Vuelve el sentimiento de miedo, el Angst, que dicen los alemanes, la preocupación con fondo de estrés, al mercado. El dato de que el comercio chino cayó un 15,5%  y sus exportaciones se vinieran abajo un 25% en febrero, hizo que más de un inversor se echara las manos a la cabeza. Así, la impresión de que no hay demanda global suficiente para aguantar el chaparrón se adueñó de los parquets.

Cuando el viernes pasado salió la estadística del mercado laboral americano del mes de febrero, con una cifra de 242.000 puestos de trabajo más, las bolsas respiraron al descartar la amenaza de una recesión global porque aun cuando el salario por hora cayó un 0,1%, más de un millón de personas volvía al mercado de trabajo con la esperanza de encontrar un puesto de trabajo.

Pero he aquí que ayer el mercado dedujo a la vista de los datos de China que EE.UU. en solitario no va a ser capaz de sacar de su atasco a la economía mundial. Los extraños acuerdos que alcanzaba Europa con Turquía sobre los refugiados no permitían pensar en una contribución al despegue general por parte de la zona euro, que ni siquiera confía ya demasiado en el BCE.

Por si faltara algo, Goldman Sachs echó un jarro de agua fría acerca de las perspectivas de los emergentes y las materias primas que en las últimas semanas habían logrado repuntar y que fueron el gran recurso en los momentos más duros de la Gran Recesión.   

Así que todos los índices se tiñeron de rojo. Sin drama, pero preocupados. El Ibex, sin ser el peor, fue uno más.