Dice la portada de La Vanguardia —Público, un digital, lo dio días antes— que por la riera de Canyet de Badalona se pierden 173.000 litros de agua potable al día. Desde 2005. Son 1.073.465.000 litros malgastados provenientes de un escape en un conducto de la empresa Aigües Ter-Llobregat (ATLL) que va de una bomba extractora de Cardedeu, en el Vallès Oriental, hasta una estación distribuidora del barrio de la Trinitat, en Barcelona. Hace 17 años que en ese tramo de Badalona se pierden dos litros de agua por segundo, cantidad que permitiría regalar un litro y medio cada dos días a cada uno de los 223.000 habitantes de la ciudad. En el 2007, la Asociación de Vecinos del Canyet ya llevó el caso a los juzgados, que sentenciaron que no pasa nada. La tentación aquí es levantar el dedo y la voz para recordar que los embalses están bajo mínimos, con unas reservas del 35%, y que no se prevén lluvias serias. Para situarse, Catalunya consume unos 117 litros de agua (potable y no potable) por habitante y día. La Organización Mundial de la Salud considera que con 100 litros al día son suficientes para cubrir todas las necesidades de un hogar.

Ahora mira la noticia que abre la portada de El Mundo. La mayoría de los 3 millones de habitantes de Kyiv —o los que queden— hace casi tres días que están sin luz, gas ni agua. La causa son los bombardeos de Rusia, que pierde la guerra en el campo de batalla y quiere ganarla aterrorizando la población civil y dejando inhabitables las ciudades ucranianas. Ningún diario publica ambas noticias juntas, cosa que sería un retrato genuino y vergonzante del tipo de gente que somos y un pronóstico feo y crítico de la gente que podemos llegar a ser. Hace pensar que sea este el contexto y el momento en que la mayoría de las portadas se abren con la división del movimiento feminista, se habla del reparto de los presupuestos o se explica que la reforma o derogación del delito de sedición ñí, ñí, ñí. Incluso se puede hacer un poco de demagogia —o ni un poco— preguntándonos por qué si en 17 años no hemos sido capaces de reparar una cañería que pierde dos litros de agua por segundo, seremos capaces como sociedad de resolver aquellos líos y otros tan complejos, que reclaman un cambio cultural grande y mucha ingeniería política y social.

The Economist, quizás la revista más influyente del mundo, explica esta semana que Europa "se enfrenta a una crisis energética y geopolítica que la debilitará y podría amenazar su posición global". A pesar de la admiración que suscita por su comportamiento en ayuda de Ucrania y contra la agresión militar de Rusia —el continente se muestra unido, valiente y con voluntad de pagar el precio—, inquieta cómo reaccionará a la recesión económica prevista para el 2023 y más allá. También hay un cierto miedo a que quede rezagada respecto a otros actores globales —Estados Unidos, China...—. Todo esto está muy bien. Ciertamente, hay que estar alerta para impedir que se nos coma la crisis, el populismo, el cambio climático, etcétera. En Catalunya, sin embargo, podríamos empezar por arreglar la cañería Cardedeu-Trinitat.

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