Los dos hits de la semana en las redes sociales han sido el discurso que Gabriel Rufián pronunció en el Congreso y la entrevista que Ada Colau concedió al diario Ara para hablar del RUI. Barcelona en Comú está en una situación delicada. Aunque algunos diarios traten de disimularlo, no acaba de encontrar su espacio político. La alcaldesa no es Pascual Maragall.

Al lado de Rufián y de la CUP, queda como una figura sin alma, que utiliza la fuerza del independentismo para acomodarse en el poder como hicieron antes algunos líderes de CiU que ya han pasado a mejor vida. Si no fuera por la CUP o por los discursos de Rufián, quizás harían falta años para que los juegos de palabras de la Colau quedaran en evidencia.

El proceso nos ha enseñado que basta con que un político actúe con coraje y optimismo para dejar en evidencia los que ya se han rendido. Una vez amortizados Duran i Lleida y el president Mas, Colau se ha convertido en el arma preferida del sistema para volver a la dialéctica pujolista y estancar la independencia en un lodazal de retórica confusa.

La política catalana es ahora mismo una batalla campal entre los que quieren cerrar la ventana que se abrió en el 2009 con las consultas y los que intentan mantenerla abierta. La insistencia de los diarios a oponer Mas y Puigdemont me hace sospechar que algunos expertos preparan el terreno para escindir una parte del voto de Convergència y enviarlo a la Colau, a Unión, al PSC o, si hace falta, al nuevo partido de Xavier Cima.

De momento, el tripartito es la única alternativa al referéndum un poco factible y buena parte de los dirigentes de Convergència lo prefieren a poner las urnas. Sólo hay que leer a los columnistas del Camamilla Party para ver cómo denuncian lo que en realidad desean de todo corazón: un frente de izquierdas que convierta a Junqueras en una caricatura de Companys todavía más ridícula que Mas.

Igual que le pasó al expresident, a Colau cada vez se le nota más que vive la libertad como una cosa sucia. Los dos viven absorbidos por los traumas del franquismo y por sus propias inseguridades y, para quedar como unos héroes, intentan borrar el recuerdo de las consultas, que se celebraron a pesar de las prohibiciones tácitas y explícitas del Estado español.

El problema del referéndum no es la ley española, como repiten los diarios. El problema es que es una acción política concreta que no se puede manipular a favor de ningún partido ni de ningún sector económico o social. Mientras el RUI ocupe tantas páginas de diario, la España confederal que la alcaldesa reivindica ahora en las entrevistas recordará a los discursos patrióticos de Duran i Lleida.

Esta semana se ha visto muy claro que Rufián representa, con su sencillez y verticalidad, el espíritu de las consultas, mientras que Colau es hija de la retórica de la desmoralización que se ha utilizado para envenenar el procés y para evitar que el independentismo cristalizara en un líder que no estuviera controlado por el statu quo.

La autodeterminación no sólo ha dejado España sin gobierno. Además está destruyendo la superioridad moral de la izquierda pija, que difícilmente se podrá refugiar en Barcelona como en otros tiempos sin convertirla en capital de Estado. Por eso resulta tan incómoda y por eso Colau mira de procesizarla como si fuera la CiU del 2012.

Por eso también hay quien piensa en mandar a Madrid a Carme Forcadell a la cabeza de una lista única, en caso que haya terceras elecciones. A ver si así se puede oscurecer la luz solar de Rufián.