El presidente ruso, Vladímir Putin, propuso reanudar las conversaciones con Ucrania durante una intervención televisada desde el Kremlin, solo unas horas después de que Kíiv y varios países europeos instaran a Moscú a aceptar un alto el fuego completo e incondicional de 30 días a partir del próximo lunes. Arran del anuncio de Putin, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, expresó su disposición a encontrarse con él en Turquía.
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Sin embargo, el mismo miércoles por la noche, el Kremlin comunicó que Putin no asistirá a las negociaciones. En su lugar, la delegación rusa estará liderada por Vladímir Medinski, exministro de Cultura y conocido por sus posturas de línea dura. Medinski ya participó en las negociaciones fallidas del 2022. Hasta entonces, Moscú se había negado a confirmar a quién representaría Rusia en Estambul.
La propuesta de participación directa de Putin recibió el apoyo del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, crítico con el apoyo militar occidental a Ucrania, quien pidió públicamente a Putin que asistiera a las conversaciones. Por su parte, el expresidente norteamericano Donald Trump afirmó que "cree que los dos líderes estarán presentes" e incluso sugirió que él mismo podría participar.
¿Por qué Turquía?
Desde el inicio de la invasión, Turquía, a pesar de ser miembro de la OTAN, ha mantenido una posición diplomática equilibrada entre Rusia y Ucrania, con el objetivo de conservar buenas relaciones con los dos vecinos del mar Negro. En este contexto, ya ha ejercido el papel de anfitriona en dos rondas de negociaciones, incluyendo el encuentro clave de marzo de 2022 en Estambul, en el que se planteó una propuesta inicial para poner fin al conflicto.
No obstante, aquel proceso se interrumpió bruscamente después de la retirada de las tropas rusas de la localidad de Bucha, en las afueras de Kyiv, donde se descubrieron centenares de cuerpos de civiles muertos durante la ocupación rusa. Desde entonces, los contactos entre ambas partes han sido escasas y centrados mayoritariamente en cuestiones humanitarias, como intercambios de prisioneros y repatriaciones de soldados muertos.
¿Qué está en juego?
Rusia insiste en que las conversaciones tienen que abordar lo que llama a las "causas fundamentales" de la guerra, entre ellas la "desnazificación" y la desmilitarización de Ucrania —dos conceptos amplios que Moscú ha utilizado como justificación de la invasión—. Además, exige que Ucrania reconozca como rusos los territorios que actualmente están bajo ocupación militar.
Kyiv rechaza frontalmente cualquier cesión territorial, aunque Zelenski ha admitido que la recuperación de estos territorios podría depender de un proceso diplomático a largo plazo. De momento, las dos partes ni siquiera consiguen ponerse de acuerdo en una tregua temporal.
Ucrania aceptó hace unas semanas la propuesta de los Estados Unidos para un alto el fuego incondicional, que Zelenski considera condición previa para negociar. En cambio, Putin la ha rechazado, aprovechando la ventaja que mantienen sus fuerzas en ciertos tramos del frente.
¿Qué pasará ahora?
Zelenski ha advertido que, si Putin finalmente no participa en las conversaciones, los países occidentales tendrían que responder con sanciones contundentes. También ha afirmado que las próximas acciones de Ucrania dependerán de la composición de la delegación rusa.
Los líderes europeos, como Emmanuel Macron y Friedrich Merz, ya han amenazado con nuevas sanciones si las conversaciones no dan resultados tangibles. De hecho, la Unión Europea aprobó este miércoles un nuevo paquete de medidas contra Rusia, que ya acumula más de 20.000 restricciones, incluyendo medidas dirigidas contra su flota petrolera paralela.
Mientras tanto, desde los Estados Unidos, Trump ha amenazado con imponer aranceles a la industria petrolera rusa, y el senador Lindsey Graham ha defendido una tasa del 500% sobre las importaciones de energía procedentes de países que sigan comprando petróleo, gas o uranio en Rusia.