplazamientos fuera de Roma y redujo la presidencia de celebraciones, que habían sido estelares bajo Juan Pablo II.

Tenía un cerebro muy dinámico, vivo, saciado de conocimiento. Quería comprender. No siempre supo rodearse de los mejores, un privilegio que todos los pontífices intentan tener controlado. Hubo intentos de manipulación, incluso de engaño. Quiso dialogar con quien le quería diseminar cizaña y discordia, tarea agotadora, y lo hizo hasta el final. Era un papa íntegro, visto por muchos sectores como integrista. Para muchos, el último papa legítimo. Deja un pontificado impresionante, y un pospontificado muy inaudito y que ha propiciado la comparación con Francisco de manera constante. Tres fueron sus preocupaciones durante el pontificado: la relativización de la idea de salvación que trae Jesucristo, un cierto paralelismo entre fe y política y la decadencia de la liturgia.

Ratzinger ha sido un teólogo minucioso y paciente que, a pesar de ser defensor de sus ideas, ha sido consciente de que en el mundo reinaban muchas otras

Ciertamente, no recordaremos a Ratzinger como un activista social, pero sería un error contemplarlo solo como un papa con un libro en la mano. Ratzinger ha sido un teólogo minucioso y paciente que, a pesar de ser defensor de sus ideas, ha sido consciente de que en el mundo reinaban muchas otras.

Admirado, respetado, odiado, pero también querido, como los grandes personajes que no pasan de cualquier manera por este mundo. El último papa con zapatos rojos, ahora ya descalzo y hacia la eternidad.