Empezamos por el principio. Todos los pactos son interpretables. Cada una de las partes signatarias recurre a lo que más le conviene para justificar el resultado final. Pero hay hechos que son incontestables. Hace unas semanas, cuando los cuatro partidos que ahora han firmado este acuerdo firmaron otro, el intento de modificar la Ley de Política Lingüística provocó la salida de Junts de aquel primer consenso. Modificar la ley y hacerlo de la manera como lo planteaban los republicanos y los socialistas era inaceptable para las bases del partido independentista. El pacto se deshizo y se volvió a negociar a fin de que el acuerdo no reventara el marco legal que permitía la inmersión. Es un hecho irrefutable que el acuerdo no modifica de ninguna manera la ley aprobada en 1998. No le saca ni le pone ninguna coma. El pacto empieza, pues, respetando el Capítulo III referido a la enseñanza. El artículo 20 de esta ley expone, literalmente:

1. El catalán, como lengua propia de Catalunya, lo es también de la enseñanza, en todos los niveles y las modalidades educativos.
2. Los centros de enseñanza de cualquier grado tienen que hacer del catalán el vehículo de expresión normal en sus actividades docentes y administrativas, tanto las internas como las externas.

El punto 1 y 3 del artículo 21 son todavía más explícitos:

1. El catalán se tiene que utilizar normalmente como lengua vehicular y de aprendizaje en la enseñanza no universitaria.
3. La enseñanza del catalán y del castellano tiene que tener garantizada una presencia adecuada en los planes de estudio, de manera que todos los niños, cualquiera que sea su lengua habitual al iniciar la enseñanza, tienen que poder utilizar normalmente y correctamente las dos lenguas oficiales al final de la educación obligatoria.

He querido destacarlo porque esta ley todavía está vigente y no se ha modificado. Por lo tanto, todos los que ahora dicen que con este pacto ha llegado el apocalipsis, estaría bien que no mintieran. Hay comentaristas que mienten tanto o más que los políticos simplemente para preservar su aura popular. El Estado asedia al catalán desde hace años con la ayuda del unionismo catalán y la indiferencia de muchos catalanes, que no cuidan la lengua y no se comprometen. Hay medios digitales que da pavor leerlos. En el 2001, servidor dirigía una colección de libros en Angle Editorial que se denominaba "Disidencias". El primer volumen consistió en una obra colectiva para responder a la pregunta que planteaba el título: Es posible vivir en catalán? Hace más de veinte años ya teníamos diagnosticado el problema.

Mientras Catalunya esté vinculada a España, no seremos nunca dueños de nuestro futuro. Podemos engañarnos, pero es así. Y mientras no somos independientes, ¿qué hacemos? Pues proteger la lengua tanto como podamos de la agresión propiciada por unos jueces que quieren imponer unas cuotas de castellano a la enseñanza a fin de desfigurar el modelo lingüístico catalán.

Hay que actuar cuando las condiciones son favorables. Durante estos años, los socialistas han sido arrastrados hacia un españolismo feroz por la existencia de Ciudadanos. Hasta el punto que el 21-D el españolismo anticatalanista se impuso electoralmente a los socialistas. Ahora que Ciudadanos va en baja, después de haber hecho mucho daño, incluso propiciando la reelección de una alcaldesa populista de izquierdas para cerrar el paso al independentismo, el PSC reaviva. No tengo ninguna duda que los dirigentes socialistas actuales volverían a votar a favor del 155 y enviarían a prisión a los líderes independentistas, pero no son lo mismo que Ciudadanos. Saben perfectamente que la crisis de su partido empezó cuando perdieron el sector catalanista a favor de los republicanos o de Junts. Joan Ignasi Elena, Ernest Maragall, Teresa Pallarès o Marina Geli son el ejemplo. Y cuando un partido sangra por los dos lados, tiene el riesgo de morir. Hace falta que rectifique.

