Lo mejor que podría pasarnos este año recién estrenado es que pasados los meses lo nacional siga protagonizando nuestros días y portadas. Por más que esté el patio revuelto y más encontronazos que nos esperen, hay en la geopolítica global tantas incertidumbres que mantenernos en nuestros acuerdos y desacuerdos ya sería una virtud de 2024. Los nubarrones ajenos tienen tal magnitud que la ley de amnistía —tan vapuleada en el europarlamento por la alianza entre Alberto Núñez Feijóo y Manfred Weber— será letra pequeña, un algodón de azúcar en Bruselas, un trámite patrio con la previsible última parada del TJUE. El digital de cabecera en Bruselas Politico.eu se pregunta este lunes en su primera newsletter si el año puede salir mal. La respuesta: "¡De tantas malditas maneras!" (In so many f**king ways!, por ser literal).

Es año bisiesto y habrá 366 días donde el número de citas electorales no tiene precedente. Uno de cada cuatro ciudadanos del mundo votará en 2024, en 50 países, en algunos como mero protocolo de dictaduras y autocracias —se votará en Corea del Norte y Rusia—; en otros como hito de las democracias occidentales cuyos resultados marcarán el próximo lustro. Las europeas y americanas, de una extrema derecha que puede irrumpir con fuerza en el ecosistema institucional europeo a la posible vuelta de Trump. Un bucle del que esta vez sería más difícil saber por dónde salir. 

Hablaremos mucho y contendremos el aliento en ambas citas. Europa está cambiando, aun con buenos datos macro hay cierta frustración cronificada, y faltan por decodificar claves de una derecha ultra, regresiva, insolidaria y excluyente como voto refugio de miles de europeos. Mismo patrón con distintas razones en EE. UU. Trump no se ha movido del ‘robo electoral’ y si gana las primarias esperará paciente a recoger los frutos de los errores de Joe Biden. La abstención será la amenaza vital en un país con una profunda grieta que se abrió a la vista de todos durante la pandemia y nadie parece saber cómo cerrar. 

Así que mientras este año tiene mucho de cruzar los dedos para que nada salga del todo mal, en lo nacional, Pedro Sánchez seguirá buscando el virtuosismo de esa geometría a múltiples toques. Con una ventaja no del todo evidente, todos los socios o apoyos tienen algo que perder y ganar en el corto plazo. No sirve la salida fácil de tumbar el gobierno, incluso arriesgando en las urnas peores o mejores resultados.

La debilidad de cada partido en los próximos meses está en una andadura de la legislatura que todavía ninguno ha hecho. De mayor a menor cercanía con La Moncloa, Sumar tiene pendiente aprovechar la coalición con medidas sociales de calado. Y demostrar si son un proyecto con principio y fin el 23-J o saben articular estrategias electorales en los territorios. El 28-M los malos resultados de las marcas de izquierdas —incluidas las apoyadas por Sumar— arrastraron al PSOE. Yolanda Díaz todavía no lideraba la coalición, ahora que lo hace, en Galicia debería superar el 5% de 2020, más con la dificultad añadida de Díaz para hacer algo en las elecciones del País Vasco.

Podemos, desde el Grupo Mixto, con muchas limitaciones de movimiento, tiene que mantener vivo el espíritu morado —cargos casi no quedan más allá de los cinco diputados— para salvar las europeas, de los 69 escaños de 2015 al escaño Montero de 2024. Utilizarán las gallegas, con Juantxo Uralde a la cabeza, más por la campaña que por la representación y apretarán en las vascas, donde todavía retienen una base social que de moverse será a Bildu, no a Sumar. 

La debilidad de ERC está en los 33 escaños del Govern y la dificultad para hacer caer políticas del PSOE sin que el PSC pase factura. Junts tiene menos que perder, aunque toda lógica de acabar la partida del Ejecutivo pasa en el futuro por el PP, también la moción de censura a la que tendría que presentarse Feijóo. Un PP instalado en la lucha contra el independentismo y dependiente de VOX. Un triángulo complicado a corto plazo sumado a la renuncia de toda contraprestación, amnistía incluida.

No es que unos puedan chantajear a otros —en la lógica dialéctica del PP—, es que la legislatura ha empezado para todos y el sí a Sánchez pasaba por la hoja de ruta propia de cada uno tanto como evitar un gobierno con VOX. Las primeras paradas del año estarán en los presupuestos, supuestamente comprometidos en los pactos de investidura, y el avance de la ley de amnistía, antes de llegar al parón de los dos meses del Senado y los informes que pida la Cámara alta con un contenido predecible, con valor solo como arma arrojadiza y vía de expresión de una judicatura empeñada en tener voz en las Cortes.

Sea como sea, bienvenida sea nuestra alta tensión, acabe como acabe. Librarnos de cualquier chispazo global, ver a Ucrania reforzada, el fin de la guerra en Gaza y seguir arreglando lo nuestro es de lo mejor que podría pasarnos en 2024. La bendita cotidianeidad frente a conflictos y riesgos globales de unas democracias en permanente crisis existencial. También las nuestras.