La semana pasada fui a la conferencia de Gabriel Rufián en Tribuna Catalunya de Nueva Economía Fórum. Tengo por costumbre acudir a estos almuerzos informativos, cuando los organizadores me  invitan, que no es siempre. En el barroquismo salón del antiguo Ritz de Barcelona, hoy Hotel Palace, he escuchado las intervenciones de Ernest Maragall, Laura Borràs, Cayetana Álvarez de Toledo y Gabriel Rufián. Los oradores se esfuerzan para quedar bien e invierten algo más de una hora para resumir las propuestas de su grupo, precedidos por un presentador cómplice, que aporta un plus de credibilidad. A Ernest Maragall lo presentó el exconseller Antoni Castells, para remachar la idea de que los socialistas catalanistas son una piña alrededor de ERC. Ferran Mascarell, en cambio, puso su pasado socialista y catalanista a favor de Laura Borràs, la candidata independiente de Junts per Catalunya, próxima al presidente Quim Torra. El caso más singular, pero para mí más ejemplar, es el de Félix Ovejero, un profesor surgido de las faldas marxistas de Manuel Sacristán, que continúa reivindicándose de izquierdas a pesar de su vínculo con Ciudadanos, un profesor que no dudó en presentar a la candidata del PP porque comparte con Álvarez de Toledo un idéntico patriotismo español. Un patriotismo, sea dicho de paso, que piensa que está amenazado en Catalunya. Este sí que es un ejemplo de unidad y no los líos del mundo indepe. España, primero. Punto y final.

El presentador de Gabriel Rufián era de la propia escudería. Lo introdujo el vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda Pere Aragonès. Todo quedaba en familia. Quedé sorprendido al ver un montón de sillas vacías, porque, normalmente, cuando las encuestas predicen la victoria apabullante de un partido en las elecciones, este tipo de actos se llenan a rebosar de oportunistas. No cabe ni un alfiler. O es que debe de ser verdad que los tiempos están cambiando y ya nadie cree en las encuestas, porque el día que hubo más codazos para hacerse un hueco fue para escuchar el acento argentino de la Cayetana. Fue un espectacular “prietas las filas”, muy a tono con el discurso prácticamente falangista de la marquesa. Por muy lleno que estuviera el salón del hotel de la Gran Vía, las expectativas de voto del PP en Catalunya no son muy esperanzadoras. Las encuestas auguran, en cambio, un triunfo de ERC más contundente que el del 14 de abril de 1931. Conviene no hacerles mucho caso a las encuestas, porque, como apuntó el propio Rufián, a él —y supongo que a sus compañeros de partido— le gustaría “perder algún día una encuesta y ganar unas elecciones”.  No se le puede negar el empeño. Creo que en el Palace es la primera vez que Rufián pronuncia un discurso íntegramente en catalán. La otra vez que fui a escucharlo en ese mismo escenario, el 10 de diciembre de 2015, cuando él era el cabeza de lista de ERC y Oriol Junqueras  actuó de presentador, solo dijo en catalán buenos días. Aunque tampoco estoy muy seguro de ello. Puede que este giro se deba a los efectos de la magia pujolista que ahora gusta tanto a los actuales dirigentes de ERC.

Gabriel Rufián es una hombre de retórica fácil y es capaz de resumir en una imagen lo que quiere expresar. Así, por ejemplo, para justificar que ERC estaba dispuesta a aprobar los presupuestos del PSOE a cambio de nada, recurrió a las supuestas desgracias de una señora de Lavapiés para hacerlo. Da igual que el Govern no haya aprobado los presupuestos desde el 2017, a pesar de que la responsabilidad del área económica del ejecutivo catalán esté en manos de ERC, antes con Junqueras y ahora con Aragonès. La solidaridad con la señora de Lavapiés es más urgente que las necesidades de la señora María de Nou Barris, que vive cada día más precarizada por un déficit fiscal crónico, por una financiación autonómica que es una estafa —FLA incluido— y por unos políticos soberanistas que, en Cataluña, son incapaces de ponerse de acuerdo para favorecer el bienestar de la gente. En España las negociaciones son de verdad. En Catalunya son de pandereta. Es el síndrome de quien actúa condicionado por la lógica de la metrópoli. Puesto que Rufián afirma que él es un independentista no nacionalista, al final ya no sé si España es el Estado y Catalunya la nación y tiene que seguir siendo así o bien hay que superar esta estadio antiguo, propio del catalanismo clásico, y convertir la nación en el Estado independiente que anhela el 48% de ciudadanos de este país.

En España las negociaciones son de verdad. En Catalunya son de pandereta. Es el síndrome de quien actúa condicionado por la lógica de la metrópoli

Entre bocadillos y magdalenas, Rufián anunció la doble apuesta de ERC: un referéndum de autodeterminación en Catalunya y un referéndum para escoger entre monarquía o república en España. El candidato de Junqueras aseguró que la doble votación contribuirá a acompasar las aspiraciones de ruptura con el régimen del 78 impulsada, tanto desde Unidos Podemos, como desde el soberanismo catalán. No sé imaginarme a Gerry Adams anunciando que los republicanos norirlandeses propiciarán dos referéndums: uno para unir el Ulster a la República de Irlanda y otro para acabar con la monarquía británica y así ayudar al partido Laborista de Jeremy Corbyn. Los catalanes somos así de originales y nos hemos llegado a creer que un día lo tendremos todo pagado. Cuando en el turno de preguntas alguien le pidió qué referéndum creía que se tenía que celebrar primero, Rufián respondió que el de autodeterminación. Entonces fue cuando no dudé ni un minuto que estaba ante la reencarnación izquierdista de Duran i Lleida, el mago de las propuestas sin sentido político pero con sentido personalista.