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1. El pasado jueves, ElNacional.cat entrevistó a Oriol Junqueras, el presidente de ERC todavía injustamente encarcelado. Ya sabemos cómo actúan los poderes del estado español, especialmente el judicial. La preservación de la unidad de España, a cualquier precio, nos ha llevado a una situación límite, en la que los derechos civiles y humanos son conculcados con una falsa apariencia de constitucionalidad. Este no es un fenómeno que solo afecte a Catalunya. Se ha repetido en todo el mundo. La lucha de muchas minorías nacionales que han querido independizarse ha acabado en tragedia. Que se lo pregunten a los armenios o a los kurdos, dos pueblos que han sido objeto de todo tipo de atropellos. O a los saharauis, que hasta el 1976 eran considerados españoles, pero que después fueron abandonados a manos de la monarquía constitucional marroquí, como dijo mi amigo y antiguo alumno Alberto Maestre en un buen libro. Los llamados Hombres del 28 de octubre (Tomáš Garrigue Masaryk, Edvard Beneš y el eslovaco Rastislav Štefánik) impulsaron actividades diplomáticas y militares para conseguir la independencia de Checoslovaquia en 1918, un estado que desapareció el 1989, y eso los llevó al exilio. La represión ha sido la tónica de los estados consolidados contra las minorías, como dejó escrito el fallecido Jordi Ventura en Sis rostres del nacionalisme a Europa.

2. Lo más destacado de las declaraciones de Junqueras queda recogido en el titular de la entrevista realizada por Marina Fernández: “Ningún país ha llegado a la independencia con el 50% en contra”. La respuesta exacta de Junqueras es algo así como un sí pero no para contentar a su parroquia: “No hay ningún país que haya llegado a la independencia si no tenía al menos el 50% de los votos a favor. Y no hay ningún país que haya llegado a la independencia cuando tiene el 50% de la sociedad en contra. Ninguno”. Es evidente que para ganar un referéndum debe superarse el 50%. La segunda parte de la afirmación es una perogrullada pleonástica. ¿Qué quiere decir realmente el presidente de Esquerra? O mejor aún: ¿qué insinúa con esta calculada ambigüedad? La respuesta es esa consigna que los dirigentes del partido republicano repiten al unísono: que el independentismo es minoritario y, por lo tanto, que debe optar por la vía lenta para acumular fuerzas. El razonamiento tiene un agujero muy grande, según Francesc Abad, un gran especialista en el análisis demoscópico. En un hilo de tuits reciente, Abad explicaba que de trasladar a votos las encuestas del CEO, el 48,7% a favor de la independencia que reflejaban en 2017 se proyectaría claramente, incluso con una participación de más del 80%, por encima del 55%. ¿No es este un porcentaje suficiente para validar la separación?

La disputa entre estrategias no es sobre tantos por cientos, sino sobre cómo lograr una vía que permita proclamar la independencia, mediante un referéndum, y que dure por lo menos hasta que unas nuevas generaciones decidan otra cosa

3. En otra entrevista, el exconseller Raül Romeva puso en cuestión la fortaleza actual del independentismo para justificar los acuerdos con los comunes con el cebo de que están a favor del referéndum. Quizás que nos arrancáramos la venda de los ojos, porque todo el mundo puede ver que el gobierno de coalición español no tiene ninguna intención de propiciar ni la amnistía ni el referéndum, a pesar de lo que diga Jaume Asens, presidente del grupo parlamentario de Podemos-Comuns. Las trampas están al orden del día. El 14 de septiembre de 1946, las Islas Feroe celebraron un referéndum de independencia y el sí alcanzó un 50,74% con una participación del 95,9%. Dinamarca se negó a reconocer aquella independencia argumentando que una mayoría de votantes feroeses (¡49,26%!) no la habían apoyado. Así pues, no es el tanto por ciento lo que dictamina la victoria, sino el reconocimiento del estado del cual dependías o de la comunidad internacional, que es lo que pasó en Kosovo. El 22 de septiembre de 1991, Kosovo celebró un referéndum, que la comunidad serbia boicoteó, pero los partidarios de la independencia lograron un 99,98% de votos con una concurrencia del 87%. La comunidad internacional había establecido que la participación tenía que ser del 66,7% del censo y que la mitad de los votantes se manifestaran a favor de la secesión. No sirvió de nada. La declaración unilateral de independencia de Kosovo no llegó hasta 2008 y el gobierno del PSOE, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, otro “progresista”, se negó a reconocerla y mandó retirar las tropas españolas de aquel territorio para manifestar su disconformidad, con los ojos puestos en Catalunya, con la autodeterminación kosovar.

4. Para dedicarse a la política es necesario saber un poco de historia. Junqueras es historiador y, puesto que tiene una memoria prodigiosa, sabe un montón de cosas. Pero desde que se dedica a la política a menudo desprecia lo que estoy seguro de que sabe perfectamente. En la era de las noticias falsas, las distorsiones y el populismo, es fácil caer en la trampa de los tantos por ciento que siempre esgrimen los españolistas. Puestos a apelar a porcentajes de adhesión, también sería legítimo defender que no se puede imponer la autonomía al 90,18% de los votantes que el 1-O aprobaron la independencia en un referéndum con plenas garantías legales, solo alteradas por la intervención policial, y en el que participó un 43,03% del censo. Junqueras está en prisión, precisamente, porque formaba parte del gobierno que organizó ese referéndum y de momento no reniega de él. Catalunya no es independiente, como los kosovares no lo fueron en 1991, y el único punto débil en el caso catalán es la baja participación, lo que aconseja una repetición del referéndum en mejores condiciones. El tiempo de espera no es, aun así, lo que debe determinar la estrategia del independentismo. La disputa entre estrategias no es sobre tantos por cientos, sino sobre cómo lograr una vía que permita proclamar la independencia, mediante un referéndum, y que dure por lo menos hasta que unas nuevas generaciones decidan otra cosa, como pasó en Checoslovaquia, hoy desintegrada en dos estados: Chequia y Eslovaquia.

5. Puesto que parece que la cuestión del tanto por ciento es importantísima para ERC, pongamos unos cuántos ejemplos de estados soberanos que han logrado la independencia con un porcentaje elevadísimo de ciudadanos que se oponían a ella, rayando la mitad de los que fueron a votar. Los resultados de los dos referéndums que perdieron los independentistas de Quebec y que les condenó al estatus que tienen actualmente, son similares a los obtenidos por los contrarios a la independencia en estados hoy en día consolidados. Liberia se independizó en 1846 con un 52% a favor y un 48% en contra; Suráfrica lo hizo en 1960 con un 52,3% a favor y un 47,7% en contra; Malta en 1964 con un 54,5% a favor y un 45,5% en contra; Montenegro en 2006 con un 55,5% a favor y un 44,5% en contra. Se podría decir que los resultados fueron tan ajustados como en el caso quebequés, pero en un sentido inverso. Los escoceses acordaron con Londres un referéndum de independencia en 2014 y lo perdieron porque el apoyo a la secesión solo logró el 44,7% ante el 55,3% de los que se opusieron a ella. La participación también fue muy alta, del 84,6%, lo que demuestra que las cosas importantes movilizan a los electores y la democracia sale reforzada si el estado no le opone las porras. Ahora Sturgeon asegura que volverán a celebrar un referéndum y quizás lo ganarán. Esta es la cuestión. España es una monarquía constitucional y parlamentaria de baja calidad democrática, mande quien mande. Junqueras, pues, se equivoca porque, como ha escrito Vicent Partal, “en una decisión política cualquiera, cuenta cuánta gente está a favor, no cuánta gente está en contra”.