El balance de la agresión militar a Ucrania por parte de la Rusia de Vladímir Putin es enorme: más de 130.000 bajas militares ucranianas y unos 7.000 civiles ucranianos muertos —es la estimación de Foreign Policy (Política Exterior), la revista que leen casi todos los diplomáticos e internacionalistas—, además de otras víctimas, como los 6.000 niños ucranianos secuestrados, según Kyiv. El Ministerio de Defensa de Ucrania calcula que han muerto más de 150.000 soldados rusos. Además, vidas aparte, el coste de la destrucción es incalculable. Esta guerra representa l'impensable, como decía el diario progre francés Libération en su portada al día siguiente a la invasión. ¿Qué viene ahora? En la última Foreign Policy, Amy Mackinnon intenta adivinar cómo será Rusia cuando se acabe la guerra. Uno de los escenarios probables, dice la analista escocesa, es que "Rusia salga pobre, beligerante... y con Putin al frente". Es toda una advertencia escalofriante para los que, animados por las victorias de las Fuerzas Armadas de Ucrania en el campo de batalla, piensan que a los rusos se les agotará la moral o bajarán los brazos por| los malos resultados del primer año de guerra.

De aquí la importancia del encuentro de diez minutos, este jueves, entre el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Anthony Blinken, y el ministro de Asuntos Exteriores de Putin, Serguéi Lavrov, en la reunión de los 20 países más poderosos del planeta, el G-20. Es el tema que, oportunamente, abre Ara y está desaparecido del resto de portadas, salvo una columna en La Vanguardia y un rincón en El País. Blinken remarcó cuatro puntos a Lavrov, según fuentes norteamericanas: hay que acabar la guerra; los EE.UU. seguirán dando apoyo en Ucrania; Rusia tiene que reincorporarse al tratado de control de armas nucleares New START, y que hay que liberar a Paul Whelan, un ciudadano norteamericano encarcelado en Rusia. Más allá de todo eso, el hecho de que Blinken haya pedido hablar con Lavrov —los dos son— señala que los EE.UU. quieren abrir líneas de comunicación al más alto nivel para permitirse alguna negociación. Es un primer paso.

Los diarios, sin embargo, están con sus cosillas locales, que si Ferrovial, que si el "Tito Berni". No es que sea irrelevante el caso Mediador, la trama corrupta organizada por un exdiputado socialista malnombrado Tito Berni y un general retirado de la Guardia Civil, que vendría a ser una pareja tan típica como el torero y la folclórica. O la posibilidad de que la multinacional española Ferrovial piense en trasladar la sede a los Países Bajos, porque la patria es la cartera, etcétera. Pero un encuentro de la magnitud que se produjo en el G-20 tiene un relieve más notable para el futuro y el bienestar de las personas. Los diarios incluso han hecho desaparecer de la primera página la operación Catalunya, reflejo de otro tipo de corrupción dentro del Estado español, más sistémica y permanente. Solo El Periódico continúa, como el pueblecito galo de Astérix, resistiendo ahora y siempre al olvido y mantiene el tema en un buen título de portada, como hacía este jueves. No es así en La Vanguardia ni en El País, los dos diarios que con sus exclusivas han reavivado el tema. Es una pena.

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