El Consejo Nacional de Mónaco, el parlamento de este microestado, aprobó el pasado 15 de mayo, un proyecto de ley para la legalización del aborto. Este, hasta ahora, solo estaba permitido en unos supuestos muy concretos, pero la asamblea del país decidió por una gran mayoría (19 votos a favor y 2 en contra de 24) sacar adelante una propuesta que fue vista como un paso histórico. Pero con el principe hemos topado: Alberto de Mónaco ha decidido bloquear este cambio. Tras la aprobación parlamentaria, el texto pasó a manos del príncipe Alberto II. Según la Constitución, el texto, tras contar con el visto bueno del poder legislativo, debe pasar al gobierno principesco, que tiene seis meses para analizarlo, debatir enmiendas y adoptar una decisión. Y la del hijo mediano de Grace Kelly (aunque anunciada) supone un choque muy fuerte entre una casa real y la soberanía nacional, prácticamente inaudito hoy en día. Mónaco no es una monarquía parlamentaria, sino una monarquía constitucional: Alberto comparte el poder legislativo con el Consejo Nacional y tiene derecho a veto.
El Consejo Nacional de Mónaco llevaba años considerando la posibilidad de legalizar el aborto. En 2019 se despenalizó en casos de violación, enfermedad o malformación fetal irreversible y si la vida de la madre corría peligro. Para el resto de supuestos seguía siendo ilegal. A finales de 2024 y principios de 2025 se empezó a trabajar en el proyecto de ley que quería autorizar el aborto hasta las 12 semanas de embarazo y ampliarlo hasta las 16 en casos de violación. Hace unas semanas, antes de la fiesta nacional del país, en una entrevista al diario Monaco-Matin, el príncipe ya avanzó su posición, ante todas las dudas que había generado: "Entiendo que es un tema delicado, la emoción que puede generar y los dolorosos recuerdos que puede provocar. El aborto es un tema importante. En 2009 y 2019 se encontró un equilibrio que respete nuestra identidad fundamental, la constitución y las mujeres afectadas", reflexionó, antes de confirmar que el proyecto de ley no se tramitará, por el papel que tiene la religión católica en su país. A diferencia, por ejemplo, de España, que es un estado aconfesional, en Mónaco el catolicismo es religión de estado. Esta negativa de Alberto de Mónaco recuerda a la abdicación de Balduino de Bélgica en 1990 para no tener que firmar la ley para despenalizar el aborto.
Defensa del catolicismo con dos hijos fuera del matrimonio
Son muchos los que no pueden evitar subrayar la hipocresía de Alberto de Mónaco en su decisión de no firmar la ley por la importancia del catolicismo en su microestado, mientras ha tenido dos hijos ilegítimos que no reconoció hasta años después de haber nacido y que quedaron fuera de la línea de sucesión al trono. A Jazmin Grace, hija de Alberto y la camarera estadounidense Tamara Rotolo, no la reconoció hasta 2006, cuando la chica ya tenía 14 años. A su segundo hijo, Alexandre, cuya madre es una azafata de Togo que vivía en París, la había reconocido como propio en 2005, cuando tenía dos años. Los dos jóvenes se pasean por Mónaco y participan de algunos actos, pero no de aquellos organizados por la familia real. Los dos jóvenes son amigos y Jazmin Grace ha colgado alguna fotografía acompañada de su padre y su hermano. En cambio, la relación, dicen, de ambos con la mujer y madre de los herederos de Alberto II, es mucho más complicada. Algunos de sus sobrinos han tenido hijos sin estar casados con los padres de la criatura, un hecho totalmente normalizado en todas partes, pero que choca con esta visión de la familia que defiende el príncipe bloqueando la ley que permitía el aborto.