Cuando se miente durante mucho tiempo a mucha gente, al final termina por no funcionar. Y la gente termina dándose cuenta, comienza a tirar del hilo, y las mentiras van cayendo como cartas en un castillo de naipes. 

Ciertamente, durante el tiempo que dure la mentira, los interesados en ella y en mantenerla habrán sacado el beneficio que pretendían. Poco les importa que todo caiga si ellos se marchan ya con los bolsillos llenos (que suele ser lo que interesa a quienes apuestan por mentir sistemáticamente). 

Durante los últimos años hemos consumido mentiras por encima de nuestras posibilidades. Las mentiras constantes sobre el procés, donde los medios de comunicación han mantenido el relato españolista, generador de odio hacia lo catalán; donde los políticos han alimentado la maquinaria de la represión fundamentada en trolas; donde las togas han machacado con base en denuncias construidas sobre inventos. El imperio de la mentira pisó con fuerza. 

Y de esa mentira, se desgranan otras. Las promesas dentro del independentismo, que no se iban a cumplir. La de mantener la lealtad, la unidad, la transparencia y el esfuerzo por el objetivo común, que se suponía era crear un proyecto de república. Ahora se ve que ha habido un uso de la información y de la comunicación, fundamentalmente muñidor de la mentira, para generar ilusión en una sociedad que ya parece haberse dado cuenta del juego de algunos. 

Y ese juego no es otro que buscar la independencia dentro de un ámbito autonomista, pero sin hacer lo necesario para conseguirla. Porque se vive muy bien siendo el indepe del autonomismo y en ese espacio, cualquiera que pueda ir en serio, cualquiera que quiera hacer efectivas las promesas sobra. La historia reciente está llena de ejemplos en los que hemos visto saltar las promesas entre los principales referentes; donde les hemos visto decir una cosa y hacer la contraria. Donde hemos comprobado cómo se ha dejado a gente por el camino, cómo se ha engañado a unos y humillado a otros. 

Y para evitar que se informase de los atropellos producidos y, especialmente, los que se cometen ahora y los que están por venir, nada mejor que el apagón informativo. La censura y la imposición del entretenimiento en lugar de la información. Chimpón. 

Durante el tiempo que dure la mentira, los interesados en ella y en mantenerla habrán sacado el beneficio que pretendían. Poco les importa que todo caiga si ellos se marchan ya con los bolsillos llenos

La mentira nos ha gobernado durante la pandemia. Una tras otra. Y con la colaboración fundamental del miedo, la gente ha masticado trolas que son imposibles de digerir. Una detrás de otra. Dichas a todas horas, desde todos los canales, desde todos los partidos, con uniformes y con batas blancas. Dichas desde todas las esferas del poder. Y mientras las trolas funcionan, los bolsillos de algunos se llenan

Ahora que la cosa se desmonta, hay que hablar de otro tema, porque es fundamental que la mayoría social se distraiga para no atar cabos. No vaya a ser que la gente comience a pensar que nos han obligado a hacer cosas absurdas, incluso peligrosas para nuestra salud, sin más objetivo que el del control social y el beneficio de la farma. 

Las mentiras han pasado al siguiente plato del menú. La guerra de Ucrania ha sido de nuevo otra máquina de hacernos comer mentiras. Una detrás de otra. No pasa nada, ya teníamos hecha la mandíbula después de todos estos años masticándolas de distintos sabores, pero de la misma pasta. Nos han estado ocultando información, manipulándola, adulterándola deliberadamente desde 2014. Y sobre todo durante los últimos meses. 

Y cuando se consume algo adulterado, al final termina sentándote mal. Y eso es lo que está empezando a suceder ahora, cuando se empieza a preguntar no poca gente por lo que está sucediéndonos en Europa. 

Mentir nunca sale bien. Jamás. Por mucho que los necios, los tramposos y los traidores sigan usando la mentira como herramienta. Y a los hechos me remito. 

Ahora ya casi nadie se quiere inocular inventos que han demostrado no ser lo que nos prometieron (y que incluso pueden ser muy peligrosos); ahora ya se ve a qué han jugado algunos en el independentismo (a colocarse y tener poder, pero sin la más mínima intención de cumplir con lo prometido); y ahora ya empezamos a ver que la supuesta defensa de Ucrania en realidad podía ser una treta para que Europa se sometiera más todavía al deseo de los Estados Unidos. 

Ahora que estamos de rodillas y empachados de trolas, ¿vamos a reaccionar? ¿O vamos a seguir masticando y esperando a que llegue la siguiente?