Supongo que todo el mundo entiende que no se ha llegado hasta aquí para perfeccionar el autogobierno. Una promesa inconcreta de un dirigente del PSOE, que, de ser sincera, podía haberla hecho cuando los votos de ERC no eran necesarios. La lanza ahora por pura necesidad. Este detalle, que no es menor, es el que le quita credibilidad en el contexto del debate sobre la investidura. ¡Qué rápidamente hemos olvidado la cláusula 9.ª del acuerdo previo entre PSOE y UP! Quien no se dé cuenta del engaño se dará un trompazo. Pero en ERC hay ganas de aliarse con el PSOE y UP. El Seis de Octubre de 1934 pasó lo mismo y los resultados ya sabemos cuáles fueron. La pregunta que esta semana formuló la dirección de ERC a su militancia era tan enrevesada como la doble pregunta del 9-N. Cuando no se tienen las ideas claras y quieres tener las manos libres para hacer lo que tú quieras, planteas preguntas ambiguas o con una doble negación que no se sabe leer. Es así como el resultado de la consulta interna ha podido tener dos interpretaciones. El Mundo resumía el resultado de la votación afirmando que las bases de ERC “dan un portazo” a la investidura de Pedro Sánchez si no hay una mesa de diálogo, mientras que El País afirmaba lo contrario: las bases de ERC “dan un apoyo masivo” a la estrategia para negociar la investidura con el PSOE. El titular del diario de Prisa también puede interpretarse de otro modo: que el apoyo masivo de la militancia de Esquerra es a “dar el portazo”. Pronto lo sabremos.

El 70% de la militancia de ERC ha participado en la consulta sobre si se tiene que investir o no a Sánchez, y parece ser que el 94,6% de los votantes han optado por el no si antes no se acuerda una mesa de negociación para resolver la crisis entre Catalunya y España. Cuando menos eso es lo que interpreta la corriente interna Primer d’Octubre, que reclama un otra votación una vez se sepan los acuerdos a los que han llegado los negociadores de ERC y el PSOE. Ampararse en la militancia no es una mala estrategia, no es democratitis, como lo llaman algunos. En Suiza convocan referéndums cada dos por tres para decidir conjuntamente cualquier cosa y no parece que les vaya tan mal. Si lo practica un estado tan antiguo como la Confederación Helvética, con casi 800 años de existencia, ¿por qué no puede hacerlo un partido? Uno de los grandes problemas del independentismo político es que el movimiento es colectivo pero las decisiones, digamos, importantes las ha tomado hasta ahora un “comité invisible” integrado por gente con poca pericia de todos los colores. Todas las propuestas han sido siempre tácticas. Un ejemplo actual. El pasado martes, antes de la votación para relevar a la alcaldesa de ERC que pidió ser sustituida de la Mesa del Parlament por miedo a ser inhabilitada, la CUP se ofreció para incorporarse en dicha Mesa y así corresponsabilizarse de las decisiones que se adopten en un momento en que los miembros del órgano rector del Parlament ya están advertidos por el TC. La negativa de ERC fue tajante.

Si la ambición de Pedro Sánchez de convertirse en presidente se tuerce por la presión de los poderes fácticos, no se preocupen, que cambiará de principios

No digo que ERC no tuviera buenas razones para hacerlo (no quería quedar en minoría en la Mesa), pero se perdió la ocasión de poner a prueba el oportunismo de los cuperos. Respondan sinceramente a esta pregunta: ¿es que no hubiera sido más racional haber negociado esta propuesta de la CUP al menos con el mismo cuidado y dedicación que ERC pone en la política española? La cuestión se ha despachado como si nada. Puesto que los nuevos dirigentes de ERC asumen como propio el argumento de algunos columnistas, antes convergentes y ahora republicanos, que defienden que para ser un partido realmente importante, decisivo, donde se demuestra es en Madrid, la política catalana se convierte en secundaria. Entonces pasa lo que pasa, y no se sabe aprovechar el viraje de algunos sectores de la CUP que estarían dispuestos a aprobar los presupuestos —y a corresponsabilizarse— a cambio de algo más de temple. El pujolismo ya convirtió el Parlament en una cámara de feria, donde de vez en cuando se montaba la marimorena sin llegar al dramatismo actual. El día que Pujol se mofó de Carod-Rovira para lanzarse a los brazos del PP, su aliado en Madrid, empezó la decadencia de CiU. Lo que ocurriera en Barcelona no importaba, lo importante era el pacto en Madrid. Esto ocurrió hace 20 años. Los políticos —y los columnistas— no tienen memoria, pero la gente sí. Y la mentalidad ha ido cambiando durante el largo proceso soberanista. Les pongo otro ejemplo. Cuando yo entré a trabajar en la universidad, hace unos 28 años, el sindicalismo independentista era insignificante. Estaba dirigido voluntariosamente por Miquel Porter Moix, militante de ERC, cuando el partido era liberal. El pasado martes, la CSC-Intersindical ganó las elecciones sindicales del PDI-Funcionario en la UB. Una proeza que solo puede explicarse por la fuerza del movimiento independentista de hoy en día. Debilitarlo ahora con maniobras de vuelo bajo es volver a la época en la que éramos cuatro gatos los que estábamos dispuestos a quemarnos.

La disyuntiva actual no es entre PSOE o elecciones. Es falso que ahora estemos ante un abismo que obliga al independentismo a decidir entre apuntalar al PSOE o provocar unas elecciones que podrían ganar el PP y la extrema derecha. Este es el argumento que utilizan los que quieren justificar las piruetas de las direcciones de los partidos. La democracia se corrompe cuando se emplea para tapar las propias debilidades. Preguntar y después actuar como te viene en gana no es democrático. Además, el PSOE no depende de Catalunya. Depende del PP, digamos las cosas claras. Si el establishment español ha hecho lo inimaginable por defender “la unidad de la patria”, hasta el punto de alterar la democracia y violar los derechos humanos, ¿ustedes piensan de verdad que sufrirán mucho si se ven obligados a cargarse a Pedro Sánchez porque pacta con ERC algo sustancial e inaceptable para el régimen del 78? Todo lo que conceda Pedro Sánchez a ERC no será por convicción, sino por necesidad, y no será mucha. Si hoy la ambición de Pedro Sánchez de convertirse en presidente se tuerce por la presión de los poderes fácticos, no se preocupen, que cambiará de principios. Recuperará la porra y los grilletes para poder llegar a la presidencia. El gran error de Mas, Puigdemont y Junqueras no fue subestimar el Estado, sino que no previeran la reacción antidemocrática que este podía tener. Esta no es una partida entre buenos y malos. Es un combate entre dos naciones, una históricamente autoritaria y la otra profundamente democrática. El peix al cove 2.0 de ERC nos conducirá a la ruina nacionalmente. Si esto pasa, a los independentistas no les quedará otra que prepararse para hacer de oposición, para hacer política catalana y no española, puesto que habrá triunfado un neoautonomismo eunuco. ¡Ah! No den por perdida la opción de la gran coalición.