Con eso quiero decir que rescatar al PSC del españolismo más abyecto y obligarlo a respetar la Ley de Política Lingüística es una gran victoria. No hacen falta pizarritas para darse cuenta de la trascendencia de esto. Es un movimiento estratégico que puede asegurar, sin tener plenas garantías, que la guerra de lenguas disminuya. Mientras Catalunya esté vinculada a España, no seremos nunca dueños de nuestro futuro. Podemos engañarnos, pero es así. Y mientras no somos independientes, ¿qué hacemos? Pues proteger la lengua tanto como podamos de la agresión propiciada por unos jueces que quieren imponer unas cuotas de castellano a la enseñanza a fin de desfigurar el modelo lingüístico catalán. Con este acuerdo, los socialistas ya no pueden ir diciendo que el 25% o el tanto por ciento que sea es una buena opción. Acaban de firmar que no habrá tantos por ciento, sino una valoración de las lenguas, que es lo mismo que establece la Ley de Política Lingüística. El catalán sigue siendo la lengua vehicular en la enseñanza no universitaria y el castellano forma parte del proyecto curricular, como el inglés y el mismo catalán, solo faltaría. No es ninguna novedad, porque eso ya era así. El pacto preserva la primera premisa, que es la importante. Designa el castellano como lengua curricular porque en la ley de 1998 ya se decía que el "castellano tiene que tener garantizada una presencia adecuada en los planes de estudio". ¿Qué es un plan de estudio sino un proyecto curricular?

Cuando la CUP se excluye de un pacto tan trascendental (...) repite el gran error cometido durante todos estos años por parte de los unos y de los otros: no entender que el enemigo es el Estado y no los partidos con los cuales compartes lucha, prisión y exilio. Hay que actuar cuando hay mucho que ganar y las condiciones lo propician. Este era el momento y el pacto es una victoria de los independentistas

Cuando dos adversarios se enfrentan para medir sus fuerzas es que estamos ante una confrontación. Mi amiga Sílvia Cóppulo me convenció de que una confrontación, por muy inteligente que quiera ser, da ventaja al adversario, en este caso, al poder del Estado, porque lo sitúa mentalmente en primer lugar, bien sea por comparación, enfrentamiento, oposición o lucha. Sílvia lo defendía en un artículo de hace dos años. En este mismo artículo proponía hablar de acción inteligente. Anteayer por la noche, mientras leía la literalidad de lo que se aprobará pronto en el Parlament, recordé este artículo. Y lo releí. Una acción es, ciertamente, una manifestación de fuerza, una manera de obrar de una causa para conseguir un objetivo, que solo depende de ti. Te hace protagonista, además de tener un sentido positivo, que es esencial para mantener la moral alta. Y no te inhibe de tu responsabilidad. Que la CUP no haya querido entrar en la negociación de este pacto no le da la razón. Al contrario, es una demostración más (votar en contra de los presupuestos ya fue la primera advertencia) de que los anticapitalistas no cumplieron el pacto firmado con los republicanos para la investidura y dinamitaron la mayoría del 52%. La CUP siempre falla en los momentos decisivos.

Algunos sectores del independentismo están de muy mal humor. Razones para estar abatidos no les faltan. Desde 2017 que las alegrías que nos daba la Revolución de las sonrisas se han acabado. Estamos a la defensiva constantemente. Reaccionamos en vez de actuar y lo hacemos a la manera de los judíos de los Monty Python. Venga a dividirnos. Venga a buscar traidores en cada esquina. Lo defiendo en cada charla que hago. La CUP, Junts y Esquerra no son mis enemigos. Discrepo en muchas cosas, claro está; empezando por el exceso de partidismo, que es insoportable. No hay que esconder que los partidos del 52% son más adversarios que aliados entre ellos. No saber valorar las victorias es un defecto muy grande. Cuando la CUP se excluye de un pacto tan trascendental como este, la razón no es su pureza. Es porque repite el gran error cometido durante todos estos años por parte de los unos y de los otros: no entender que el enemigo es el Estado y no los partidos con los cuales compartes lucha, prisión y exilio. Hay que actuar cuando hay mucho que ganar y las condiciones lo propician. Este era el momento y el pacto es una victoria de los independentistas. La ley es lo suficientemente abierta para que los socialistas vayan diciendo lo que dicen, que no es cierto. Será vital el contenido del decreto ley, que tiene que llegar donde no se ha podido llegar con la ley. Y después hará falta que el Departament d'Educació se ponga a trabajar. Si no hace el reglamento sobre los proyectos lingüísticos de centro y se pone a hacer seguimiento sobre el terreno de la aplicación de la inmersión, no cambiará nada de lo que ya sabemos que pasa desde hace décadas.