Si alguna vez ha visitado Bilbao seguramente habrá visto que guarda cierta similitud con Barcelona, sobre todo en un factor. Hablamos de las baldosas de la calle, que son bastante parecidas a las que podemos encontrar por la capital catalana, con sus adoquines. A continuación, le explicaremos el origen de estas baldosas y el porqué las dos ciudades comparten este estilo tan único en sus calles.
¿Por qué los azulejos de Barcelona y Bilbao son tan parecidos?
Para empezar a explicar la intrahistoria de las baldosas de Bilbao, es importante tener en cuenta que su origen guarda relación directa con Barcelona, por este motivo son tan parecidas. Todo comenzó en la casa Amatller, a principios del siglo XX, cuando el arquitecto Josep Puig i Cadafalch creó el diseño llamado popularmente como la 'flor de Barcelona', un diseño más que conocido por todos nosotros que está compuesto por una flor de cuatro pétalos en el centro.
Este diseño se creó en un primer momento para decorar el patio de carruajes de la casa Amatller, pero rápidamente se extendió por el Eixample. De esta manera, con el paso del tiempo este diseño tan peculiar se convirtió en uno de los símbolos más destacados y reconocidos de la ciudad. Años más tarde, Bilbao consideró que era una gran idea emular el diseño de las calles de Barcelona para hacer un rediseño de las baldosas de sus calles, con el fin de resolver las necesidades del clima tan lluvioso que existe en la capital del País Vasco.
De esta manera, Bilbao eligió la 'flor de Barcelona' y la adaptó con un nuevo diseño; en el dibujo mantenía la flor de cuatro pétalos, pero añadió cuatro pequeños canales para hacer caer la lluvia a las calles. Este hecho provocó que la población bilbaína pudiera pasear con normalidad sin tener que ensuciarse excesivamente durante los días de lluvia.
Azulejos con mucha historia
Con este espejo barcelonés delante, Bilbao no copia, sino que reinterpreta. El resultado es lo que hoy muchos conocen como la “baldosa de Bilbao”. Fue desarrollada durante el proceso de renovación del Nuevo Bilbao, especialmente en las intervenciones urbanas de los años posteriores al plan de recuperación de la Ría y la apertura del Guggenheim. Esta combinación hizo que, poco a poco, el pavimento se volviera omnipresente en muchas zonas de la ciudad, sobre todo en los entornos modernizados de Abando, Indautxu y el área cercana a la Ría.
Esta coincidencia en las baldosas también explica otra realidad muy actual: se han convertido en un reclamo turístico tanto en Barcelona como en Bilbao. En la capital catalana, la "flor" ya es casi un souvenir más, hay camisetas, tazas, bolsas e incluso joyas, y muchos visitantes buscan fotografiar el patrón original del Eixample. En Bilbao ocurre algo parecido: el pavimento adaptado se ha vuelto parte del paisaje que los turistas reconocen cuando pasean hacia el Guggenheim o por las calles renovadas del centro. En ambas ciudades, lo que nació como una solución práctica para el día a día de la gente se ha acabado convirtiendo en un símbolo fácil de identificar, exportar y, sobre todo, de consumir.