Renault ha decidido acelerar su transformación industrial inspirándose en el modelo operativo de los fabricantes chinos. Con François Provost como nuevo consejero delegado, el grupo francés se propone mantener su hoja de ruta estratégica, pero incrementando notablemente la velocidad de ejecución. El objetivo es reducir de forma drástica los plazos de desarrollo de sus vehículos, optimizar costes y reforzar su posicionamiento en un contexto cada vez más competitivo.
La llamada “velocidad china” se ha convertido en referencia para Renault. Un ejemplo ilustrativo es el nuevo Twingo eléctrico, cuyo desarrollo completo se ha reducido a tan solo 21 meses, frente a los más de cuatro años que tradicionalmente requería un proyecto similar. Esta agilidad, habitual en marcas chinas como BYD o MG, permite lanzar productos con mayor rapidez y responder mejor a los cambios del mercado. En este sentido, Renault busca replicar ese modelo sin perder su identidad europea.
La reducción de costes es otro pilar clave de esta nueva etapa. El grupo se ha fijado como objetivo conseguir recortes en “dos dígitos”, aplicando una lógica industrial más eficiente que se extiende desde el diseño hasta la fabricación. Sin embargo, esta transformación no implica una deslocalización total. Renault ha reiterado su compromiso con la producción europea, asegurando que al menos el 70 % de los componentes de sus modelos para Europa seguirá siendo de origen local.
Además de acelerar sus procesos, Renault ha comenzado a reforzar alianzas estratégicas, como la que mantiene con el grupo Geely. Este tipo de acuerdos busca compartir plataformas, tecnología y redes de suministro, con el fin de aumentar la competitividad sin multiplicar los costes. Lo destacable en este caso es que estas colaboraciones se integran dentro de una visión global que abarca también mercados emergentes, como India o Sudamérica, donde Renault planea ampliar su presencia industrial y comercial.
Eficiencia global sin perder el ADN europeo
La transformación afecta también a la estructura de marcas dentro del grupo. Dacia continuará como referencia de bajo coste, centrada en la rentabilidad y la captación de grandes volúmenes. Renault, en cambio, adoptará un enfoque más ambicioso, elevando el nivel de acabados, la tecnología embarcada y la asistencia a la conducción. Modelos recientes ya incorporan hasta 29 asistentes electrónicos, reflejando una apuesta clara por la modernización sin romper con su base histórica.
Por otro lado, la nueva estrategia industrial conlleva desafíos. Comprimir los plazos de desarrollo exige reorganizar procesos internos, mejorar la coordinación entre departamentos y garantizar que los estándares de calidad no se vean comprometidos. La gestión del riesgo tecnológico y la dependencia de socios estratégicos también se convierten en factores críticos.
Cabe destacar que Renault no pretende replicar de forma exacta el modelo asiático, sino adaptar lo más eficaz de ese enfoque a su estructura europea. La clave estará en mantener el equilibrio entre rapidez, eficiencia y calidad, sin perder la coherencia de marca. Esta “chinificación selectiva” podría marcar un punto de inflexión para el grupo en su lucha por seguir siendo relevante en el mercado global.