Con una ceremonia de apenas quince minutos, el emperador Akihito ha puesto este martes punto final a los treinta años que ha estado al frente del trono de Japón, que abandona por su avanzada edad y achaques de salud, para dejarlo en manos de su hijo Naruhito. "Desde que ascendí al trono, hace 30 años, he desempeñado mis funciones como emperador con un profundo sentido de confianza y respeto por el pueblo", ha afirmado Akihito, de 85 años, en su último mensaje como emperador.

Akihito se ha despedido en una ceremonia que se se ha llevado a cabo en el Salón Pino del Palacio Imperial, en Tokio. El acto, realizado con la formalidad de las ceremonias niponas, precede a la proclamación de Naruhito como emperador, programada para este miércoles. 

Un minuto después de la hora programada, el emperador Akihito y la emperatriz Michiko, acompañados de otros integrantes de la familia imperial y chambelanes, han ingresado a la sala, donde ya esperaban unas trescientas personas. Ellos con chaqué y ellas con trajes occidentales o vistosos kimonos, han seguido con atención cómo Akihito y Michiko se han colocado en un estrado donde tenían a su lado dos de los tres tesoros imperiales (una espada y un cofre con una joya de jade).

También han estado presentes los sellos imperiales, utilizados por el emperador para promulgar las órdenes que emanan de los poderes políticos, una de las pocas responsabilidades casi políticas que tiene el emperador tras la Constitución que entró en vigor en 1947.

Teniendo en cuenta ese limitado papel político, ha sido el primer ministro japonés, Shinzo Abe, como representante del pueblo nipón, quien ha comunicado la abdicación de Akihito. "Siempre ha deseado la paz de la nación y la felicidad del pueblo japonés", manifestó Abe.

El mensaje de Abe ha sido breve, pero necesario para cumplir con el objeto de la ceremonia, porque el esquema legal impide incluso al emperador Akihito anunciar su propia abdicación, como ya sucedió en 2016, cuando sólo avisó que no podría cumplir sus funciones.

Más breve aún ha sido el mensaje del emperador Akihito. Habló de una forma pausada durante minuto y medio, para decir, entre otras cosas, que se considera "muy afortunado" por haber podido cumplir con sus funciones. "Sinceramente agradezco al pueblo que me aceptó y que me apoyó en su papel como símbolo del Estado", ha señalado.