En la masía donde el sábado negociaban Jordi Sànchez y Pere Aragonès se declaró un incendio en el cobertizo que tienen al lado. Lo provocó un cortocircuito en un tractor y el fuego se extendió tanto que para extinguirlo tuvieron que intervenir los bomberos, la ADF y los vecinos. Esto fue el domingo, cuando los negociadores ya se habían trasladado a otra masía, a Can Magarola, en Alella. Fue en este paraje del Maresme donde en el último suspiro Sànchez y Aragonès llegaron a un acuerdo. El fuego en la finca osonenca de El Soler de n’Hug me parece una gran metáfora de cómo habría podido acabar el persistente enfrentamiento entre Esquerra y Junts. Optar por jugar a la ruleta rusa electoral hubiese sido una grave irresponsabilidad. Además, según las últimas encuestas, el 80% de los votantes independentistas reclaman persistentemente la unidad entre los tres partidos.

Hay quien dice que una negociación relámpago como esta habría podido realizarse al cabo de 48 horas del 14-F. Se equivoca. Para que la política se convierta en prosa, primero necesita tiempo. Además, una negociación consiste en un acercamiento entre dos partes opuestas hacia una posición mutuamente aceptable mediante la cual los que negocian obtengan beneficios. El proceso de maduración de una negociación también depende de la conciencia sobre la fuerza que uno tiene, de la presión ambiental y de la evaluación de riesgos. Si los sectores más intransigentes de cada partido creen que este es un acuerdo exiguo, unos porque lo ven meramente autonomista y los otros porque piensan que es demasiado independentista, eso significa que está bien. Los comunes también están que trinan porque creen que Esquerra los ha utilizado. Que no les quepa duda de ello. Esquerra exploró una vía alternativa al pacto con Junts hasta que constató que el sustituto, el PSC (o sea el PSOE), no movería ficha. Junts se dio cuenta de la maniobra y después de recuperarse del susto subió el precio del pacto. Quien no lo sepa leer en las cuarenta y seis páginas del acuerdo es que está ciego. La política es un juego de estrategia que brinda ventajas a quien sabe ver la jugada siguiente antes de que el contrincante mueva ficha.

Un gobierno como este, que debe saber combinar la gestión del conflicto con el estado con la administración del bienestar y la seguridad ciudadana, solo saldrá adelante si los responsables de cada departamento son competentes y políticamente fuertes

Ahora ya tenemos acuerdo. Y en Madrid la prensa españolista ha montado en cólera. Es un acuerdo suficientemente abierto para que las dos estrategias que sostienen Esquerra (mesa de diálogo) y Junts (confrontación democrática) estén contempladas. Uno de los consensos acordados es muy explícito: “Compartimos la apuesta por el diálogo y la negociación política para resolver el conflicto político existente, así como la necesidad de una confrontación cívica y pacífica para forzar el Estado a asumir la realidad hasta ahora negada”. Los que aseguran que a raíz del pacto “ningún partido con representación parlamentaria reivindicará el mandato del 1-O”, quedan desmentidos con la literalidad de otro compromiso: “Compartimos que solo un referéndum de autodeterminación acordado con el estado español puede sustituir el mandato político del referéndum del 1 de octubre de trabajar para que la República catalana se haga realidad”. La responsabilidad de cada partido es, precisamente, esta: velar porque la defensa del 1-O tenga una traducción real. No debe repetirse un 27-O vergonzoso.

Las intervenciones de Sànchez y Aragonès en la presentación del acuerdo en los jardines del Palau Robert reflejaron la doble alma que lo inspira. Aragonès leyó su intervención, insistiendo en el doble lenguaje que utiliza Esquerra para contentar a los federalistas del partido, refractarios al pacto con Junts, mientras que Sánchez hizo una intervención sin papeles, muy articulada y nada improvisada, para dejar claro que el conflicto independentista sigue abierto y que seguirá así por mucho tiempo si el Estado no reacciona. La amnistía es el paso previo para creer en el diálogo. El papel lo aguanta todo, ya se sabe, y a partir de ahora habrá que estar muy atentos para evaluar cuál es la evolución de lo acordado. El número de comisiones bilaterales demuestra que la desconfianza entre los dos socios está muy viva, pero también tiene la virtud de aislar el Govern de los posibles líos. Y es que entretanto no se resuelve el conflicto hay que gobernar, que también era la responsabilidad del anterior gobierno y que solo se vio obligado a ello —y fue una suerte que el presidente Torra supiera reaccionar a tiempo— al declararse la pandemia. El mejor gobierno, a pesar de los desajustes y la ineptitud de algunos consejeros, que pedían a gritos ser cesados, se ha podido ver en el tiempo de descuento de un presidente que se resistió a jugar el papel acordado en Waterloo: gobernar la autonomía.

A pesar de ciertas incongruencias, como por ejemplo aparejar Agricultura con Canvi Climàtic, que es tanto como querer que el lobo y el cordero se entiendan, la estructura del Govern tiene sentido y el reparto de responsabilidades es más equilibrado que en la etapa anterior. Me parece un gran acierto que haya desaparecido el Departament de Governació, porque  Administració i Funció Pública tiene que estar ubicado en Presidència si se cree de verdad en la importancia del sector público. Del mismo modo, encuentro acertadísimo la aparición de los dos nuevos departamentos (Feminismes e Igualtat i Recerca i Universitats), más necesarios que nunca, y la reformulación del antiguo Departament de Territori para convertirlo en el Departament de Polítiques Digitals, Infraestructures i Agenda Urbana. Que el Departament d’Afers Socials ahora pase a denominarse de Drets Socials es un adelanto ideológico que espero que no sea simplemente estético. Pero un gobierno como este, que debe saber combinar la gestión —y a ser posible la resolución— del conflicto con el estado con la administración del bienestar y la seguridad ciudadana, solo saldrá adelante si los responsables de cada departamento son competentes y políticamente fuertes. Estas dos condiciones son tan imprescindibles como asegurar la paridad de miembros del Consell Executiu.