El helicóptero que se estrelló el pasado 10 de abril en el río Hudson, entre Nueva York y Nueva Jersey, y que provocó la muerte de una familia catalana de cinco miembros y del piloto, no disponía de ningún sistema de registro de audio ni de vídeo a bordo. Como ha confirmado el informe preliminar de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte de los Estados Unidos, hecho público este miércoles, la única herramienta con capacidad de grabación eran unas gafas con graduación computada que llevaba al piloto, pero estas no han podido ser recuperadas después del accidente. Así pues, no parece que pueda quedar ninguna manera de obtener un registro de las últimas conversaciones ni imágenes de cabina del accidente.
Según el mismo informe, el piloto, que también perdió la vida al accidente, tenía un título comercial de pilotaje en vigor y un certificado médico de la Administración Federal de Aviación emitido hacía diez días. Aquel día, el vuelo fatal era el octavo que realizaba con el mismo aparato, uno Bello 206L-4, destinado a vuelos turísticos sobre la ciudad de Nueva York. El piloto seguía una rotación laboral de diez días seguidos de trabajo y diez de descanso, y el accidente tuvo lugar el primer día después de su periodo de descanso. No se trataba, a pesar de eso, de un novato, ya que acumulaba 790,2 horas de experiencia de vuelo, de las cuales 48,6 habían estado con este modelo de helicóptero.
Desarrollo del accidente
El informe detalla que el Bello 206L-4 llegó a una altitud de unos 200 metros antes de iniciar un rápido descenso. Según testigos, antes del descenso final se sintieron varios ruidos fuertes en la ciudad provenientes del helicóptero. El aparato se partió en tres secciones principales ―fuselaje, rotor principal y cola― antes de caer al agua, tal como ya habían revelado algunos vídeos difundidos a la prensa. El Bello 206L-4 había pasado la inspección de las 100 horas y también la de las 300 horas ―la última 42 días antes del accidente. Habían pasado 50 horas de vuelo desde la última inspección hasta el siniestro, y el aeromotor acumulaba un total de 12.975 horas de operación, mientras que el motor llevaba casi el doble. Aquel jueves, las condiciones meteorológicas eran favorables, con nubes en 7.500 pies (2.200 metros), vientos de entre 10 y 18 nudos y una visibilidad de 10 millas. Además, según explicó el propietario de la empresa operadora, Michael Roth, minutos antes del accidente el piloto avisó por radio que le quedaba poco combustible y que volvía hacia el helipuerto, pero desgraciadamente no llegó.
Los equipos de rescate, formados por buzos del Departamento de Policía de Nueva York, recuperaron el fuselaje principal, la cabina de mando y pasajeros, la sección delantera del tramo posterior, los estabilizadores horizontales y la quilla vertical. Todavía se busca el rotor principal, la caja de cambios principal, el rotor de cola y una gran parte del tramo posterior del helicóptero. Algunas de las piezas recuperadas serán enviadas a los laboratorios de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte en Washington para una inspección más detallada. Las autoridades norteamericanas siguen investigando las causas del accidente, pero, según el informe preliminar, todavía no hay una hipótesis clara sobre qué fue lo que provocó el siniestro. La falta de registros de audio y vídeo dificulta la reconstrucción precisa de los últimos momentos del vuelo y la zona del accidente, con un fondo rocoso y malas condiciones de visibilidad, complica también los trabajos de recuperación.