La metodología Reggio Emilia no es nueva. De hecho, surgió en el municipio italiano del mismo nombre en el año 1945. Muchas mujeres que se quedaron viudas tras la Primera Guerra Mundial buscaron un lugar donde poder dejar a sus hijos al tenerse que poner a trabajar y se unieron formando varias escuelas con un método de enseñanza diferente.

Un periodista y pedagogo, Loris Magaluzzi, se quedó impactado con esta iniciativa tras conocerla para hacer un reportaje y decidió dotarla de estructura e impulsarla. A día de hoy está reconocida como una de las mejores pedagogías preescolares del mundo por la UNESCO y recomendada por la Universidad de Harvard.

La metodología Reggio Emilia

La metodología parte de la concepción de la formación del niño como una interacción constante con el entorno que le rodea. La escuela debe ser un espacio vivo en el que se enseña a partir de experiencias reales y acontecimientos, creando un entorno amable con los niños, cómodo, donde se potencie su imaginación y su creatividad.

Por eso tiene especial importancia la distribución del espacio en la clase, el tipo de material y el entorno, porque debe favorecer en todo momento el aprendizaje voluntario. A partir de este entorno, las capacidades de los niños se van manifestando de forma espontánea y no debe existir una unidireccionalidad en el aprendizaje del profesor al alumno.

Es decir, que los maestros tienen un papel fundamental para que sean los propios niños los que construyan sus propios pensamientos y los comuniquen de la manera que les resulte más inmediata y atractiva. La participación de las familias en el aprendizaje de sus hijos es fundamental y se concibe como una forma de intercambio entre adultos y niños que enriquece a todas las partes.

Algunas de las peculiaridades de esta disciplina son, por ejemplo, lo que ellos llaman la filosofía de los “100 lenguajes”, que hace referencia las diferentes maneras que tiene un niño de comunicarse a través de la pintura, la escritura, el baile, la canción o el juego. Tiene una especial importancia el hecho de que en el colegio debe haber numerosos espacios verdes: patios, huertos, jardines que permitan un contacto directo con experiencias que acercan al niño al mundo real. 

La enseñanza se basa en proyectos que permiten que los niños se involucren de una forma más global en su aprendizaje y les ofrece la oportunidad de trabajar con cuestiones menos abstractas.

Otro aspecto destacado es la figura del atelier y el atelierista, un taller artístico a cargo de un profesional de las artes visuales y plásticas. De esta forma, se ofrecen diferentes propuestas a los niños para que experimenten con materiales y técnicas y de esta forma desarrollan sus capacidades artísticas. 

En las Escuelas Reggio Emilia es fundamental documentar el trabajo que se realiza, mediante textos, fotografías, dibujos… De esta forma se crea una comunicación constante con las familias y se permite que los padres estén siempre informados del trabajo que realizan los hijos.