Una de las pocas series que me ha enganchado últimamente es una que hacen en HBO y que se llama Here and Now. La serie se adentra en los dramas famíliares de una casa norteamericana que parece una elegía y al mismo tiempo una caricatura de los discursos multiculturales que inspiraron los mandatos de Obama y Zapatero.

Quizás mi lectura es demasiado creativa pero me parece que la serie da un contrapunto magnífico a los problemas de la América profunda que tan bien ha explotado Donald Trump. A diferencia de los votantes de Trump, los protagonistas de Here and Now no se mueven empujados por la envidia o la nostalgia, sino por la angustia y la desorientación.

Todas las historias giran en torno a un matrimonio blanco, formado por una pedagoga y un profesor universitario de éxito, que estan cerca de la jubilación. Tres de sus cuatro hijos son adoptados. Hay una chica negra, un chico vietnamita y un joven hispano, cada uno con sus traumas infantiles correspondientes.

La hermana pequeña, que es la hija natural, se enreda con un amigo musulmán del colegio que va por su casa disfrazado de mujer con el consentimiento de los padres, que son iranianos. El vietnamita cultiva su cuerpo apolíneo, pero evita follar porque el sexo le recuerda a su madre prostituta. La negra está casada con un blanco, pero eso no impide que se sienta reprimida y estigmatizada.

El hijo hispano, que crea juegos de ordenador y es homosexual, se enreda con un indigente sin saberlo y tiene alucinaciones terribles, que lo conectan con el pasado de algunos vecinos, como su propio psiquiatra, que ya empieza a desequilibrarse. Este personaje tiene un rol casi poético que pone en evidencia como el trasfondo irracional y misterioso de las comunidades humanas emergeix a medida que la cultura deja de explicar la vida.

La serie describe, sin cursileria ni resentimiento, el caos que se apodera de las sociedades cuando los que mandan tienen demasiadas dudas para mandar y los que obedecen están demasiado resentidos para obedecer o para escuchar. El dogmatismo rabioso de los americanos marginados por la globalización se convierte en una búsqueda de sentido absurda y desesperada en la América opulenta, cosmopolita y educada que describe la serie.

El matrimonio y la universidad, que habían dado un equilibrio mágico al capitalismo, ya no parecen suficientes para vertebrar una buena vida. El valores democráticos son pervertidos por la hipersensibilidad que genera el dolor. El pensamiento racionalista se hunde ante los ojos de los hombres más despiertos, que sólo parecen capaces de encontrar consuelo luchando contra sus perqueños fantasmas.

El confort que añoran las comunidades industriales destruidas por el paro ya no parece suficiente para volver a articular el viejo sueño americano. Obama parece un precursor tan destructivo como Trump, visto a través del prisma de la serie. El título, Aquí y ahora, está muy bien encontrado, porque el presente coge una categoría de prisión, cuando la inteligencia no sabe proyectarlo ni para adelante ni para atrás.

Atrapada en las contradicciones de una sociedad cada vez más compleja, la vanguardia de Occidente parece falta de genios creativos que avancen en la oscuridad como Dioses sonrientes y juveniles, invulnerables a los desastres que se van incubando a su alrededor. Cuando el miedo y la ira reducen el amor a un sentimiento disperso que apuñala la vida más que la despierta, es que la cosa se pone fea y están a punto de aparecer los ángeles exterminadores.