Después de dos años de guerra devastadora, la Franja de Gaza afronta una situación crítica que combina una destrucción material sin precedentes con una profunda crisis social y política. Según un reportaje detallado de CNN, la mayor parte de Gaza está en ruinas, con más del 80% de los edificios dañados o destruidos, y con infraestructuras básicas como el agua, el saneamiento y la electricidad en colapso. Esta situación hace que la tarea de reconstrucción sea titánica, no solo por la magnitud física, sino también por los retos políticos y de seguridad que el enclave presenta.

Objetivo: reconstrucción física de Gaza

La tragedia humana es evidente en las cifras: casi 68.000 personas muertas, según datos del Ministerio de Salud, controlado por Hamás, y miles más desaparecidos entre los escombros. Además, la mayor parte de la población vive en condiciones extremadamente precarias y depende de la ayuda humanitaria para su supervivencia. La declaración de una hambruna parcial en algunas zonas por parte de la ONU ha generado una alarma internacional, que ha llevado a un aumento en la entrada de ayuda, pero que aún resulta insuficiente para cubrir las necesidades básicas.

En este contexto, uno de los principales retos es la reconstrucción física de Gaza. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estima que se deberán retirar hasta 55 millones de toneladas de escombros, el equivalente a 13 pirámides de Giza, en un proceso que no solo es largo sino también peligroso, ya que muchos edificios en ruinas contienen municiones sin detonar. A esto se suma la necesidad de restaurar las infraestructuras y servicios básicos, para los cuales se calcula que serán necesarios 20.000 millones de dólares solo en los primeros tres años. Sin embargo, la promesa de inversiones por parte de las potencias regionales e internacionales aún no se ha materializado, y la situación política genera grandes incertidumbres.

Las rivalidades internas en Gaza

Paralelamente, el conflicto político y la seguridad representan otro obstáculo mayúsculo. Según analistas citados por CNN, el acuerdo de paz negociado bajo la mediación de Estados Unidos y otros actores internacionales prevé la creación de un organismo tecnocrático palestino que gestionaría Gaza, supervisado por una junta internacional, y la presencia de una fuerza de seguridad internacional. No obstante, esta fuerza aún no está desplegada y las tensiones persisten. Hamás, que controla grandes partes de Gaza, ha reprimido con dureza cualquier disidencia interna y ha realizado ejecuciones que evidencian el vacío de autoridad y la violencia latente en la región.

Además, Israel ha hecho colapsar el gobierno de Hamás sin haber establecido una alternativa clara, generando un vacío que, según expertos, ha precipitado el deterioro del orden cívico y social. Milicias locales armadas por Israel luchan contra las facciones de Hamás en una guerra territorial dentro de Gaza, lo cual incrementa la inestabilidad. Estas dinámicas dificultan aún más el despliegue de una fuerza internacional y la implementación de un plan de gobernanza estable.

Las relaciones entre los diferentes actores palestinos, así como la influencia de países árabes y potencias internacionales, serán claves para determinar si el acuerdo de paz y la reconstrucción prosperan. De hecho, Hamás ha indicado que estaría dispuesto a ceder el control político si se cumplen ciertos requisitos, pero la profunda desconfianza entre las partes y la complejidad del panorama local plantean un futuro lleno de incertidumbres. De este modo, Gaza afronta una doble crisis: la necesidad urgente y colosal de reconstruir un territorio físicamente devastado y la imprescindible pacificación de un entorno marcado por rivalidades políticas internas, violencia y una falta de autoridad estable.