No todo son procesiones y oscuridad durante la Semana Santa, también es tiempo de salir a la calle, cantar a la primavera y, con suerte, disfrutar de los primeros días de buenas temperaturas. Con el buen tiempo llegan las caramelles, que tradicionalmente se cantan por Pascua, especialmente el Domingo y Lunes de Pascua. Esta tradición popular catalana consiste en grupos de cantantes (a menudo asociaciones corales o grupos de amigos) que van de casa en casa, o por las calles, cantando canciones alegres y a menudo de temática religiosa o amorosa, acompañados de guitarras, acordeones u otros instrumentos. A cambio, los vecinos les dan huevos, dinero o alguna comida típica.
El origen de las caramelles se remonta a la época medieval o quizás, incluso, antes, pero se documenta de forma clara a partir del siglo XVI. El origen de esta tradición, como todo lo que rodea la Semana Santa, es religioso. Las caramelles nacieron como una expresión popular de alegría por la resurrección de Cristo. Esta alegría, que se manifestaba cantando en las calles, también marcaba el fin de la austeridad de la Cuaresma. De hecho, según la Generalitat de Catalunya, en Súria se tiene constancia de la existencia de las coplas desde el año 1594, cuando grupos de jóvenes cantaban canciones por el pueblo para recaudar dinero y especies para hacer ofrendas a la Virgen del Roser, acompañados por el ball de cascavells.
Las coplas se desligan de la iglesia
Más adelante, hacia el siglo XVIII, y sobre todo al XIX, las coplas se desligan parcialmente de la iglesia y pasan a ser también una fiesta laica y social. En esta época ya se incluyen canciones de amor y nacen los primeros grupos de caramellaires, a menudo vinculadas a corales, ateneos o sociedades recreativas. Lo que empezó como un acto litúrgico y devoto, se convierte en una fiesta popular llena de música, alegría y convivencia. Es también en este momento de desvinculación de la iglesia cuando aparece la tradición de ir casa por casa o por los balcones, cantando caramelles y recogiendo huevos, vino, embutidos o dinero.
Como pasó con tantas tradiciones catalanas, con la Guerra Civil y la posguerra franquista, muchas expresiones populares que se hacían en la calle como las caramelles quedaron prohibidas o reprimidas, pero, sin embargo, en algunos lugares las caramelles se mantuvieron, especialmente las que tenían un tono más religioso, toleradas por las autoridades. Por suerte, a partir de los años 60 y 70, y sobre todo con la transición democrática, las coplas reavivan con fuerza.
Hoy día, hay muchísimos pueblos y ciudades que tienen tradición caramellaire, pero entre las más conocidas hay las de Manresa, que es uno de los lugares con una gran tradición, con muchas corales y entidades que participan. En Súria, por ejemplo, tienen una Festa de les Caramelles muy popular, y en la comarca de Osona también mantiene viva la tradición, a menudo con corales y grupos vestidos con indumentaria típica, destacan las de Vic y Taradell. En Igualada y Capellades las caramelles son una parte destacada de las celebraciones de Pascua, y en la Garrotxa y el Ripollès, aunque no son tan populares como en otras zonas, también se conservan grupos caramellaires. En el Camp de Tarragona y en el Penedès, especialmente en esta segunda zona, las caramelles se han mezclado con otras tradiciones populares en lugares como Vilafranca del Penedès o Sant Sadurní. Y sorprendentemente en Barcelona ciudad, a pesar de ser un entorno más urbano, hay entidades como corales, ateneos y casales que mantienen viva la tradición en barrios como Gràcia, Sants o el Eixample. En el Alt Urgell, casi todos los pueblos tienen su grupo caramellaire, pero la más numerosa es sin duda la de la Seu d'Urgell.
Cómo ser un buen caramellaire
Con las caramelles pasa lo mismo que con tantas tradiciones populares, que si bien se celebran en muchos lugares, pueden tener características peculiares en función de la zona, pero lo que no acostumbra a cambiar demasiado es el vestuario y los complementos que acompañan a los grupos de cantantes. Los hombres acostumbran a llevar una camisa blanca, pantalones oscuros, alpargatas de vetas (sobre todo si las caramelles van acompañadas de danzas tradicionales), barretina y faja, normalmente de color rojo. Las mujeres, en algunas localidades, visten el traje de pubilla tradicional (falda estampada y delantal de raso, mitones en los brazos, camisa blanca...), en otros se adapta más al de los chicos y llevan también faja...
No os sorprendáis si esta Semana Santa veis un grupo de caramellaires con una cesta o cubo, decorado con flores, tan alto que seguramente puede llegar a un balcón de un tercer piso. Es común que algunos cantantes las lleven para recoger huevos, dinero u otros obsequios (algunos también llevan una bandera propia o cintas de colores como símbolo de identidad).
Hoy día, las caramelles siguen llenando plazas y calles con canciones que, más allá de su origen religioso, celebran la vida, la comunidad y la llegada de la primavera. Esta evolución hacia una expresión más laica y popular no ha hecho sino reforzar el valor como patrimonio vive de la cultura catalana. En cada estrofa, resuena una memoria compartida que quiere mantener viva la voz de un pueblo que canta, celebra y se reencuentra. ¡Bienvenida primavera!