A pesar de que con un resultado muy ajustado, que revelan un país dividido, Lula da Silva volverá a ser presidente del Brasil, doce años después de haber tenido que abandonar el cargo y después de un paso por prisión por un presunto caso de corrupción, ya que su condena fue posteriormente eliminada. Lula tomará posesión el próximo 1 de enero de 2023, cuando releve al cargo en el ultraderechista Jair Bolsonaro, por todas partes conocido para ser negacionista de la covid en uno de los países con más víctimas por el coronavirus, y también del cambio climático. Así, este emblema de la izquierda de la América Latina, de 77 años, se convertirá en el primer presidente electo tres veces, y Bolsonaro ha sido el primero a no poder revalidar un segundo mandato.

Un presidente con una popularidad récord

Lula fue un presidente muy querido y con un índice de popularidad muy alto durante los años que estuvo al frente del país: entre 2003 y 2010 su récord fue de hasta el 87%, una cifra muy elevada y que cualquier presidente de todo el mundo desearía para él mismo. Eso lo convirtió en uno de los líderes más carismáticos de la historia del Brasil, algo que ha vuelto a demostrar en estas elecciones en la que ha ganado por la mínima a Bolsonaro, que desde entonces no ha abierto la boca, ni para felicitar a su rival ni para autoproclamarse ganador de las elecciones, emulando a una de sus grandes fuentes de inspiración y buen amigo, Donald Trump, como mucha gente esperaba que hiciera.

Además, también ha sido uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores, que surgió en São Paulo a finales de los años 70, una ciudad que esta noche ha salido a la calle para celebrar la victoria. El PT, con Lula al frente, llegó al poder en el 2003, en medio de una fuerte crisis de credibilidad del resto de partidos y gobernó hasta el 2016, cuando Dilma Rousseff fue encarcelada y asumió la presidencia el hasta entonces vicepresidente del Movimiento Democrático Brasileño, Michel Temer. Tanto Dilma como Lula han pasado por la prisión, acusados de casos de corrupción que finalmente se descartaron. De hecho, en las elecciones que ganó Jair Bolsonaro, Lula no se pudo presentar para estar encarcelado.

La operación contra Lula

Fue el 4 de marzo de 2016 cuando Lula fue arrestado en el marco de la operación anticorrupción Lava Jato, relacionado con sobornos a políticos y empresarios, y el entonces expresidente y ahora presidente electo habría recibido presuntamente 8 millones de dólares entre pagos, conferencias, viajes y regalos. Concretamente, fue condenado a 12 años de prisión por corrupción pasiva y blanqueamiento de dinero, pero, así y todo, entonces lideraba las encuestas, aunque finalmente no se pudo presentar a las elecciones de 2018, que ganó Bolsonaro. Finalmente, en 2019 la Justicia Brasileña lo declaró inocente por unanimidad de una de las diez causas en las cuales estaba incriminando, hecho que provocó que la operación en contra suya se hundiera. Meses más tarde, su encarcelamiento fue declarado inconstitucional y fue liberado, hecho que provocó que su figura todavía se hiciera más icónica. ​

Con todo, estas acusaciones siempre lo han perseguido y Bolsonaro ha jugado la carta de la corrupción contra Lula durante toda la campaña electoral. Aunque ha resultado inútil para evitar su victoria, este mensaje ha calado a muchos brasileños, que todavía lo ven como uno corrupto y se niegan a votarlo, aunque la alternativa sea la ultraderecha machista y retrógrada. Presidentes y primeros ministros de todo el mundo han felicitado al brasileño por la victoria, algunos con una alegría sincera de otros por compromiso, como Giorgia Meloni que apostaba por Bolsonaro. Especialmente en la América Latina, donde muchos países han cambiado de un gobierno de derechas a uno de izquierdas han recibido con mucha felicidad su retorno: "Viva Lula", ha tuiteado el presidente colombiano Gustavo Preto.

La resurrección de Lula

Aunque los resultados han estado muy ajustados, solo 2,1 millones de votos entre un candidato y el otro Lula ha prometido que gobernará por todos los brasileños, no solo aquellos que lo han votado, si no también aquellos que, como él, vestidos con la camiseta de la selección de fútbol (han sido muchos los futbolistas que apostaban por Bolsonaro), lloraban en las calles por la derrota de quien ha sido presidente del país en los últimos cuatro años, siempre lleno de polémica. En su primer discurso después de la victoria en São Paulo, ha asegurado que su triunfo pertenece a todas las mujeres y los hombres que "aman la democracia y quieren libertad". Después de definir esta campaña, con todo el aparato en contra, como la más dura de todas las que ha protagonizado, ha resumido su retorno con una sola frase: "Casi fui enterrado vivo en este país y vivo este momento como una resurrección".