Los diarios de Madrid solo son papel de váter, porque ni siquiera son higiénicos. La operación política y mediática dirigida a vincular el independentismo con la violencia es un escándalo mayúsculo. Algunos periodistas de las cadenas televisivas estatales —para empezar ese tal García Ferreras, edil de la corte de fascistas con micrófono— se han convertido en correa de transmisión del poder y sirven las informaciones de la Guardia Civil como si fueran certezas absolutas. Que cierren todas las facultades de periodismo en España porque está claro que entre los periodistas cada vez hay menos espíritu crítico y de investigación. ¿Es que alguien se puede creer de verdad la portada de ABC vinculando a Torra con los CDR y con un presunto asalto al Parlamento? Solo los imbéciles y las malas personas, como Iceta, Casado, Rivera o Cañas y, claro está, Susanna Griso. Además, ABC y esta pandilla de miserables quizás deberían saber que el Parlamento ya está controlado —democráticamente, ¿eh?— por los independentistas. Otra cosa es que los grupos independentistas sepan qué hacer con esta mayoría.

La semana pasada se celebró el pleno del Parlamento. Ciudadanos montó un pollo, lo que ya viene siendo habitual. Un show, por cierto, que ni Rivera ni Arrimadas se permiten en las Cortes españolas. En Barcelona, los de Cs actúan como actuaban los Jóvenes Bárbaros de Lerroux en los años 10 y 20 del siglo pasado. Solo les faltó sacar la porra para partirles la cabeza a los ilustrísimos(mas) diputados(das) independentistas. Ganas no les  faltan, sobre todo a los diputados que provienen del Ejército o de la Guardia Civil, y cuentan con más de uno, quienes insultan a los otros parlamentarios con palabras gruesas y ultrajantes. Su técnica (?) parlamentaria es la amenaza, la calumnia y la coacción, el filibusterismo. En fin, lo que antes era la práctica diaria de los que se vestían con camisas azules, pardas o negras. En el artículo del pasado jueves, Jordi Barbeta exponía que la performance de Carrizosa fue provocada por el independentismo. Le doy la razón a medias. Es verdad que el mitin de Sergi Sabrià, y el número que organizaron los diputados de ERC gritando libertad, libertad, buscaba una reacción, pero como bien sabe el amigo Barbeta, la reacción desproporcionada e histérica de la bancada naranja responde a un patrón de comportamiento de un grupo que nació para combatir el catalanismo y la inmersión lingüística. Cs no es un partido de gobierno, solo es un grupo de oposición. De oposición grosera. Aun así, la influencia de Cs se va diluyendo porque ya no sirve siquiera para defender los intereses del Banco Sabadell, por poner el ejemplo de una entidad bancaria cuyo presidente les ha avalado del derecho y del revés. El PSC se ha recuperado e Iceta y Granados cumplen con el mismo trabajo que Cs pero con mayor garantía y solvencia.

El partidismo es una dolencia crónica que provoca que cada vez haya más gente que pida aplicar la eutanasia a todos los partidos

El gol en propia puerta de los independentistas, por seguir con el símil futbolístico de Barbeta, se produjo por otra acción, que es esa competencia infantil —de machos alfa con acné— entre los grupos parlamentarios de la CUP, ERC y JxCAT. En el pleno de la semana pasada, la CUP presentó una propuesta de resolución para promover, decían, «un acuerdo por la autodeterminación, la amnistía y los derechos civiles y políticos». La intención nada disimulada de los anticapitalistas era otra. Buscaban “desenmascarar”, usando su retórica, a los otros dos grupos independentistas y mostrar al mundo entero que, efectivamente, son tibios ante la represión y toda la pesca. Y, en especial, que están en contra de la autodeterminación. Con lo que no contaba Carles Riera es que JxCAT acordara, no sin las dudas que provocan que siempre lleguen tarde y mal a todas partes, que  votarían a favor. Los de ERC, que habían decidido abstenerse, cuando supieron que los (¿“neo...qué”?) se mostraban favorables a la aprobación de la resolución cupera, y puesto son más miedosos de lo que parece, a pesar de la verborrea insultante que siempre sale de la boca de Rufián, cambiaron de opinión, y de la abstención pasaron al sí. Así fue como empezó la jugada del autogol.

Los diputados de la CUP, desconcertados por el voto favorable a su resolución de ERC y JxCAT, aumentaron la apuesta para sobresalir y liderar la protesta por los encarcelamientos. Carles Riera intentó interrumpir las votaciones reclamando una reunión urgente de la Junta de Portavoces. El presidente, Roger Torrent, les dio largas y entonces es cuando los de Cs aprovecharon para actuar como actúan siempre. Sabrià se apuntó al festival porque ya estamos en campaña electoral. Así pues, sea cuál sea la actitud de los independentistas, Cs protestará, chillará, se marchará del hemiciclo tantas veces como haga falta. Su norma es la máxima lerrouxista que invitaba los jóvenes a destruir la humanidad decadente para defender la «madre España», la vieja patria íbera, en donde todo el mundo encontraría la salvación. Los catalanes, también. Cs representa el nacionalismo malo, como el colesterol. Odio en estado puro. Lo que deprime al independentismo cívico, lo debilita y lo desmoviliza no es si Cs boicotea o no el Parlamento, esto se da por sentado; lo que es realmente hiere en lo más íntimo es tenerle que dar la razón al sociólogo que estos días se pasea por aquí, el amigo de Albano-Dante, el profesor Ramón Grosfoguel, cuando apunta que el “junquerismo” ha impregnado incluso a la CUP, cuyos dirigentes fueron los primeros en afirmar que habíamos perdido cuando otros escribían que habíamos ganado. Unos y otros dan por perdida la batalla de la independencia y se apuntan a la rendición. A la tregua, si somos más amables. El partidismo es una dolencia crónica que provoca que cada vez haya más gente que pida aplicar la eutanasia a todos los partidos. Y es que no tienen remedio.