No hace falta ser Nostradamus para adivinar qué sucederá en el año 2027, cuando Pedro Sánchez convoque las elecciones, esperando que aguante al frente de su gobierno hasta la última parada del Viacrucis por el que transita. Si se cumple el calendario electoral previsto, las urnas deberían ponerse al servicio de los votantes durante la primavera de 2027, pero nadie, a día de hoy, puede poner la mano en el fuego sin peligro de quemarse. La situación política en la que malvive artificiosamente España, recuerda a la de 1933, cuando subió la CEDA de Gil Robles al poder. Casi cien años más tarde, la Iglesia tiene menos influencia que antaño, pero está en marcha un golpe de Estado político en el que están implicados los partidos de extrema derecha y de derecha extrema y una parte importante del poder judicial, ambos auxiliados por la propaganda capciosa de dos empresas de comunicación representadas por dos damas acostumbradas a llorar lágrimas de cocodrilo, reptil que llora cuando se come a sus víctimas.

Guardo como un tesoro aquella frase que me dijeron en la mili para explicarme el origen de España: “En el siglo VIII, flotaba por el ambiente una idea de unidad”. Ahora, unidad hay muy poca, pero flota por el ambiente una idea de caos que es absolutamente ficticia. La situación económica y social de España vive un momento de relativa bonanza, a pesar de una inflación más fuerte que la que los números oficiales indican, una situación diametralmente opuesta a la política, convertida en un sainete golpista para los que siempre han creído que el poder es suyo. Y el otro día, en una fiesta a la que me invitaron, me di cuenta de la magnitud de la tragedia. Tras saludar a un eminente prohombre, este me espetó que el país estaba fatal. Yo, que sabía la respuesta, le pregunté el porqué, y me contestó que por culpa de Pedro Sánchez. Lo miré con socarronería, y al ver mi expresión, se justificó diciendo que lo que necesitaría España es un gobierno liberal. Y es que él es liberal. Y cuando le pregunté en quién pensaba para liderar esta corriente ideológica, que es como ese chiste de Eugenio sobre los poderes múltiples del Tampax, me respondió que en Iván Espinosa de los Monteros. "Hostia, ¿no tienes a otro candidato menos neofranquista?", le pregunté. "Neofranquista... ¿seguro?... lo miraré", me contestó, y para poner agua en la conversación, el prohombre me presentó a una empresaria del sector de la sanidad privada de melena leonina y labios rellenos, que, en cuanto se incorporó al petit comité, soltó: "este país está imposible". Y volví a hacerlo. "¿Por qué?", pregunté, sabedor de una respuesta que ha calado como un mantra: "por culpa de Pedro Sánchez". Aunque enriqueció su discurso con el asunto de los impuestos y de cómo nos están matando con tantos tributos. "En Francia o en Alemania pagan más", contesté. No respondió, pero acto seguido surgió el tema de Andorra y la posibilidad de convertirse en ciudadana andorrana para pagar menos impuestos, aunque tuviera que trasladar su residencia a la tierra antiguamente conocida como el paraíso del queso de bola, el Duralex y la mantequilla francesa. Yo, que ya tenía el cerebro en plena fusión nuclear, le dije, sin signo de interrogación, que esperaba que cuando viniera de visita a Barcelona no utilizara la sanidad pública. "Yo voy a la privada", me respondió, mirándome como si yo fuera un marxista asqueroso. Le habría podido espetar que yo soy un asqueroso nihilista, pero preferí seguir la guerra. "Ah, ¿esa sanidad privada que estáis llenando de personal poco preparado proveniente de Sudamérica para ahorraros los sueldos de los profesionales autóctonos que tienen que buscarse una vida digna en el extranjero?". La conversación murió de inmediato, como los ríos llenos de mierda que desembocan en el mar, pero fue muy representativa de la España que nos viene. El liberalismo voxiano, o voxista, no entiende de memoria histórica.

No hace falta ser Nostradamus para adivinar qué sucederá en el año 2027, porque flota por el ambiente una idea golpista que espeluzna. Y se puede ser golpista con la mentira y la hipérbole como armas de destrucción masiva. Según las últimas encuestas, Vox obtendrá un 17% de los votos; el PP, el 30%, una suma de mayoría absolutísima y absolutista en el Congreso de los Diputados.

No hace falta ser Nostradamus para adivinar qué sucederá en el año 2027, porque flota por el ambiente una idea golpista que espeluzna

Yo no creo que para Catalunya, "cuanto peor, mejor" porque el futuro Gobierno no tendrá piedad con todo aquello que pone en duda el concepto que tienen de España los liberales voxianos o los lameculos aznaristas. Con Alberto Núñez Feijóo al frente del Consejo de Ministros, es divertido, y trágico a la vez, hacer juegos cartománticos con los amigos colocando a glorias filofacciosas al mando de los ministerios. Coincidimos proponiendo a Arcadi Espada como ministro de Cultura, ya que lleva muchos años pasando el cepillo por los hombros empolvados de caspa de los prohombres de la hispanidad, le gustan mucho los toros y desea como el que más pasar la escoba cultural por los —según él— chiringuitos catalanistas. Y también aparece en las quinielas cartománticas Cayetana Álvarez de Toledo, que podría ejercer de ministra de Interior, que ganas no le faltan. Y de Sanidad, podrían colocar a algún diputado antivacunas, pues la sangre española ya es lo suficientemente roja y gualda para aplacar la ira de las bacterias chinas. Y, evidentemente, Miguel Tellado sería un buen ministro, aunque de qué ministerio importa poco. Y Abascal sería un magnífico vicepresidente, pero un pésimo ministro de Trabajo. Con un miembro de Vox al frente del Ministerio de Educación, el cupo del 17% quedaría sellado con la inclusión de Ignacio Garriga al frente del Ministerio de Seguridad Social, Inclusión y Políticas Migratorias, un candidato ideal para justificar ciertas políticas raciales. "¿Racista yo?".

En definitiva, es un mundo muy extraño, este: con un negro al frente de un partido racista, poco nos queda por ver. O quizás sí, y podemos acabar viendo a un judío adoptando prácticas dignas de un partido nazi. Un mundo tan extraño como esta nueva ideología denominada liberalismo voxiano o voxista.