Mejor tener que desear. Esto es lo deberían saber quienes se dedican a interpretar qué es y qué no es la Crida Nacional per la República (CNR). Lakoff y su elefante han provocado un daño irreparable. Son pura distorsión. Quienes defienden que el relato es la realidad, que es una versión déjà vu del posmodernismo, no saben explicar por qué en menos de 24 horas este llamamiento ya contaba con casi 30.000 adhesiones. Entonces recurren al relato. A su relato. Y ahí coinciden los intelectuales orgánicos del centroderecha, de ERC y los hiperventilados próximos a no se sabe qué. Lo gracioso es que todos ellos coinciden en afirmar que la CNR es una OPA sobre ellos o la refundación del centroderecha. Es así de simple, según ellos. Queda resuelta la cuestión. Creen que con ese método ya han reventado el fenómeno Puigdemont que está destruyendo, definitivamente, el sistema de partidos. Quizás se arrastrará moribundo una temporada, pero expirará pronto.

La crisis catalana ha sido devastadora para todos los partidos. Y no tan sólo porque no hayan sabido abordarla, sino porque las vacilaciones y las aceleraciones, al fin y al cabo el tacticismo, han provocado desastres monumentales. No es una moda, al estilo del movimiento que lanzó Emmanuel Macron para ganar la presidencia de la República. Lean el último libro de Joan B Culla, El tsunami (Pòrtic, 2017), y quizás podrán saber por qué se tambalea el sistema de partidos catalán que ha dominado durante el régimen del 78. Las causas de esta crisis, como dice Culla, “no se circunscriben al procés ni empiezan en otoño del 2012, sino que se remontan a mucho más atrás y son bastante variadas, aunque la instalación del objetivo de la independencia en lo alto de la agenda política haya tenido un papel relevante”. Ayer coincidí casualmente con Culla en un semáforo mientras esperábamos para cruzar una calle y le dije que estaba leyendo su libro. Y él me respondió riendo que lo que explicaba en él quizás ya estaba superado. Ahora las transformaciones son trepidantes porque la coyuntura cambia a todo gas. ¿Alguien entiende la posición actual de ERC? ¿Sólo se explica por los cambios de liderazgo? ¿Es que Roger Torrent y Pere Aragonès han empujado al viejo partido de Macià hacia las aguas tranquilas del catalanismo de toda la vida, aquel que retóricamente era independentista pero políticamente regionalista? ¿Es que ERC quiere ser la heredera de Cambó y Jordi Pujol? Esto quiere decir, por ejemplo, que Marta Rovira y Gabriel Rufián dominaban el partido en los momentos previos al 27-O y ahora mandan los “claudicantes”? Si eso fuera así, ¿dónde queda el centroizquierda y el centroderecha que algunos comentaristas usan para atacar la aparición de la CNR y no para explicar las razones de su aparición?

Que el PDeCAT está en crisis es evidente. Lo volveremos a ver este fin de semana. CDC murió atrapada por la corrupción y la dirección actual de los neoconvergentes está enrocada en una posición que invita a la exclusión. Marta Pascal es algo así como una centrifugadora que recurre a la palabra “juntos” para esconder todo el contrario, que son las exclusiones. ¿Cómo se explica si no que haya registrado un partido con el nombre de Junts per Catalunya para apropiarse de lo que, políticamente, no se suyo? Los independientes no son un jarrón chino que no se sabe donde poner una vez lo has usado para decorar un saloncito en ruinas. Los partidos, lo he escrito muchas veces, son máquinas que soportan muy mal a los intrusos. Pero los gran cambios llegan de la mano, precisamente, de los rebeldes con antifaz. “No recordaremos tanto los insultos de nuestros enemigos, como los silencios de nuestros amigos”, dijo Martin Luther King. El miedo provoca estragos en política. Ya lo hemos visto. No se puede hacer política con el miedo en el cuerpo. La gente que el 1-O defendió los colegios y las urnas no tuvo miedo, porque estaba convencida de lo que estaba haciendo. La duda que embarga a esta buena gente, al pueblo, por enunciarlo a la manera clásica, es si el políticos, los líderes, los que teóricamente dirigían el proceso soberanista, sabían lo que estaban haciendo. La sensación es que no. No se pronuncia en voz alta la palabra engaño porque algunos de esos dirigentes están en prisión y hay que defenderlos sin fisuras, pero es la comidilla recurrente en las conversaciones privadas.

