Seguramente lo que más se destacará del año 2020 —me refiero a su resumen o significación para la historia—, será la pandemia del coronavirus que vino de Wuhan. O quizás ni eso, porque ahora que ya se empieza a administrar la vacuna o las vacunas, todo palidecerá ante la gran hazaña de la humanidad para erradicar un ataque que ha puesto en peligro la supervivencia de la especie humana. Suena muy grandilocuente; no es mi relato, es lo que se desprende de la mayoría de programas que pongo y no aguanto, que paso y traspaso estos días.

No podía creer que pensadores y pensadoras reputados dieran veracidad a las palabras del ministro y no cuestionaran en ningún caso que la vacuna llegara antes de acabar el año. A mí, por pura racionalidad científica, todo me parecía mera propaganda política para mantener a la ciudadanía en la esperanza y no en el desasosiego mientras nos asfixiaban en nombre de la seguridad, de la salud y de la protección; pero resulta que la ingenuidad cae de mi lado. Soy yo, no los otros, la que no sabe lo bastante bien cómo funciona el sistema, y, especialmente, todo lo que puede llegar a hacer sin que pase nada.

La vacuna no sólo ha llegado, sino que se han cumplido los plazos, incluso en España, donde no se cumplen nunca; que se lo pregunten en los que tienen que cobrar ERTE, o a los que esperan el ingreso mínimo vital o a los que han muerto, antes de la pandemia, esperando las ayudas a la dependencia.

[2020 es] el momento en que se han puesto las bases para un nuevo tipo de régimen democrático

Si a mí me encargaran decir que es lo más significativo del año 2020 tiraría por otra parte muy diferente, y hablaría del año como el momento en que se han puesto las bases para un nuevo tipo de régimen democrático que tendrá más de régimen que de democracia. Ahora entiendo la insistencia en el mensaje masivo de "la nueva normalidad", repetido hasta la saciedad, desde el inicio de la declaración oficial de la pandemia. La fuerza del concepto de normalidad y su penetración es clave en todo eso. Un régimen que me asusta más que a la Covid-19, más que la vacuna y más que los nuevos virus que la OMS ya anuncia; sí, se ve que eso no sólo lo pueden hacer los ángeles por Navidad.

No es nuevo del 2020, ya empezó antes y según cómo se mire es la misma historia de la humanidad, el falso dilema que se establece entre libertad y seguridad; recientemente por el terrorismo, ahora por las medidas impuestas para luchar contra la enfermedad. El equilibrio siempre es difícil y va mucho más allá, tiene mucho más alcance de las medidas concretas y puntuales y empieza siempre —es el elemento clave— en quién y cómo se toman estas decisiones. No son, sin embargo, en ningún caso, un avance y mucho menos una buena solución, al contrario, si afectan a nuestros derechos de ciudadanía; y sin derechos sólo somos esclavos del estado, no podemos ser otra cosa.

Si el encargo se llevara a cabo, el de definir el año, y más concretamente para el estado español, lo haría en una frase que es el ejemplo claro de dónde hemos llegado: en España a los autónomos y las autónomas no les dejan abrir pero les siguen cobrando la cuota de la seguridad social y todos los impuestos.

Espero que ahora todos aquellos y aquellas españolas que se ofendieron cuando decíamos en Catalunya que el estado nos roba, entiendan de qué va el juego.