1. La vida interna de los partidos. La vida de los partidos es como la vida privada de las personas famosas. Por norma general, solo interesa si se dan escándalos. Aun así, tengo detectado que los artículos que dedico a la vida interna de los partidos son los menos leídos. Las guerras entre “camaradas” no tienen el atractivo del juicio a cara de perro entre, por ejemplo, Johnny Depp y Amber Heard o del folletín que ahora se escribirá a raíz del anuncio de Shakira que se está separando de Gerard Piqué. Aquí hay morbo y los verbos se conjugarán en transitivo. Además, todo el mundo tiene opinión sobre quién tiene la razón y opina según si le cae mejor o peor un protagonista o el otro. La política también se puede abordar desde la perspectiva de un debate de Sálvame, pero cuando alguien lo intenta, políticos y comentaristas fruncen el ceño. Les parece indigno hablar de política tal como habla de ella la gente, desde las vísceras. Participo en las tertulias de la Opinacat de 8TV, que tiene este estilo de reality show, pues los oyentes llaman en directo y los tertulianos se tiran de los pelos, y personalmente me resulta muy instructivo. 

Los partidos y sus enredos llenan titulares porque los periódicos, como supongo que se enseña en las facultades de periodismo, hacen tanta o más política que los afectados. Son el objeto del sujeto. En la aclamada serie danesa de política ficción, Borgen, la primera ministra, Birgitte Nyborg, del partido de centro Nueva Democracia, se exhibe como una gran negociadora, jugando con la prensa, para “vender” la máxima “haz lo que yo digo, no lo que yo hago”. El relato es tanto o más importante que optar por explicar la realidad, que al final se hunde en las causas profundas de por qué ocurren algunas cosas. Dicen que Johnny Depp ha “derrotado” a su mujer, aunque si lees la sentencia no ha sido realmente así, porque tenía mejor prensa. Algunas reacciones periodísticas posteriores a la conclusión del congreso de Junts se quedaron con la anécdota. Estaría bien hacerse una pregunta para saber si nos encontramos ante un cambio de tendencia en Junts o bien estamos hablando de otra cosa. ¿Dónde se celebrará el próximo congreso de Junts? ¿Tendrá lugar en el exilio o, una vez sustituido Puigdemont, se asumirá la “normalidad” que el mismo president denunció, desde el atril de Argelers, que estaba matando el independentismo? El mal de Junts es que tiene algunos aspirantes a sepultureros que sobreviven con la cantilena centrémonos

2. La bajada de la participación. El 29 de noviembre de 2020 se dio a conocer el resultado de las primarias de Junts per Catalunya. Laura Borràs se impuso a Damià Calvet con más del 75,8 % de los votos. Inapelable. Así es como se convirtió en la candidata efectiva de la formación independentista a presidir la Generalitat. Entonces afirmó: “estamos empezando a hacer historia para hacer realidad un proyecto progresista para el país”. Casi dos años después, en Argelers, Laura Borràs ha sido superada por Jordi Turull (78 votos más que ella) y Anna Erra (15 votos por encima de la presidenta) en unas elecciones orgánicas para encabezar la dirección del partido. De esta diferencia se ha querido ofrecer una lectura errónea. Lo importante no es qué alma predomina en Junts, sino por qué en dos años la militancia de Junts ha perdido la ilusión y ya no participa en las consultas internas. En las primarias de 2020 votaron el 76 % de los afiliados, en una exhibición de fuerza impresionante. En la votación telemática de este fin de semana, muy mal organizada y bastante oscurantista, todo sea dicho, la participación de los 6.010 afiliados de Junts apenas ha llegado al 37,62 % para elegir la presidencia, al 33,51 % la secretaría general y al 32,89 % la ejecutiva. El sistema de votación ha dado el titular que esperaba una de las partes, la que tradicionalmente dispone de los cargos públicos. La que el independentismo cívico y popular critica por inactividad, dejadez y carencia de proyecto.