Este tiene que ser un movimiento de “mujeres y hombres libres”, un movimiento cívico con vocación política

La CNR ha tenido la virtud de desconcertar a los “instalados”. El hecho de que la adhesión a la “Crida” tenga que ser personal, ya indica que se ha cambiado de chip. Este tiene que ser un movimiento de “mujeres y hombres libres”, un movimiento cívico con vocación política. ¿E ideológicamente dónde se sitúa? Esta es la pregunta que nadie formula a Manuel Valls. Es socialista, supongo, pero se alía con Le Pen catalana simplemente por españolismo. Por puro unionismo. ¿O es que el tripartito del 155 es ideológicamente homogéneo? Estamos ante una lucha nacional que tenemos que resolver ahora y no dentro de veinte años. El conflicto catalán ya no va de si construimos otra rotonda o de si en vez del 15 o el 30% del IRPF gestionamos otro tramo. Esta etapa está superada, por lo menos para los independentistas que no renuncian al 1-O ni al 27-O. Es obvio que ese mismo 27-O el Estado consiguió descabezar al independentismo y se hizo con el control de la situación, pero el 21-D el soberanismo volvió a ganar. Pero puesto que ni PDeCAT ni ERC querían repetir Junts pel Sí, le regalaron la primera posición a Cs. Los errores se pagan caros, aunque los politólogos hagan filigranas sobre qué es mejor para el soberanismo si ir juntos o separados. La única manera que tiene el soberanismo de volver a ser el primer grupo de Catalunya es concentrar fuerzas en una única opción.

El grupo parlamentario de Junts per Catalunya es el precedente de la CNR. Lo integran diputados y diputadas de procedencias muy variadas y con ideologías incluso muy contrapuestas. Los une la voluntad de lograr una “Catalunya independiente en forma de República, y nacionalmente libre”. La CNR no busca la alianza de las cúpulas de los partidos —PDeCAT, ERC, Demòcrates o CUP—, busca la unidad popular de verdad. Busca reunir a la gente y empoderarla para que se sienta protagonista de la historia. El método de primarias que ha propuesto Jordi Graupera ha triunfado precisamente por eso, porque da la voz a los ciudadanos. Dirán que eso populismo. A decir verdad ya he leído un par de artículos en este sentido. Pero la CNR pretende ser un movimiento nacional como en su día lo eran la ANP de Arafat o el CNA de Mandela. Es cierto que estos dos ejemplos se forjaron con un liderazgo personal fuerte, tan fuerte como el que tenían Charles de Gaulle en el RPF, Felipe González en el PSOE, François Mitterrand en el PSF y Willy Brandt en el SPD, Helmut Kohl en la CDU, Fidel Castro en el PCC o Jordi Pujol en CDC al frente de partidos convencionales, organizados a la manera clásica bajo un hiperliderazgo. Si convenimos que vivimos una situación de emergencia y que nos toca resistir unidos, la suerte que tenemos en Catalunya es que la mayoría soberanista se identifica políticamente con el centroizquierda, personalmente es liberal, y económicamente es socialdemócrata o liberal progresista, que viene a ser lo mismo. El conservadurismo es, por norma general, unionista y regionalista, aunque quiera engalanarse con la ropa del viejo catalanismo.

La CNR se ha puesto en marcha con la combinación de novedad y sorpresa y por eso la “caverna” catalanista le ha saltado a la yugular. El miedo, siempre es el miedo. El objetivo del soberanismo debería ser ganar la independencia y no replegarse. Tampoco se trata de pelearse para saber quién investirá el 132 presidente autonómico. Para este viaje no hacen falta alforjas, francamente. Sólo los que sueñan con la “normalidad” pueden argüir que el nacimiento de la CNR se debe a una maniobra de la derecha de toda la vida para no perder el poder. Quienes denunciamos el partidismo como causante de la desunión independentista tenemos ideologías diversas y un único objetivo: transformar la unidad civil en acción política para activar la palanca que nos permita proclamar la República Catalana. El ciego no verá nada aunque enciendas todas las luces de aquel saloncito decadente que uno ya no sabe cómo redecorar.