A la invasión de Ucrania, a la guerra de Putin, le quedan algunas curvas todavía y es imprudente hacer pronósticos. No pinta bien para Vladímir Putin, sin embargo, si hacemos caso a las portadas de este viernes, que no son muy halagüeñas para Rusia. El Mundo y ABC, con el énfasis chillón que gastan casi siempre, y Ara, explican que se recluta a la fuerza en las salidas del metro y entre las minorías étnicas y en ciudades pequeñas. La Federación Rusa es un estado con más de 193 grupos étnicos que seguramente no te suenan de nada: buriatos, kalmukos, komi, nenetos, griegos pónticos... El Ministro de Defensa, Serguei Shoigú, por ejemplo, es tuva, una etnia túrquica al norte de Mongolia. Los rusos componen el 81% de la población, reunida en 83 (o 85, según las cuentas) entidades federadas, entre las que figuran 21 repúblicas nacionales, sede de una minoría específica (como Tuvá, la de Shoigú); cuatro о́круг (ókrugs) o distritos autónomos, que incluyen una minoría étnica predominante, y una provincia (область, óblast) autónoma.

Los rusos étnicos han procurado siempre de que las minorías sumen un alto porcentaje de la carne de cañón que implica su cultura militar de asaltos masivos y defensa a ultranza. Es cosa antigua. En 1916, la leva del Imperio Ruso entre sus súbditos de Asia Central para la I Guerra Mundial fue la causa de un levantamiento, sobre todo entre kirguises y kazajos, que desvió tropas y recursos del frente y contribuyó al colapso del imperio, como explica Bakhti Nishanov, analista de la Comisión de Seguridad y Cooperación en Europa de los Estados Unidos. Siguiendo la tradición, este viernes, el Consejo de Derechos Humanos de Rusia (CDHR) ha hecho una propuesta para imponer al servicio militar a todos los migrantes de Asia Central —kirguises y kazajos, entre otros— a los que se haya otorgado la ciudadanía rusa en los últimos diez años y así poder movilizarlos. A los que se nieguen y a toda su familia se les castigaría con la privación de la ciudadanía. Es obvio que el CDHR tiene poco que ver con los derechos humanos, pero también lo es que el Kremlin actúa como el zar en 1916: de una manera insidiosa, quiere asegurarse de que las minorías étnicas mueren por los rusos étnicos.

Los hay que no están dispuestos. Ramzan Kadyrov, el títere de Putin en Chechenia, ya ha avisado de que no aceptará ninguna movilización porque las levas anteriores en su república ya suman el 254% del plan previsto de reclutamiento. Los vuelos directos Moscú-Tel Aviv de la aerolínea israelí El Al se han agotado hasta noviembre. "Tenemos aprobados siete vuelos por semana y todos están llenos", ha dicho un portavoz de El Al a la radio pública estadounidense NPR. Es colosal el tapón de coches en las fronteras con las repúblicas bálticas o caucásicas. No pinta bien para Vladímir Putin ni para el esfuerzo bélico ruso. La culpa es suya: Putin y diversos altos funcionarios han asegurado hasta quince veces a los rusos que no tenían planes|planos para una movilización a nivel nacional, recuerda Marc Bennetts, corresponsal de The Times en Moscú. De aquí el título de La Razón (Putin no logra reclutar a los 300.000 reservistas) y el de El País y La Vanguardia, con el llamamiento de Bruselas a los estados miembros de la Unión Europea a acoger refugiados rusos —desertores según el Kremlin.

¿Se puede ganar la guerra con un ejército que ya ha desgastado sus mejores unidades y una tropa de reservistas no profesionales, forzados, previsiblemente mal entrenados, sin voluntad de ganar y que se sienten engañados? Todo tiene el mismo aspecto que en verano de 1917, cuando las tropas imperiales rusas, aunque mejor equipadas y dirigidas que nunca, se negaron a abandonar las trincheras para combatir a los alemanes y austríacos, mientras en San Petersburgo y Moscú se cocía la revolución bolchevique. Hacia el final del verano, el colapso de los rusos era catastrófico. Los alemanes habían llegado a ocupar media Ucrania. Lenin diría después que los soldados del imperio "habían votado por la paz con las piernas".

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