Marta Pascal publicó el domingo un artículo en La Vanguardia muy curioso, que parecía salido de un diario de hace diez años. Denunciaba el centralismo del Estado español, reivindicaba el corredor mediterráneo y pedía poder tratar en pie de igualdad con la Comunidad Valenciana.

Mientras lo leía pensaba en aquel libro de Germà Bel que se llamaba España, capital París, y que se publicó poco antes de la primera gran manifestación independentista de 2010, cuándo el autonomismo ya agonizaba. Un militante de PDeCat me comentó que parecía que Enric Juliana se hubiera puesto a escribir con faldas y peluca.

Si el artículo ya era una tomadura de pelo viniendo de la dirigente de un partido que se dice independentista y regenerador, poco después supimos que el diputado de PDeCat Jordi Xuclà había publicado un texto exacto el mismo día, en el diario de Girona. Aunque los titulares eran diferentes, el artículo de Pascal era un plagio literal, con la puntuación arreglada.

Si alguien quiere entender por qué el espacio de centro derecha catalán ha llegado a un extremo de putrefacción tan evidente, tendrá que reflexionar sobre la relación que hay entre la incompetencia y el cinismo. El resbalón de Pascal tendría que servir para replantear las preguntas que los chicos de PDeCAT se hacen para entender la crisis de   los valores que dicen representar, así como la emergencia de ERC, Demócratas y la CUP.

PDeCAT recuerda aquella máquina de destrucción masiva que fue el PSUC, en el cual, mientras los militantes iban a la prisión, los dirigentes pactaban cargos con el franquismo. Teniendo en cuenta el rendimiento que, en este país, da el autoboicot es fácil de adivinar que las víctimas potenciales el artículo de Pascal y de Xuclà no son los dos políticos plagiarios, sino los sectores del partido que trabajan de verdad para conseguir la independencia.

Un día antes, uno de los exconsellers más sobrevalorados del gobierno Mas, Andreu Mas Colell, publicaba un artículo en el Ara que le daba cobertura y que fue muy bien recibido por el público abonado al odio a España. El artículo estaba escrito con una cierta habilidad -porque Harvard tiene que servir de alguna cosa-, pero se adivinaban las mismas intenciones de fondo que rezumaba el texto de Pascal-Xuclà.

Mas-Colell empezaba mencionando una supuesta conversación que Juliana había recogido en La Vanguardia hacía una semana, entre Xuclà y Soraya Sáenz de Santamaria. "Me parece que estamos en condiciones de ganar por diez a cero", le habría dicho la Vicepresidenta chulina al diputado de PDeCAT. Los recursos del victimismo convergente están tan agotados que los juegos de manos se ven a semanas vista.

A pesar del ruidoso cambio de consellers, algunos sectores de PDeCAT parecen insistir en querer transmitir a los españoles que el 1 de octubre no producirá ningún cambio irreversible en las relaciones entre Barcelona y Madrid, aunque gane el Sí a la independencia. El artículo de Mas-Colell apuntaba en esta dirección, exactamente igual que las declaraciones que ha hecho Xuclà ofreciéndose a apoyarse Pedro Sánchez, para expulsar Rajoy de la Moncloa.

Una vez los españoles han tenido que reconocer, a través del TC, que no pueden inhabilitar Puigdemont por el hecho de celebrar un Referéndum de autodeterminación, el sistema se ha retirado a defender la penúltima trinchera, que es la de la deslegitimación del resultado. A pesar de las declaraciones altisonantes, y el victimismo de algunos exconsellers, la estrategia de Rajoy siempre ha sido la misma: intentar que el 2 de octubre no esté nada claro qué ha pasado para poder tentar a Junqueras con unas autonómicas.

Si no consigue eso, y cada día lo tiene más dificil, entonces el Estado necesita que algún asno catalán diga aquella frase que gusta tanto en la Tercera Vía: "Ahora tenemos que negociar". La última trinchera del Estado es mantener la creencia falsa de que la independencia no se puede hacer sin la colaboración de España, por eso Madrid hace correr que Sánchez podría sustituir Rajoy para negociar con los catalanes.

Sánchez no será nunca presidente de España con la ayuda de ERC y de PDeCAT. Rajoy solo está utilizando el rumor para mantener esta ficción del pacto, igual que utiliza el tándem Pascal-Xuclà, y La Vanguardia i El Periódico, que pronto dirán que el PP es un partido de izquierdas. El presidente español sabe que su partido está carcomiendo su prestigio hasta la raíz y, como Franco, quiere dejar Catalunya bien atada mientras agoniza, antes de hundirse en su barco.