¿Dónde se celebrará el próximo congreso de Junts? ¿Tendrá lugar en el exilio o, una vez sustituido Puigdemont, se asumirá la “normalidad” que el mismo president denunció, desde el atril de Argelers, que estaba matando el independentismo? El mal de Junts es que tiene algunos aspirantes a sepultureros que sobreviven con la cantilena centrémonos.

Damià Calvet, en estos momentos reubicado cómodamente en un cargo público muy bien remunerado, en 2020 logró el 20,5 % del 76 % de los votos emitidos. Hagan ustedes las sumas y restas de lo que ha ocurrido este fin de semana y quizás atisbarán cuál puede ser el problema de Junts en el futuro. Si el denominado turullisme no se calma, y esta es la tarea de la que no se puede inhibir Jordi Turull disimulando sobre la conchabanza con el argumento de que fue espontánea, el futuro de Junts es más negro que la cueva de Alí Babá. Turull está inhabilitado hasta 2030 y hasta entonces pueden pasar muchas cosas. Además, el turullisme no tiene alternativa a Laura Borràs, quien todavía es la marca pública del partido y la más apreciada por el electorado después de Puigdemont. No tiene rival, aunque alguien precipite a Jaume Giró a tomar algunas decisiones que quizás pueden ser premiadas por el aparato de un partido, pero que los electores penalizan mucho. Además, el actual conseller, a pesar de que es un hombre de mucha valía y seguro de sí mismo, tiene mucho de lastre por soltar para aspirar a ser candidato a algo. El electorado independentista no está pendiente de quien ha obtenido más votos en una votación interna, porque si así fuera resultaría que Anna Erra es la lideresa real del partido. Sería una conclusión surrealista. Hay que salir del despacho oficial de vez en cuando para dar un paseo por la calle y de este modo saber quién te reconoce y quién no. 

3. La lección de BorgenYa he visto completa la nueva temporada de Borgen. Me ha parecido mejor que las anteriores. Es más real e interesante desde el punto de vista de las cuestiones que plantea sobre la ética política y, también, sobre el periodismo. La parte de la trama personal, digamos la vida privada de los políticos, tiene su interés, porque, aunque en el contexto mediterráneo ciertas traiciones se pasen por alto, también existen y repercuten en la conducta de algunos políticos. Y es que el nepotismo mafioso de los políticos del sur, que nace, precisamente, de esta “reserva” sobre la privacidad de las personas, se convierte en una especie de puritanismo inverso. En Dinamarca, los actos del hijo de un político impactan en su reputación y credibilidad, fieles como son al famoso calvinismo nórdico. En España, Catalunya incluida, la reserva es por no asumir responsabilidades y propicia que jamás nadie tire de la manta.

No les quiero avanzar nada sobre la serie. Les aguaría la fiesta. Permítanme, sin embargo, un apunte sobre dos cuestiones. La serie plantea algunos dilemas sobre la relación entre Groenlandia, el territorio autónomo danés del ártico, y Dinamarca que ningún director español se atrevería a abordar con la misma claridad y crudeza si quisiera tratar la relación entre Cataluña y España. Lo mejor de la trama de esta temporada es que los guionistas han abandonado la visión naif de la política. En esta ocasión se centran en desnudar los efectos de la incoherencia y del oportunismo en la carrera política de la protagonista de la serie, que es ahora ministra de Asuntos exteriores, y la deriva de la prensa, que es su espejo. Aplicado a Junts, la metáfora vendría a ser que es imposible mantener durante mucho tiempo el relato sobre que el tuyo es el partido de la ruptura, al mismo tiempo que es la nueva Convergència. Este papel ya lo interpreta Esquerra. Quizás sea por eso por lo que los militantes de Junts se han abstenido y Laura Borràs ha perdido la oportunidad de arrasar arrastrando a todos los descontentos con la vieja política basada en las conspiraciones. El abstencionismo de Junts se parece al de los 700 000 independentistas que se quedaron en casa el 14-F. Es para pensarlo.