Mussolini y Stalin fueron candidatos al premio Nobel de la Paz (Hitler también, pero en su caso la propuesta fue una provocación de un académico antifascista). Ni el dictador italiano ni el soviético llegaron a recibir el galardón, pero Mahatma Gandhi tampoco, pese a sus méritos. Ahora empieza a haber quien defiende, desde el entorno de Donald Trump (como el congresista republicano Luke Messer), que el presidente americano tiene que recibir el premio al pacifismo. Se argumenta que su contundencia ha sido decisiva para facilitar la desnuclearización de la península de Corea. Algunos proponen un premio compartido con Kim Jong-un, el líder de Corea del Norte.

Autobombo

En un mitin en Michigan, los seguidores de Trump, animados por los cuadros del partido, le animaron al grito de "Nobel, Nobel, Nobel". Argumentan que la dureza de Trump ha sido clave para intimidar a Kim Jong-un e impulsarlo a abrir negociaciones entre las Coreas del Norte y del Sur. El mismo Trump se considera el hombre del momento, que gracias a su dureza ha conseguido disminuir la tensión en Extremo Oriente. Algunos expertos en política internacional no descartan que si el proceso de distensión avanza, a finales de año Trump y Kim reciban juntos el premio escandinavo. Hay quien argumenta que incluso los personajes menos respetuosos con los derechos humanos pueden ser premiados por acciones determinadas que puedan contribuir a hacer un mundo más seguro. El Nobel puede ser una forma de dar apoyo a una iniciativa positiva que no está bien consolidada. Pero hay quien apunta, por el contrario, que no se puede conceder el premio a una persona que no ha demostrado su ejemplaridad, por su menosprecio a los derechos humanos.

Apuesta insegura

Nadie, a pesar de todo, apuesta por que la distensión funcione. Y, en estos momentos, uno de los principales problemas es el propio carácter de Donald Trump (sólo equiparable al de Kim Jong-un). Los continuos cambios de opinión del presidente norteamericano, sus salidas de tono y su estilo agresivo no son los mejores elementos para llevar a cabo unas negociaciones que se prevén tremendamente difíciles y que podrían decidir uno de los conflictos que más inestabilidad crean a principios del siglo XXI.

Un premio polémico

Nadie está seguro de que Trump no reciba el premio Nobel de la Paz, porque hay precedentes de concesiones extremadamente polémicas. En 2009 lo recibió Obama, poco después de acceder a la presidencia norteamericana, sin haber demostrado ningún mérito. También lo recibió en 1973 Henry Kissinger, considerados por algunos como "un genio del mal" o "el mayor criminal de guerra en libertad", por los esfuerzos realizados cuando era secretario de Estado (ministro de Exteriores) por conseguir una tregua en la guerra de Vietnam (Le Duc Tho, su contraparte vietnamita, rechazó el premio y Kissinger no llegó a viajar a Oslo por miedo a los incidentes). Aung San Suu Kyi, la Nobel de la Pau de 1991, ha mostrado en los últimos años nula sensibilidad con los derechos humanos, dando apoyo a la persecución de los rohingya (varias campañas han reclamado que devuelva el premio). También despertó muchas protestas la concesión conjunta del Nobel a Simon Peres, Isaac Rabin y Yasser Arafat. Mientras unos consideraban al líder palestino como un terrorista, otros creían que era intolerable ofrecer el premio a Rabin. Algunos también consideraron insultante que el líder bóer Frederick De Klerk recibiera el Nobel junto a Nelson Mandela, a quien algunos otros también tildaban de "terrorista".