Este martes, 22 de marzo del 2016, Bruselas ha vivido a su particular 11-S. Como Nueva York el año 2001, Madrid el 11-M del 2004, Londres el 7-J del 2005 y París el 13-N del año pasado, la capital belga ha sucumbido ante la amenaza yihadista. El resultado, todavía provisional, 34 muertos y más de 200 heridos.

Todo ha empezado minutos antes de las ocho de la mañana. El aeropuerto internacional de Zaventem, Bruselas, vivía el comienzo de una nueva jornada marcada por el fin de la huelga de controladores aéreos franceses, que ha congestionado el espacio aéreo europeo los últimos días. Todo apuntaba que este martes se recuperaria la normalidad cuando, de repente, minutos antes de las ocho de la mañana, dos grandes explosiones sacuden las instalaciones. La pesadilla ha empezado.

La primera de las explosiones se produce en la zona de embarque, impactando de lleno en una de las colas. La segunda, cerca de las puertas de embarque. Acto seguido, carreras, gritos, escenas de dolor e informaciones confusas. El recuento de víctimas –no oficial– suma 14 muertos y al menos 90 heridos

En medio de un ambiente de confusión, las autoridades decretan la evacuación del aeropuerto, que quedará cerrado durante todo el día de hoy. La medida afecta a todo el espacio aéreo europeo. En paralelo, los aeropuertos europeos refuerzan su seguridad.

Ataque terrorista

Ya en el primer momento las explosiones se asocian a un ataque terrorista, especialmente desde que todas las pistas sobre los autores de los atentados de París apuntan a la capital belga y concretamente al barrio de Molenbeek, allí donde todavía no hace una semana, el viernes pasado, fue arrestado Salah Abdeslam, considerado el cerebro de los ataques sobre la ciudad francesa que ocasionaron 130 muertos.

Las fuerzas policiales reaccionan reforzando la vigilancia sobre los diferentes puntos estratégicos de la ciudad y las autoridades belgas elevan el nivel de alerta del tres al cuatro, el máximo grado previsto. Sin embargo, descartan la relación entre los hechos de hoy y la detención de Abdeslam.

El terror llega al Metro

Con el aeropuerto sumido en el caos, el terror se desplaza al transporte urbano cuando hacia las nueve y media una nueva explosión sacude la capital belga, esta vez el atentado tiene lugar en una estación de metro, la de Maelbeek, situada en el centro de la capital y próxima al EuroParlamento y la Comisión Europea, las principales instituciones europeas. Una bomba revienta en el interior de uno de los vagones justo cuando estaba parado en el andén de la estación, provocando más de 20 muertos y un centenar largo de heridos.

La explosión de Maelbeek sume en el caos la capital, una vez se decreta el cierre de todas las estaciones de metro y el resto de redes de transporte públicos de Bruselas, autobús y tranvía, como medida de seguridad ante la eventualidad de nuevos ataques. También se cierra, parcialmente, la red ferroviaria.

A media mañana, el primer ministro belga, Charles Michel, confirma que las tres explosiones, las dos del aeropuerto más la del metro, han sido "atentados terroristas" –posteriormente las reivindica la organización terrorista Estado Islámico–. Se apunta la posibilidad, no confirmada, que al menos una de las explosiones del aeropuerto haya sido perpetrada por un terrorista suicida. Da consistencia a la autoría islámica el hecho de que, según testigos presenciales, se hayan escuchado gritos en árabe justo antes de una de las explosiones. Las fuerzas de seguridad encuentran en la zona de los atentados un fusil de asalto Kalashnikov.

Terror local, difusión global

La repercusión del atentado pronto da la vuelta al mundo. Autoridades de todas partes se hacen eco, incluido el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, que aprovecha su estancia en Cuba para condenar el atentado. El presidente francés, François Hollande reclama mano dura contra el yihadismo. Por su parte, la canciller alemana, Angela Merkel, expresa su disposición a "derrotar el terrorismo".

En Francia también se refuerzan las medidas de seguridad, incluyendo la obligatoriedad de presentar el billete de transporte y el documento de identidad para poder utilizar el transporte público; la reiteración de mensajes preventivos dirigidos a la población; más presencia policial en las calles y la autorización de la policía para registrar sistemáticamente a los ciudadanos.

En Catalunya, el Departament de Interior decreta el refuerzo de la vigilancia en el aeropuerto del Prat y el metro de Barcelona y se mantiene la alerta 4 de atentado terrorista y reúne el gabinete antiterrorista. Las entidades municipalistas catalanas convocan a un minuto de silencio para el miércoles a las 13 horas delante los ayuntamientos. En paralelo, se convoca el pacto antiyihadista a nivel español.

Y desde algún lugar indeterminado, quizás en Siria o Irak, el autodenominado Estado Islámico reivindica los ataques. En tono amenazante, la organización terrorista amenaza con "días bien oscuros" en los estados "aliados contra el EI" y da las gracias a Dios por darles "el poder y la victoria" a través de un comunicado difundido a través de la agencia de noticias AMAQ, vinculada al terrorismo yihadista.

Pronto la crudeza del ataque se responde con muestras de solidaridad con la ciudadanía belga. Iconos de este país como el Manneken Pis, Tintín e incluso las patatas fritas se convierten en modelos para reflejar a través de ilustraciones el sentimiento de acompañamiento del dolor.

Orden de búsqueda y captura contra un sospechoso

Pasado el momento de caos, la policía federal belga lanza una orden de búsqueda y captura contra un hombre identificado como uno de los presuntos terroristas del ataque al aeropuerto. Se difunde la imagen del sospechoso registrado por las cámaras de seguridad de las instalaciones aéreas justo con dos personas más empujando un carrito de maletas. Otros dos sospechosos se considera que han muerto en las explosiones.

Se trata de un hombre vestido con chaqueta blanca y sombrero negro. "La policía busca identificar a esta persona. Es sospechoso de estar implicado en los atentados cometidos en el aeropuerto de Zaventem el 22 de marzo de 2016", dice una nota difundida a través de las redes sociales.

Hoy es un día negro

“Sabíamos que acabaría pasando. Es una acción cobarde, hoy es un día negro”. Estas han sido las palabras del primer ministro belga, Charles Michel, para confirmar que las fuerzas de seguridad no han sido capaces de abortar una acción previsible desde que estaba confirmado que la capital belga se ha convertido en el escondrijo de los yihadistas que atentaron en París.

En el trasfondo de todo, la ofensiva del terrorismo yihadista, una lacra que golpea de forma constante un continente europeo que todavía no ha sabido reaccionar de forma efectiva y que todavía tiene que resolver cuestiones como la descoordinación antiterrorista, la legislación inadaptada y la falta de integración de jóvenes nacidos en Europa que acaban engrosando las filas del yihadismo internacional. Al menos si quiere evitar nuevos 11-S en suelo occidental.