Pasado el susto de la victoria del Brexit en el referéndum del viernes, los líderes de la Unión Europea tienen claro que si Gran Bretaña tiene que salir de la UE lo mejor para todos es hacerlo lo más rápido posible, una situación que, paradójicamente, contrasta con la intención de los líderes euroescépticos británicos, que plantean ahora una salida a cámara lenta.

Efectivamente, este mismo sábado, los ministros de Asuntos Exteriores de Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo -fundadores de lo que hoy en día es la UE- han instado al Reino Unido a activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa para la salida ordenada del bloque "cuanto antes mejor", y para el próximo lunes ya hay prevista una reunión al más alto nivel y con la presencia de la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente francés, François Hollande, el primer ministro italiano, Matteo Renzi, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, para tratar la cuestión.

De hecho, la UE quiere cerrar el asunto en el mínimo tiempo posible, siempre teniendo en cuenta que el Tratado de Lisboa prevé un periodo de dos años de negociaciones que, además, no empezarán a contar hasta que Londres invoque el artículo 50 y demuestre, de forma fehaciente, su predisposición a dejar la institución europea.

Entre los argumentos para acelerar la salida están las consecuencias que pueda tener para el resto de Estados europeos tener dentro de la UE a un país que no quiere formar parte del club, pero también la necesidad de resolver la cuestión antes de que el euroescepticismo se extienda por Europa. En este sentido, Hollande ya ha rechazado la celebración de un referéndum en Francia, una especie de 'Frèxit', que Marine Le Pen pidió el viernes de buena mañana, una vez conocidos los resultados. Peticiones similares se han hecho ya en otros territorios como Dinamarca y los Países Bajos y la intención de los líderes europeos es minimizar al máximo estos movimientos y no dar alas a la extrema derecha que hay detrás.

Londres no tiene prisa

En cambio, por parte británica parece que no hay prisas, y de hecho, el mismo David Cameron ya dijo que daría un paso al lado en octubre para que fuera su sustituto el encargado de negociar la salida, una decisión que desde el continente se ha visto como la prueba que el mismo premier británico no tiene prisa para activar el artículo 50 y que, con toda probabilidad, podría dejar este paso en manos de su sucesor.

El mismo Partido Conservador tiene que decidir primero quién será el encargado de llevar la batuta del Brexit de la parte británica, aunque uno de los candidatos con más posibilidades es el exalcalde de Londres Boris Johnson, abanderado del Brexit y muy popular en estos momentos. En todo caso, como ha asegurado este sábado el ministro de Defensa, Michael Fallon, la negociación con Bruselas "llevará su tiempo" y será una tarea que tendrá que encarar el nuevo primer ministro, dando a entender que no se pondrán a ello hasta octubre.

En medio, con la libra esterlina en caída libre y el líder euroescéptico Nigel Farage reconociendo que no podía garantizar que se hiciera realidad la promesa de dedicar a la salud pública los 350 millones de libras que semanalmente se destinaban a la UE, Londres se encuentra también con que el mundo empresarial exige una negociación rápida y clara para evitar al máximo el periodo de incertidumbre. Para acabar de arreglarlo, el laborismo ve cuestionado el liderazgo de Jeremy Corbyn y el nacionalismo escocés se prepara para negociar directamente con Bruselas y ya propone un segundo referéndum de independencia. Y al mismo tiempo el alcalde de Londres reclama un asiento en las negociaciones con Bruselas.  

Todo pinta un panorama que sobrepasa los discursos del UKIP, porque cuando se dio a conocer el resultado del referéndum, el Brexit pasó de ser una posibilidad que daba alas al populismo para convertirse en un mandato que el gobierno británico tiene que encarar con urgencia. Así se lo piden desde el resto de Europa.