Xavier Sala i Martín planteó en el programa Economia en colors si Leo Messi cobraba demasiado. En su introducción explicaba que uno de los mejores deportistas de todos los tiempos, Michael Jordan, ganaba ciertamente una cantidad descomunal de dinero: 20 euros cada 10 segundos, lo que dura la carrera de los 100 metros lisos. Pero apuntaba que, paradójicamente, ahorrando todo lo que ganaba todos los días, tardaría 450 años en tener la fortuna de Bill Gates. Nerds win, game over. De hecho, nunca ningún deportista lidera la lista Forbes. A menos que Elon Musk o Jeff Bezos hagan mucho deporte, lo que los brazos del magnate de Amazon muestran que sí ha hecho mucho últimamente.

Por motivos éticos nos parece que los deportistas ganan demasiado dinero. Básicamente, porque los sueldos del común de los mortales llevan 45 años sin subir. Moral aparte, económicamente, según el dogma, los sueldos están ligados a la productividad. Si un pizzero hace una pizza cada hora y puede venderla a 10 euros, gana 10 euros y con ello debe pagar la mano de obra, el alquiler y el material y, se espera, tener un beneficio. Si desea ganar más dinero, puede subir el precio de la pizza o hacer más pizzas. Y para ello, debe tener mejor maquinaria, más trabajadores o más eficiencia. Esto dice la teoría.

Messi no puede monetizar todo lo que genera. Por mucho que tanta gente haga negocio con lo que genera Messi. Empezando por los periódicos, las teles y el merchandising, legal o ilegal, y terminando por la ciudad en la que juega

¿Cuál es el producto Messi? Para simplificar: el gol. En esto, Messi es muy productivo. Pero seguro que encontramos en alguna liga, incluso regional, a alguien que marca 50 goles por temporada. Lo que ocurre es que Messi no es un trabajador normal. Messi está en el sector de la economía de las superestrellas. Lo bautizó así Sherwin Rosen. Son trabajos, como los cantantes o los actores, que tienen acceso a grandes mercados, sobre todo gracias a la tele e internet. Y estos trabajadores no pueden ser perfectamente sustituidos por nadie. Quieres a Bruce Springsteen, no a un imitador. Y en este sector, con pequeñas diferencias de productividad (decidle talento), te lo llevas todo.

Messi marca goles. Cuando Sala i Martín hizo el cálculo, el Barça tenía 200 millones de fans en las redes sociales. A partir de ahí debemos saber que el problema es que un gol es un bien no rival. Yo puedo disfrutarlo, pero no puedo impedir que tú lo disfrutes. Si hay 200 millones de personas que quieren un café, debes hacer 200 millones de cafés. Pero para hacer disfrutar a 200 millones de personas, sólo hace falta un gol de Messi, retransmitido en todo el mundo. ¿Os imagináis que Messi cobrara 200 millones de euros de cada gol pasando el platillo a solo un euro como si pagaran un café? Si 50 goles son 10.000 millones al año, hoy Messi sería el hombre más rico del mundo. El problema es que, además de no rival, un gol es no excluible. No puedes evitar que quien no paga lo disfrute. Ergo, Messi no puede monetizar todo lo que genera. Por mucho que tanta gente haga negocio con lo que genera Messi. Empezando por los periódicos, las teles y el merchandising, legal o ilegal, y terminando por la ciudad en la que juega.

Entonces, ¿cómo lo hace Messi para cobrar? Pues a través de los intermediarios entre aficionados y jugadores que son los clubs. Los clubs tratan de generar los ingresos con carnets de socio, venta de entradas, derechos de televisión, camisetas, patrocinadores, museos. Mil y una formas de recaudar una parte de este negocio y, con ese dinero, pagar el sueldo de los jugadores. El problema es no ingresar dinero suficiente como para pagar el aumento exponencial de los sueldos. Unos sueldos que aumentan porque los clubs realizan un producto relativo. No sabes cuántos puntos necesitas para ganar la Liga. Lo único que importa es quedar primero, marcar un punto más, un gol más. Y eso lleva a una competencia descomunal entre clubes de la que se aprovechan los jugadores. Sala i Martín terminaba el programa con un silencio. Quizá la respuesta es que Messi ha merecido más, pero el Barça no podía pagarle.