Es difícil redactar un titular atractivo sobre las elecciones presidenciales francesas. La complejidad del panorama político lo complica. Marine Le Pen y el auge de la extrema derecha en Francia atrae gran parte de la atención internacional, aunque el fenómeno Macron también disfruta de una atención pública importante. Sin embargo, la primera vuelta de las presidenciales plantea un escenario un poco más complejo que el probable enfrentamiento Macron-Le Pen. Este análisis un poco más profundo guarda el gran secreto –y la clave– de estos comicios, que son, en realidad, una foto finish entre cuatro candidatos: Macron, Le Pen, Fillon y Mélenchon. Una Final Four, al estilo de la Eurolliga, donde las diferencias son mínimas.

Entre cuatro candidatos se reparten un poco más del 80% de la intención de voto total. Además, todos ellos (y ella) obtienen una proyección de aproximadamente un 20%. Por lo tanto, en primer lugar, hay que afirmar que las encuestas plantean una situación donde cualquier pequeña diferencia decanta la balanza. Las encuestadoras, de hecho, se curan en salud y preguntan por seis escenarios diferentes en segunda ronda. Estos seis escenarios son precisamente un enfrentamiento entre cualquiera de los cuatro candidatos principales.

Las crisis

Francia vive una grave crisis del sistema de partidos que ha llevado a un hundimiento histórico de las dos grandes fuerzas políticas tradicionales. Socialistas y republicanos han cedido terreno ante la izquierda radical, la derecha extrema o el establishment liberal de Macron. Según las últimas encuestas publicadas, la intención de voto de Fillon (los republicanos) y Hamon (Partido socialista) sumada no llega al 30% de los votos totales en primera vuelta. En el 2012, Sarkozy y Hollande sumaron más de un 55% de los votos en primera vuelta.

La crisis del bipartidismo es la causa principal de la reconfiguración de todo el sistema de partidos. El auge de la extrema derecha y de su discurso antiestablishment se enmarca en este escenario. El surgimiento de un candidato de centro con posibilidades (que cuenta con el apoyo de François Bayrou, presidente del Movimiento Demócrata y exlíder del UDF, casi siempre aliado del gaullismo) es ciertamente una novedad imposible de imaginar en otra época.

La igualdad entre las diferentes candidaturas puede condicionar la realidad política de Francia los próximos años.

La crisis de la izquierda es más profunda. Hollande ha encarado los últimos meses de mandato presidencial con sólo un 4% de popularidad. Una reciente encuesta de Odoxa afirmaba que el 70% de los franceses creían que había sido un mal presidente.

El ganador de las primarias socialistas, Benôit Hamon, ha sido incapaz de mejorar las expectativas de voto del PS. Incluso el ex-primer ministro socialista Manuel Valls ha afirmado que votará a Macron.

El proyecto socialista de Hamon, además, ha sido eclipsado por un avance espectacular del movimiento Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, a la izquierda del PS. Sin embargo, la izquierda en conjunto cotiza a la baja: mientras en el 2012 sus candidatos sumaban el 43,75% de los votos en primera vuelta, las encuestas de este año les pronostican un resultado inferior al 30%. Eso sí, con el voto útil concentrado en Mélenchon.

Oportunidad Fillon

Algunos analistas especulan con el hecho de que, en un escenario de tanta igualdad, es posible que llegar favorito en las encuestas sea perjudicial. Es interesante esta reflexión. François Fillon, por ejemplo, sólo ha conseguido un poco de paz en campaña gracias al creciente protagonismo de la candidatura de Macron.

En este contexto, Fillon tiene posibilidades de convertirse en el próximo presidente. De hecho, no sería ninguna extravagancia que pase a segunda vuelta. Hay quien dice que es el candidato con más voto oculto.

Cuatro candidatos con opciones, cuatro o cinco fuerzas políticas con opciones de formar gobierno: un escenario de inestabilidad casi seguro.

Una situación parecida vive Jean-Luc Mélenchon, que puede soñar con el Elíseo si concentra el voto de izquierdas y penetra más entre los votantes socialistas. Estos dos candidatos son, a priori, terceros y cuartos a las encuestas.

Incluso la candidatura más sólida, la de Marine Le Pen, que encabeza las encuestas desde hace meses y tiene un porcentaje de fidelidad de voto imbatible, podría verse apartada de la segunda vuelta caso que sus rivales obtengan un buen resultado.

La elección más abierta e igualada de la historia de Francia está convirtiendo la campaña electoral en algo realmente útil.

La tercera vuelta

La igualdad entre las diferentes candidaturas puede condicionar la realidad política de Francia los próximos años. El sistema de doble vuelta asegura que el candidato que gana las elecciones tenga el apoyo de al menos la mitad de los votantes.

Sin embargo, la competición a cuatro desvirtúa los objetivos simplificadores de este sistema. Podríamos encontrar votantes de izquierdas desmovilizados en la segunda vuelta si tienen que escoger entre Fillon o Le Pen, por ejemplo. Un elemento clave del segundo turno será, sin duda, la movilización de la base electoral propia y ajena. El voto prestado.

Alguien llegará al Elíseo. Será jefe del Estado: Presidente de la República. ¿Pero, y el gobierno? Dependerá de las elecciones legislativas del 11 y el 18 de junio, una verdadera tercera vuelta de las presidenciales. La formación de un gobierno poco estable es más que probable si se tiene en cuenta el alto grado de fragmentación del voto en las presidenciales. Cohabitación es, estos días, palabra prohibida en Francia; más todavía si se incluye Le Pen a la ecuación de gobierno.

La clave

La clave de las presidenciales es que hay cuatro candidatos con opciones, cuatro o cinco fuerzas políticas con opciones de formar gobierno y un escenario de inestabilidad casi seguro. Un panorama político inédito.

La crisis de las fuerzas tradicionales, la caída de la izquierda francesa y el auge de la extrema derecha son tres pinceladas de la ventana de oportunidad que se le ha abierto a Emmanuel Macron para llegar al Elíseo. Ahora bien, todo es posible hasta el día de Sant Jordi, cuando los franceses están llamados en las urnas. Será entonces cuando sabremos quién pasa en la disputada segunda vuelta.

Silvio Falcón es politólogo y escribe en la revista de análisis político Finestra d'Oportunitat.