Hoy se conocerá la sentencia. O por lo menos eso se dice. Mi amigo Joan Queralt afirmaba en su último artículo que esta vez no había habido filtraciones sobre qué ha decidido el tribunal porque Europa nos está mirando. Pues al final las ha habido, para demostrar que la democracia en España va de mal en peor. El uso forense de la filtración, que por lo visto es de obligado cumplimiento, pretende asustar. Más que apaciguar los ánimos, el hecho de filtrar la condena, que será dura, desengáñense, crispará todavía más el ambiente. La reacción es imprevisible, pero no será menor que antes de la filtración. La temeridad de los españolistas les lleva a jugar a la ruleta rusa, porque solo cuentan con el miedo del independentismo, sin ofrecer cualquier otra alternativa para resolver el conflicto políticamente. A partir de hoy, una vez condenados los presos del 1-O, los españolistas deberán de admitir —aunque no lo hagan en público— que el conflicto será largo y acabará perjudicándoles. Todo el mundo deberá acostumbrarse a vivir bajo el conflicto. La causa de Catalunya forma parte de todas las causas democráticas del planeta. La gente está harta de que los intereses de un país o de otro pasen por encima de los derechos humanos. Los turcos pueden bombardear el Kurdistán sirio, como la justicia española puede condenar a unos cuantos soberanistas catalanes, pero el futuro, y ya me perdonarán el tópico, es nuestro, de los demócratas. El independentismo tiene que aprender que la internacionalización del conflicto es la baza más importante en estos momentos.

En Un héroe de nuestro tiempo, Mijaíl Lermontov describe la situación de los militares moscovitas y de San Petersburgo destinados en la abrupta nada caucasiana. El tedio y la desorientación los lleva a idear un juego macabro con el que el participante se dispara en la sien con un revólver que solo lleva una bala en el tambor. Este era el ambiente donde surgió la ruleta rusa, que al final se convirtió en un juego universal y que ahora gusta tanto al españolismo. Lermontov murió en un duelo. Todo ello, los juegos peligrosos, los duelos, era resultado de una forma de entender un mundo en plena descomposición. Lermontov describía el nihilismo, el hecho de no creer en nada, que era un mal muy extendido en 1839. La descomposición de la España democrática se acelera hoy por todo lo contrario, por un exceso de creencias, acompañado de un pornográfico relativismo moral que se esconde detrás de un qué más da que va de derecha a izquierda. Quien haya visto uno de los videos que difunde el podemita Juan Carlos Monedero, el que equipara víctimas y victimarios, se dará cuenta de hasta qué punto la podredumbre intelectual de los españolistas ha penetrado en la opinión pública española. Cuesta encontrar políticos o articulistas españoles que estén dispuestos a dar vítores por España y a la vez condenen la persecución del independentismo. Por eso es inútil la alternativa que plantea Rufián y su partido. El conflicto no se va a acabar porque alguien —como predica el profeta— pueda seducir la izquierda española. El conflicto solo entrará en una fase de resolución cuando todos los políticos españoles —y los más importantes de fuera— asuman que la inestabilidad les perjudica. Por eso es tan importante la movilización y la desobediencia. Y el boicot, si fuera necesario.

El destino perverso de nuestra época es este españolismo cavernario, que está dispuesto a pegarse un tiro con la excusa de que la patria lo requiere

“Hay mucha gente que confunde el patriotismo con el militarismo”. Lo afirma Pramila Jayapal, que es miembro de la Cámara de Representantes de los EE. UU. por el distrito 7.º del estado de Washington, en un documental sobre la no-violencia, que todavía no se ha estrenado, pero que pude ver la semana pasada en un congreso internacional con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Gandhi. Jayapal, que es la primera mujer electa de ascendencia asiática del legislativo estadounidense, es una de las fervientes luchadoras contra la venta de armas, al por menor y al por mayor, que es una “industria patriótica”, si le damos la razón a Charlton Heston, el controvertido actor que defendía el derecho de los estadounidenses a portar armas, como lo son las comisiones que se lleva la Casa Real española por vender armas a Arabia Saudí. El mito de la nueva frontera, de la expansión de la patria, del “todo por la patria”, es lo que justifica cualquier majadería. En el documental, Jayapal aparece esposada y escoltada por dos policías a raíz de una protesta no-violenta contra las armas. De hecho, si ustedes lo piensan bien, todos los activistas por la paz y la democracia en el mundo en un momento u otro de sus vidas han acabado en prisión. Los apóstoles de la no violencia —Bertrand Russell, Gandhi, Martin Luther King, Anthony Chávez, etc.— también fueron detenidos y encarcelados. En España, dos pacifistas confesos, los Jordis, que llevan dos años en prisión preventiva, serán condenados por levantamiento violento o bien por levantamiento tumultuario. Da igual, porque la condena será injusta no solo por el delito del que se les acusa, sino porque, condenándolos por los Hechos de Octubre de 2017, se condenará a la democracia. Y la prueba más evidente de que esto será así es la condena “blanda”, es un decir, que recibirán los acusados que han abandonado la política activa. Si persistes, garrote; si das un paso al lado, zanahoria.   

El Rey se viste siempre de militar para presidir la fiesta nacional española y, en pleno siglo XXI, el Estado se plantea resolver a la turca el conflicto político con los soberanistas catalanes. Por el momento no bombardea el territorio, no fuera que por error también se llevara por delante a los cómplices de aquí, pero lo invade con policías porque desconfía —y es una desconfianza estructural— de las fuerzas de orden público catalanas. La patria española es un uniforme, de color azul, verde o caqui, da lo mismo. Todo lo que el españolismo combate con pasión y ceguera nacionalista es una prueba, otra más, de que Catalunya tiene una estructura nacional propia. Cuanto más lo niegan, más claro está, y más razón le dan a Pierre Vilar cuando ya lo apuntaba analizando el siglo XVIII. La cicatriz que dejará la sentencia será tan profunda que tardará años en cicatrizar. La historia debería servir para aprender algo. Ningún partido español, y es una lástima, está dispuesto a batirse con el soberanismo catalán en las urnas de un referéndum. Lo suyo son las amenazas, la represión y la aplicación, de facto, del 155. El destino perverso de nuestra época es este españolismo cavernario, que está dispuesto a pegarse un tiro con la excusa de que la patria lo requiere. Que no se la vaya la olla a nadie por las condenas. Es lo que desean los espíritus traidores y malignos. La lucha por la libertad solo puede ser pacífica, tumultuaria —que es lo que asusta, de ahí las condenas—, y fría hasta que en Madrid se den cuenta de que la Báltica mediterránea está helada.