Negociar no significa mercadear. Y aun así, esta es la sensación que está transmitiendo la negociación entre los partidos independentistas para acordar la investidura de Pere Aragonès. Puesto que en Catalunya los gobiernos de coalición son más bien recientes y las normas y los plazos para encarar la investidura se aprobaron en tiempos de los gobiernos de un solo partido, ahora la negociación parece dramática. Acostumbrados al hecho de que Pujol iba a su bola, la demora actual pone nerviosos a los estados mayores de los partidos y a la burbuja mediática que sigue el día a día de los pactos como si fuera un programa de telerrealidad. No hay para tanto. Es mejor dilatar la negociación dos meses, si es que hiciera falta, que cerrar un mal acuerdo. El gobierno que salga del pacto entre Esquerra, Junts y la CUP tiene que ser sólido, soportado por un programa realista, en ningún caso antisistema, y que se aleje de la política mágica, que consiste en escribir sobre el papel una cosa y a la práctica hacer la contraria. Por lo tanto, tal como escribí en mi anterior artículo, no pasa nada si Pere Aragonès, que de momento solo cuenta con el apoyo de Esquerra y la CUP, fracasa en el primer intento de ser investido president. Solo es el primer asalto.

Esquerra se ha equivocado al abordar la negociación con Junts. No es solo que los arrogantes negociadores republicanos —a algunos de los cuales les sobra testosterona— decidieran “vejar” a Junts con la decisión de iniciar la negociación con la CUP. Es más que eso. El documento de mínimos, presentado como un preacuerdo, firmado entre Esquerra y los cuperos es, en su parte sustancial, favorable a la tesis de los republicanos acerca de que ahora toca apostar por la mesa de diálogo. Como dice Lluís Llach, votante confeso de la CUP, regalar dos años al PSOE porque sí ni es de una gran sagacidad ni exigente. Ya estamos acostumbrados a la solemnización de la nada. Una de las discrepancias entre Junts y Esquerra es, precisamente, la negativa de los de Puigdemont a firmar un cheque en blanco —y con un plazo tan largo— a una negociación con el estado que el PSOE dilata tanto como puede. Junts reclama una periodización más corta y que, además, sea evaluada como quien dice semestralmente. El PSOE no es el aliado del independentismo. Al contrario, quiere desarticularlo. Quizás esto convenga al sector federalista de Esquerra, aquel que, como el actual diputado republicano Joan Josep Nuet, es capaz de defenderse ante el tribunal que lo está juzgando con una frase que es, se lea como se lea, una contradicción. Un oxímoron: “Yo intentaba pasar el independentismo por el filtro constitucional”. El independentismo constitucional no existe, si no, sería una estafa. Está claro que Nuet no era independentista cuando estaba en la mesa en nombre de Catalunya Sí que es Pot, ni lo es ahora cuando ocupa un escaño en Madrid en representación de Esquerra. Algunos de los 11 partidos que integran la CUP tampoco son independentistas, pero para el común de los mortales los cuperos son el sector más exigente nacionalmente. Secretos de la política catalana.

Negociar cargos sin pactar previamente la estrategia sería traicionar descaradamente el programa con el que Junts se presentó a las elecciones y consiguió un empate técnico con los socialistas y Esquerra

Con un panorama como este, que encima va acompañado de un claro intento de acabar con el protagonismo desde el exilio de Carles Puigdemont (de aquí la vuelta en secreto de Meritxell Serret o la campaña contra el Consell per la República de los propagandistas habituales), ¿quién podía esperar que el próximo fin de semana Aragonès fuese investido president con los votos de Junts? Esquerra se equivoca cuando confunde a Junts con CiU. No dudo de que el denominado sottogoverno de Junts en la Generalitat, la mayoría salido de CDC o del PDeCAT (como los consellers del actual Govern), estén “viciados” y presionen para llegar a un acuerdo rápido para seguir como siempre. Pero negociar cargos sin pactar previamente la estrategia sería traicionar descaradamente el programa con el que Junts se presentó a las elecciones y consiguió un empate técnico con los socialistas y Esquerra. El electorado de Esquerra quizás esté de acuerdo con la estrategia normalizadora impuesta por Oriol Junqueras y pactada con el PSOE. El electorado de Junts, en cambio, votó en clave de desobediencia y para enmendar un posible proceso de negociación, surgido de un pacto entre partidos para investir a Pedro Sánchez, que se convierta en el nuevo procesismo. Otra rueda del hámster para volver a dilatar indefinidamente la resolución del conflicto. Pasar página a plazos. En este sentido, es más partidista la famosa mesa de diálogo que el Consell per la República, en cuya dirección pertenecen militantes muy conocidos de la CUP, Esquerra, Junts y Demòcrates. Al acto de Perpinyà anterior a la pandemia acudió todo el mundo.

El nuevo Govern no cuenta, por el momento, con los apoyos necesarios para ponerse en marcha. En la línea de la conferencia de antes de ayer del secretario general de Junts, Jordi Sànchez, la portavoz parlamentaria del partido, Gemma Geis, insistió ayer que el partido apuesta por un gobierno “fuerte y estable”, bajo la presidencia del candidato de ERC, Pere Aragonès, pero que todavía no se dan las condiciones, cuando faltan 48 horas para el debate de investidura, para investirlo. Previsiblemente, por lo tanto, no habrá acuerdo ni el viernes ni el domingo. No debería ser ningún drama si Esquerra aprendiera la lección y se pusiera a negociar con Junts con respeto y seriamente. Pendientes de lo iban o no iban a hacer los 9 diputados de la CUP, Esquerra ha dejado perder los 32 de Junts. Los errores se pagan y las prisas provocan tropiezos.