En verano no hay nada como una ruta para hacer senderismo que nos lleve justo en medio de un paraje natural. Y más si al final nos esperan unos pozos, una piscina natural, un río o un lago dónde poder darnos un chapuzón y quitarnos el calor de encima después del esfuerzo para llegar. Como siempre, La Tumbona de El Nacional os trae los mejores planes. Junto al pueblo de Arnes, en el corazón de la Terra Alta, hay un rincón que parece excepto un sueño de verano: el Toll del Vidre. Se trata de un embalse natural de agua cristalina, alimentada por el río Algars, con una pequeña cascada que lo llena de murmullos frescos. Un lugar que no tiene nada que envidiar en las gorges pirinenques, pero que conserva el encanto discreto de los secretos bien guardados.

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El camino hasta el Toll ya forma parte de la experiencia completa. Si vienes en coche, puedes seguir una pista forestal desde Arnes —un poco irregular, pero superable— que te deja a pocos metros del charco. Allí, un pequeño aparcamiento y unas escaleras de piedra te ayudan a acceder a este anfiteatro acuático rodeado de rocas y vegetación. Si prefieres la ruta a pie, hay una excursión sencilla y agradable que sale desde el mismo pueblo y serpentea por el bosque durante poco más de una hora. En total, unos 7 km de ida y vuelta, sin mucho desnivel, perfectos por hacer con niños o con amigos.

Una vez abajo, el premio es mayúsculo: agua transparente, fresca y honda, ideal para bañársele en pleno verano. Hay quien se tira desde las rocas, quien se zambulle lentamente y quien simplemente se tiende cerca, encima de las piedras, con los pies remojados. El lugar no es grande, pero respira paz —siempre que evites las horas punta de en julio o en agosto, claro está—. A pesar de ser un espacio natural, en temporada alta se regula el acceso de vehículos para evitar la masificación. Es recomendable llegar temprano u optar por un día entre semana si quieres vivirlo con calma. Y como en todo espacio delicado, hay que ser cuidadosos: nada de desperdicios, música alta ni fuegos. La única huella que tendríamos que dejar es la de un buen recuerdo.

El Toll del Vidre es mucho más que una piscina natural. Es un refugio de agua y silencio en medio de la naturaleza áspera y pura de Els Ports. Una de aquellas escapadas que no salen a las guías de lujo, pero que muestran la realidad sencilla y belleza cotidiana de un país. Si te dejas llevarse, quizás te quedas más rato de lo que pensabas. O quizás, con suerte, vuelves cada verano.